Como vemos en Socialdemocracy, si no sabemos qué son leyes en la física, menos aún podemos hablar de leyes económicas. Sin embargo muchas ramas de la economía todavía cometen el desliz de afirmar que hay "leyes" inmutables del comportamiento humano, a la cuales son especialmente adictos los austriacos, neoclásicos, y marxistas. De ahí el dogmatismo de sus propuestas.
(Tengo un amigo austérico- jevonsista ¿? Que, como cree en la ley de Jevons del agotamiento de los recursos, sin darse cuenta convierte una hipótesis probabilística refutable en un "debería ser", lo que eleva a la ley Jevons a la categoría de inapelable.)
Sin embargo desde Keynes sabemos que el dinero, en circunstancias específicas, tiene una utilidad marginal creciente, determinada por la incertidumbre de los demás activos.
No menos dogmática es la actitud de las nuevos clásicos con sus demostraciones matemáticas, difíciles luego de casar o contrastar con la realidad.
La actitud de "legislar" leyes inmutables impide la autocrítica, que es fundamental para mejorar l cocido explicativa de lo que uno está pregonando. Además, propugna a distorsionar los hechos o meter argumentos Ad hoc en la "ley" para no reconocer que era un simple error del pasado. Así, doctrinas obsoletas se mantienen aparentemente en pie, pese a su descrédito de la comunidad científica, a base e de falsificaciones recurrentes. Cuanto más alejada está una teoría de la realidad, más fácilmente vendible es entre los profanos, que suelen convertirse en adictos de una nueva fe.
En economía hay teorías que intentan explicar regularidades empíricas. Las teorías deben de morir o ser mejorada para no convertirse en estafermoa fantasmagóricos, inútiles y sectarios, a los que se aferran los sacerdotes y acólitos de esa nueva religión.
En economía todo es condicional. Y el condicional es muy déficit de definir. La adicción de los austriacos a "leyes", como la ley de Gresham (toda moneda mala desplaza de la circulación a la buena), se basa en realidad en una contigencia que, en el momento de formular la ley, se olvidó el autor de concretar. Otra ley muy divertida es la de Say, de que el dinero siempre se gasta (toda oferta crea su propia demanda) , no se retiene, pues no tiene utilidad propia. Y otra delirante es la ley de la contracción de los beneficios de Marx, que determinaría la muerte del capitalismo. Del otro lado del espectro, está la ley de Jevons, de la limitación de recursos, y la secuela "ley de hierro de los salarios", ley que ha sido refutada inumerables veces desde que se formuló.Many economists think that their disciple discovers “laws,” and the belief in “laws of economics” stems from the idea of laws of nature in the natural sciences. The tendency is seen in both neoclassical and Austrian economics and Marxism.
(Tengo un amigo austérico- jevonsista ¿? Que, como cree en la ley de Jevons del agotamiento de los recursos, sin darse cuenta convierte una hipótesis probabilística refutable en un "debería ser", lo que eleva a la ley Jevons a la categoría de inapelable.)
Sin embargo desde Keynes sabemos que el dinero, en circunstancias específicas, tiene una utilidad marginal creciente, determinada por la incertidumbre de los demás activos.
No menos dogmática es la actitud de las nuevos clásicos con sus demostraciones matemáticas, difíciles luego de casar o contrastar con la realidad.
La actitud de "legislar" leyes inmutables impide la autocrítica, que es fundamental para mejorar l cocido explicativa de lo que uno está pregonando. Además, propugna a distorsionar los hechos o meter argumentos Ad hoc en la "ley" para no reconocer que era un simple error del pasado. Así, doctrinas obsoletas se mantienen aparentemente en pie, pese a su descrédito de la comunidad científica, a base e de falsificaciones recurrentes. Cuanto más alejada está una teoría de la realidad, más fácilmente vendible es entre los profanos, que suelen convertirse en adictos de una nueva fe.
En economía hay teorías que intentan explicar regularidades empíricas. Las teorías deben de morir o ser mejorada para no convertirse en estafermoa fantasmagóricos, inútiles y sectarios, a los que se aferran los sacerdotes y acólitos de esa nueva religión.
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