Leamos primero el de Luis Martí. El proyecto de eurobono único es un intento de rebajar la prima de riesgo a cero (diferencial de tipo de interés entre deudas soberanas) de las emisiones de los países miembros, aprovechándose de la garantía de los países que, como Alemania, tienen un categoría de triple AAA. Eso no sería gratis et amore, naturalmente. A cambio, Alemania exigiría una minuciosa intervención en los presupuestos de los demás países, que serían muchos más dolorosas aún que lo que hemos visto hasta ahora.
Pero hay un problema casi irresoluble. La garantía prestada por Alemania en la emisión no garantiza que, efectivamente, durante la vida total de la emisión, 10 o 20 años, uno de los países, que tendrá sucesivas elecciones y cambio de gobierno, cumpla con su parte del trato hasta el final. Eso exigirá renegociaciones continuas y "puestas a punto", tal como hoy sucede, pero desde luego con más aprieto, si no se quiere poner en peligro el eurobono y el euro.
Un indicio de la rémora probabilidad de que el proyecto se lleve a cabo es que, en la propia Alemania, el gobierno se ha negado a garantizar una emisión conjunta del gobierno federal y de los länders:
Los Länder alemanes disponen de recursos desiguales y su historial gestor es variable. El coste de sus emisiones incorpora una moderada prima diferencial sobre el Bund, variable según el elemento de riesgo sub-nacional que aprecien los inversores –Berlin o NR-Westfalen emiten a mayor coste que Baviera o Hessen– y según la relativa estrechez de cada mercado con respecto al Bund. La aspiración de algunos Estados es la de que el gobierno federal sea titular de emisiones conjuntas –para resolver el problema de liquidez- y además, garante solidario –para mejorar el coste de emisión. Pero sólo a finales de junio 2013, se colocaron por primera vez unos Deutschland-Bonds en el mercado. Mal ejemplo para nuestros eurobonos. El gobierno federal se limitó a dirigir el todo (E3mm) y colocar su parte (13.5%), pero no extendió una garantía solidaria. A pesar de que las emisiones de varios Länder reciben habitualmente una calificación inferior, esta emisión mereció la indiscutida triple A del Bund.
Si entre los propios alemanes hay ese grado de desconfianza, ¿se puede esperar limar las asperezas entre países? Los alemanes no van a entregar la llave de su soberanía tan fácilmente. Si, es cierto, han cedido nada menos que su amado Deuch Marc, pero de ahí a seguir entregándo su AAA a los demás países sin tener un control absoluto de los presupuestos nacionales...
Si pasamos ahora al artículos de Raimundo Poveda sobre la Unión Bancaria, por razones similares nos encontramos con la misma resistencia para alcanzar este fin en su plenitud. La unión bancaria eficaz exigiría una garantía de depósitos igual para todos, solidaria entre todos los países, lo que no es del gusto alemán. Un simple párrafo nos ilustra sobre los insuperables obstáculos que habrá durante décadas para tan buenos propósitos:
En otoño de 2014 empezará a actuar el supervisor europeo. No habrá todavía ni un fondo de garantía de depósitos europeo, ni una autoridad europea de resolución de bancos problema; como no los desean países poderosos, quizás no lleguen nunca. Habrá, eso sí, una regulación comunitaria unificando las políticas nacionales de resolución. Los proyectos en discusión la basan en dos pilares: la detección precoz, viejo sueño de los legisladores, eterno fracaso de los supervisores; y el criterio de agotar totalmente los recursos propios del banco antes de recurrir al dinero público.
Draghi, cocinero antes que fraile, ha escandalizado a los frailes no cocineros al señalar que este criterio inflexible no facilitará las cosas.
En efecto, mientras rija esa regla digna de Jeroen Dijsselbloem (su pequeña obsesión), es fácil imaginar que mucho más virulentas serán las huidas de depósitos y la venta de bonos por los acreedores, lo que al final aumentaráel riesgo sistémico y el coste del rescate.
Es curioso pensar que todos estos planes expost para salvar al euro no fueran tenidos en cuenta cuando se inició su andadura. A mí particularmente me deja ojoplatico. Obsérvese que todos apuntan a cubrir la diferencia abismal que hay entra la potencia de una moneda nacional con su propio banco central y su presupuesto -cosas que se suponían iban a ser fortalecidas gracias a la moneda única. Pues parece que hemos llegado al límite de la escalera hacia la unión. Ya no hay más escalones. Es más, estos dos últimos no son de sólido cemento, bien cimentados en lo anterior, sino como parches de cartón montados sobre los anteriores, a ver si aguantan. Pero los Tratados de la Unión se vuelven contra todo intento de ceder soberanía nacional a cambio de protección económica. Todo apunta que habría que reformalos, otra vez, poco después de haberlos sellado más o menos solemnemente, y no hay quórum. Los alemanes piensan, y a veces dicen, "no mientras viva".Por supuesto, estas consideraciones no certifican la defunción del euro. Sólo de las economías nacionales.
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