El tipo de cambio es el precio de una divisa expresada en otra divisa. El tipo de cambio dólar euro es el precio de un euro en dólares. Ahora el €/$ cotiza a 1,3025 dólares/euro.
Nunca ha habido un modelo predictivo convincente del tipo de cambio. Demasiados contingentes influyen en él. Uno de esos contingentes fue sagazmente expuesto por Keynes en 1923 (Tract on Monetary Reform): se trata de los bienes y servicios de un país que no entran en el comercio internacional, los bienes no comercializables. Por ejemplo, un corte de pelo. Un corte de pelo en Mahanttan cuesta quizás cuatro veces más que en Madrid, o 30 veces más que en Calcuta. No son servicios exportables ni importables. Están protegidos contra la competencia. Esto es el llamado modelo Balassa-Samuelson, pero Keynes ya hablaba de ello en 1923.
La teoría más perdurable del tipo de cambio es la Paridad de Poder Adquisitivo. Keynes demuestra que, en el mejor de los casos, es un truismo.
Dice así. Los tipos de cambio de dos países tendrán un valor relativo que tiende a igualar el poder adquisitivo relativo de ambos países. Se toma una cesta de bienes y servicios homogénea en ambos (o muchos) países: se establece la teoría de que
Lo que es un error, por tanto, es comparar índices de precios internos de dos países y de ahí deducir el tipo de cambio de equilibrio, con el fin de fijarlo para siempre. Cualquier comparación de los precios de dos países para luego decidir cual ha de ser el tipo de cambio es un error gigantesco, que, sin embargo, se ha cometido con gran regularidad. El último gran error (o el penúltimo) es la fijación de los cambios cuando se lanzó el euro.
Keynes pone el ejemplo de cuando en los años veinte se quería restablecer un patrón oro. Se cometió el error de calcular las nuevas paridades fijas según cómo habían evolucionado los índices de precios de EEUU y de Gran Bretaña desde antes de la guerra, hasta el momento del cambio, asumiendo que la última vez que hubo patrón oro, en 1913, los tipos de cambio estaban en equilibrio (primer error).
Se calculó que los precios de ambos países habían cambiado de la siguiente manera: lo que en 1913 costaba 1 $ en EEUU, ahora costaba 2$. En Gran Bretaña, lo que costaba 1 £ en 1913 pasaba a costar ahora 2,43£. Luego había que aplicar una corrección de 2,43/2 a la paridad de 1913. De ello salía una nueva paridad fija de 4$/£, un tipo insostenible para GB.
El problema era que esos cálculos de variación de precios no eran representativos del poder real de uno y otro país. Menos, después de la guerra, con EEUU saliendo como gran potencia y libre de deudas. La entrada en el patrón oro de GB, a un tipo de cambio muy sobrevalorado, en 1925, le costó una fuerte recesión y deflación, y en 1931 tuvo que abandonar el patrón oro, como lo hicieron todos los países en cadena.
No hay que descartar que al tomar la decisión de recuperar la antigua paridad pensarían que así las deudas de guerra con EEUU no se inflarían con la devaluación. No les sirvió de nada. Lo digo porque eso es lo que pensamos automáticamente cuando imaginamos qué nos costaría dejar el euro en aumento de la deuda, expresada en la nueva moneda devaluada. Ese pensamiento es falso, porque mientras estamos contrayendo nuestra capacidad de pagar. Lo que es remotamente seguro es que la deuda sea pagable en euros, aún estando dentro de él.
En suma, hay dos tipos de bienes, unos que entran en el comercio mundial y otros que sólo compiten en el mercado interno. Comparar, por ejemplo, costes laborales unitarios entre España y Alemania y decir que hemos recuperado tanto y tanto de competitividad, no es más que una sandez. Basta preguntarnos en qué línea de producción hemos vencido a los alemanes: ¿Mercedes, Porshes, BMW? Y, ¿Qué ha pasado con los precios que no entran en el comercio exterior? Si lo quieren saber, comparen los índices de precios de los servicios de Alemania y España. Me juego lo que quieran a que los de España han subido en flecha, mientras que Alemania... No tengo acceso a es nivel de detalle, pero en la imagen pueden ver la comparación del deflactor del PIB de ambos países, lo más próximo a los precios internos. El rojo es España. Ambos índices tienen la base 100 en 2005. Es decir, mientras los salarios de lao bienes exportables se ajustaban algo, el coste interno de lo que gastamos la mayoría de nuestra renta a púbica mucho más. Es una forma de quitar retribución a los factores más productivos.
La imagen es toda una leche a la teoría de la competitividad como determinación del tipo de cambio. Los precios internos también cuentan, y mucho. Y de hacer las cosas, la disciplina, , la coordinación , la forma de hacer. La cultura económica, etc, etc...
Los tipos de cambio fijos-hasta- la-muerte, de equilibrio, no existen.
Nunca ha habido un modelo predictivo convincente del tipo de cambio. Demasiados contingentes influyen en él. Uno de esos contingentes fue sagazmente expuesto por Keynes en 1923 (Tract on Monetary Reform): se trata de los bienes y servicios de un país que no entran en el comercio internacional, los bienes no comercializables. Por ejemplo, un corte de pelo. Un corte de pelo en Mahanttan cuesta quizás cuatro veces más que en Madrid, o 30 veces más que en Calcuta. No son servicios exportables ni importables. Están protegidos contra la competencia. Esto es el llamado modelo Balassa-Samuelson, pero Keynes ya hablaba de ello en 1923.
