"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

miércoles, 19 de marzo de 2014

Las ideas en economía. El lápiz rojo de los inquisidores

Noah Smith tiene un post sobre la influencia de los economistas en la opinión pública y en los líderes políticos. Estoy de acuerdo con él: es más bien irrisoria. Parte de la famosa frase de Keynes:

John Maynard Keynes famously said: "The ideas of economists and political philosophers, both when they are right and when they are wrong, are more powerful than is commonly understood...Practical men, who believe themselves to be quite exempt from any intellectual influence, are usually the slaves of some defunct economist."

Keynes se refiere a determinados personajes con poderes de decisión que creen que tienen ideas propias, y en realidad son deudores de algún economista o pensador muerto que, en el pasado, consiguió emitió alguna idea que, con el tiempo, se ha ido deformando y ya no tiene un perfil preciso, en todo caso es inane. Pese a que no es cierta, tiene todavía un gran aceptación en los círculos restringidos del poder económico y político. 

Me ha fascinado siempre esta frase de Keynes, aunque quizás porque no la intérprete bien. Para mí quiere decir que las ideas, certeras o falsas, tienen más influencia de lo que se les quiere reconocer. 
¿Es así, o no es así? Creo que vivimos sumergidos en un torbellino de ideas que creemos nuestras, y no son más que la polución mental que respiramos. Leemos el periódico buscando confirmación de esas ideas que creemos propias (¡ya lo decía yo! ¡No te lo había dicho, eh!) son expresiones que oímos y pensamos. Demuestran que pretendemos ser autores patentados. No somos más que transmisores de transmisores de ideas deslavazadas, inarticuladas, que rebotan en el asfalto y se meten en nuestra cabeza aunque llevemos los oídos tapados. Pero esas ideas estructuran nuestra mente, nos permiten ver el mundo, aunque de manera deforme. 

Algunos pretenden articular lógicamente proposiciones y contrastarlas con la realidad, pero no conseguen más que un refuerzo en el engaño. 

Hay un círculo de personas muy restringido que se cree muy bien informado. Si no me equivoco, Keynes se refería a este tipo de personas, que son las que tienen algo de poder y toman decisiones importantes e irreversibles. Keynes aborrecía este tipo de círculos cerrados que son los que viven de ideas rancias que una vez, años ha, pronunció un economista o gran filósofo. Por ejemplo, "lo mejor para estabilizar una economía es someterse al patrón oro". Frase mágica que Keynes y otros pocos economistas combatieron, y sin embargo el patrón oro fue reinstaurado justo a tiempo para crear la deflación de los años treinta, por decisión de esos círculos que, cuando se ponen de acuerdo con círculos similares de otros países, se refuerzan mutuamente en el error. 

Lo que Keynes quería decir es que es más difícil extirpar ideas arraigadas, pero falsas, que introducir nuevas más certeras. Las ideas arraigadas son dominantes de los círculos decisorios. Estos círculos, la mayoría de las veces, prefieren no tomar riesgos separándose de la Doxa establecida. Creen que así protegen mejor sus intereses, o, en todo caso, no se separan del jefe de la manada, aunque al final, a veces, corren el mismo riesgo que los demás. 

Sin embargo, los asesores de esos círculos, un escalón un poco más bajo, que son profesionales con miras más amplias que sus amos, tienen la precaución de no sacarles del error. Prefieren susurrar la oído de quién paga lo que les han sugerido que digan, si no quieren ver peligrar su puesto y sobre todo, su carrera, que se deberá a la fidelidad. Aquí hay un papel estelar para el que sondea las ondas y adivina lo que quiere por el de arriba. Conozco a gente que se jacta de eso. Lo malo es que muchas veces se ha equivocado y la paga con los de abajo. Y he visto muchas carreras fulminantes gracias a la sumisión y fidelidad. 

En ese círculo por debajo del círculo superior, Keynes no se calló. Hay que reconocerle 
 por lo menos eso, que fue un heterodoxo que no se calló en La Paz de Versalles, en 1919, ni se calló cuando Churchill reintrodujo a la esterlina en el oro,  en 1925. Y su libro final, criticable en muchas cosas, fue una bofetada a la visión clásica de la economía. Pero esencialmente sigue siendo u. Heterodoxo. 

La economía es una ciencia inexacta y pos eso mismo se presta al servilismo, a los amos y criados, que sólo buscan acabar su carrera los más alto posible y con una buena jubilación. Somos como los antiguos amanuenses que escribían la historia al dictado de Rey. La economía es igual de manipulable que la historia, incluso más, pues se la puede vestir del rigor ficticio de las matemáticas

Me hubiera gustado vivir en un país donde las ideas fluyen libremente y no son encerradas en círculos donde tratan y consiguen asfixiarlas. Pero eso depende de una cultura, una tradición, que no se moldea fácilmente. Los países como España tienden a lo monolítico. Las ideas dominantes se defienden mediante el rechazo de otras ideas, a las que se caricaturiza. Conspiranoia es un término muy usado para desacreditar la diferencia de matiz. 

Pero no creo que intervenga la mala intención, el cinismo. He visto a gente muy capacitada empecinarse en el error burdo por instinto, por defender su honra, su pasado, como boxeadores sonados que lanzan golpes al aire sin ser conscientes del ridículo. Defendieron con la fe del carbonero una decisión catastrófica, y no son capaces de reconocer que se equivocaron. A lo mejor llevan veinte años en el mismo puesto diciendo lo mismo, buscando incesantemente pruebas de su "verdad". Son los inquisidores de hoy, que es la gran trandición española, la más perseverante. Llevan años con el lápiz rojo colgados del hábito, han perdido su propio yo, que ha sido sustituido por ese lápiz que casi actúa por si sólo. Corrigen y corrigen hasta que un informe queda lo suficientemente deforme para que nada quede claro. No importa: ya nadie los lee, salvo ellos, los del lápiz, pero no son conscientes de que nadie les lee su prosa inextricable y burocrática. 

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