La teoría más perdurable del tipo de cambio es la Paridad de Poder Adquisitivo. Keynes demuestra que, en el mejor de los casos, es un truismo.
Dice así. Los tipos de cambio de dos países tendrán un valor relativo que tiende a igualar el poder adquisitivo relativo de ambos países. Se toma una cesta de bienes y servicios homogénea en ambos (o muchos) países: se establece la teoría de que
País j, es igual al tipo de cambio en el mercado de divisas de ambas monedas. Pero, como dice Keynes, esto es válido sólo para bienes que se comercian en el mercado mundial. Bienes muy homogéneos, y que no soportan grandes diferencias de impuestos y costes de transporte. Por ejemplo, el algodón de un determinado tipo, o el petróleo de determinadas condiciones...Pero es un truismo, una identidad, un saldo liquidatorio de una operación comercial. Es más, es seguro que el comercio de estos grandes bienes determinen las variación de un mercado cambiario. La agilidad y bajo coste de estos mercados hace que las demás divisas se alineen rápidamente, debido al peso de estas transacciones mundiales. Y eso por no hablar de las operaciones financieras, que son decisivas. Pero de esto no hace falta hablar ahora.PAi/PAj = TCi/TCj es decir, El poder adquisitivo del país i, dividido por el poder adquisitivo del
Lo que es un error, por tanto, es comparar índices de precios internos de dos países y de ahí deducir el tipo de cambio de equilibrio, con el fin de fijarlo para siempre. Cualquier comparación de los precios de dos países para luego decidir cual ha de ser el tipo de cambio es un error gigantesco, que, sin embargo, se ha cometido con gran regularidad. El último gran error (o el penúltimo) es la fijación de los cambios cuando se lanzó el euro.
Keynes pone el ejemplo de cuando en los años veinte se quería restablecer un patrón oro. Se cometió el error de calcular las nuevas paridades fijas según cómo habían evolucionado los índices de precios de EEUU y de Gran Bretaña desde antes de la guerra, hasta el momento del cambio, asumiendo que la última vez que hubo patrón oro, en 1913, los tipos de cambio estaban en equilibrio (primer error).
Se calculó que los precios de ambos países habían cambiado de la siguiente manera: lo que en 1913 costaba 1 $ en EEUU, ahora costaba 2$. En Gran Bretaña, lo que costaba 1 £ en 1913 pasaba a costar ahora 2,43£. Luego había que aplicar una corrección de 2,43/2 a la paridad de 1913. De ello salía una nueva paridad fija de 4$/£, un tipo insostenible para GB.
El problema era que esos cálculos de variación de precios no eran representativos del poder real de uno y otro país. Menos, después de la guerra, con EEUU saliendo como gran potencia y libre de deudas. La entrada en el patrón oro de GB, a un tipo de cambio muy sobrevalorado, en 1925, le costó una fuerte recesión y deflación, y en 1931 tuvo que abandonar el patrón oro, como lo hicieron todos los países en cadena.
No hay que descartar que al tomar la decisión de recuperar la antigua paridad pensarían que así las deudas de guerra con EEUU no se inflarían con la devaluación. No les sirvió de nada. Lo digo porque eso es lo que pensamos automáticamente cuando imaginamos qué nos costaría dejar el euro en aumento de la deuda, expresada en la nueva moneda devaluada. Ese pensamiento es falso, porque mientras estamos contrayendo nuestra capacidad de pagar. Lo que es remotamente seguro es que la deuda sea pagable en euros, aún estando dentro de él.
En suma, hay dos tipos de bienes, unos que entran en el comercio mundial y otros que sólo compiten en el mercado interno. Comparar, por ejemplo, costes laborales unitarios entre España y Alemania y decir que hemos recuperado tanto y tanto de competitividad, no es más que una sandez. Basta preguntarnos en qué línea de producción hemos vencido a los alemanes: ¿Mercedes, Porshes, BMW? Y, ¿Qué ha pasado con los precios que no entran en el comercio exterior? Si lo quieren saber, comparen los índices de precios de los servicios de Alemania y España. Me juego lo que quieran a que los de España han subido en flecha, mientras que Alemania... No tengo acceso a es nivel de detalle, pero en la imagen pueden ver la comparación del deflactor del PIB de ambos países, lo más próximo a los precios internos. El rojo es España. Ambos índices tienen la base 100 en 2005. Es decir, mientras los salarios de lao bienes exportables se ajustaban algo, el coste interno de lo que gastamos la mayoría de nuestra renta a púbica mucho más. Es una forma de quitar retribución a los factores más productivos.
La imagen es toda una leche a la teoría de la competitividad como determinación del tipo de cambio. Los precios internos también cuentan, y mucho. Y de hacer las cosas, la disciplina, , la coordinación , la forma de hacer. La cultura económica, etc, etc...
Los tipos de cambio fijos-hasta- la-muerte, de equilibrio, no existen.
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