"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

lunes, 15 de septiembre de 2014

El sentido último de la UE

Como se sabe, la UE nació de la idea de evitar para siempre otra guerra europea, sobre todo entre Alemania y Francia, que durante siglos habían sido los contendientes principales en sucesivos conflictos del continente. Monnet es considerado el padre de la UE. Fue el presidente de la Comunidad del Carbón y del Acero, el embrión de la Comunidad Economiva Europea, que nació en el tratado de Roma en 1959, con 6 países: Alemania, Francia, Italia, Bélgica, Luxemburgo y Holanda.

Monnet concibió la UE como una formación en marcha, una cadena de decisiones de las élites, de tal manera que no pudiera volverse atrás. Cada decisión debería crear un problema que obligará a tomar una nueva decisión hacia adelante. Lo llamó el "funcionalismo" de la UE. De esa manera, aunque hubiera costes "colaterales", siempre se avanzaba hacia la lejana unión política total.

Es lo que Hayek llamaría un proyecto constructivista, y Popper antidemocrático, por implicar decisiones de la élite no revisables si dieran contraproducentes. (Aunque Hayek estaba tan cegado por su endeble teoría monetaria que apoyó la idea de la moneda única, aunque de muy diferente forma. Su idea era que las monedas compitieran entre sí de tal manera que las buenas desplazaran a las malas, y al final ganara la mejor, un proyecto estrambótico potencialmente más recesivo aún. España llegó a presentar un proyecto farragoso e incomprensible de la mano de Manuel Conthe, a la sazón Secretario General Técnico, con el único fin de salir en la prensa internacional haciendo el ridículo.)

El paso más decisivo fue, obviamente, el Tratado de Maastricht y el euro. Si una decisión se hizo con la idea de que fuera irreversible, pese a los consejos de los más conspicuos economistas de fuera de la UE (los de dentro estaban todos corrompidos o silenciados), fue ése. Hasta tal punto estaban ciegas las élites que se dictó que los países que entraran en el euro renunciaran a salir de él, aunque se da la paradoja que se puede salir de la UE y entonces ser expulsado del euro.

Todo el proceso se ha hecho de espaldas a, o en contra de, la opinión de la población europea, como se manifiesta en el post citado:

The authors point out that a number of the later entrants to the European Union joined even though only a minority supported the step in public opinion polls: for example, "United Kingdom (36%) and Denmark (46%) joined with only a minority supporting the EU. So did Greece (42%), Sweden (40%), and Austria (42%)." In addition, each significant move to greater European unification has made the European project less popular over time: "While EU membership has strong support in most of the EU-15, this support dropped every time the European project made a step forward and never recovered. Rightly or wrongly, the Eurozone crisis has contributed to further erode this support, albeit the drop appears more related to the terrible economic conditions and, thus, potentially more reversible. Today a majority of Europeans think that the EU is going in the wrong direction. They do not want it to go further, but overall they do not want it to go backward either, with all the countries (except Italy) having a pro Euro majority."
El euro ha sido el paso más constructivista y peligroso de todos. Se hizo con la idea de que los problemas que surgieran obligaran a avanzar, con, un paso de gigante, decisivamente, hacia la unión política total. Sin embargo, lo que se ha logrado es todo lo contrario: un rechazo cada vez mayor, en especial en los países que antes eran los más pronunciado a favor de Europa.
El resultado ha sido una burocracia que ya sólo toma decisiones para su supervivencia (sólidamente imbeicada en la irreversibilidad), y que el poder real haya ido al país más poderoso, con más población y más nacionalista. Se consiguió convencer a la población europea, traumarizada por la guerra, de que era un estigma recelar del proyecto en su totalidad. Durante cierto tiempo proyecto unionista fue cuestionado y retrasado por el sentimiento nacionalista de algunos líderes europeos, como De Gaulle, que lo veían más como una unión de intereses comunes de naciones soberanas.

En España se creyó que el proyecto era una garantía democrática contra el franquismo y las tentaciones autoritarias larvadas en España, por lo que fue ansiosamente perseguido por las élites de izquierdas, y por las de derechas por el miedo a ser tachadas de antidemocráticas. Se pensó que todas las debilidades españolas, como los nacionalismos, quedarían diluidas en la Unión Europea, lo que hoy aparece un inmenso error: ni siquiera la amenaza de ser expulsados de la UE es capaz de frenar el frenesí independentista de Escocia y de Cataluña. Ni la UE ha servido para adormecer a nuestros demonios más temidos, ni tampoco para encauzar la economía hacia una convergencia con los países más adelantados, al revés: la crisis del euro ha amplificado las consecuencia y duración de la crisis.

Ahora la UE se va a enfrentar a un reto decoocido hasta ahora: se van a poner a prueba los consensos que apoyan los. Tratados de la Unión cuando haya que tomar decisiones serias contra las regiones secesionistas. Es una incógnita que vaya a haber voluntad firme de cumplirlos y expulsar a los rupturistas. Quizás la debilidad de los fobiernos nacionales sea un anticipo de la impotencia de la UE.

Nunca ha sido tan evidente como hoy la trampa mortal del proyecto Monnet: la irreversible cadena de sucesos hacia adelante hace muy difícil la disolución del euro, pero tampoco es verosímil un avance hacia una unión siquiera económica, y mucho menos política. Los nacionalismos se han erigido en bastiones invencibles, y el euro en un lastre insoportable. La meta final, que era la desaparición de los nacionalismos, ha resultado un fracaso total. El euro ha vigorizado los nacionalismos. Las economías son más asimétricas que antes del euro. Las diferencias de países ricos y endeudados aumenta incesantemente.

Los gobiernos sin embargo, no quieren oír hablar de eso. Prefieren dejarse comer el terreno por partidos anti sistema, esperando que se diluyan con el tiempo. Esos partidos avanzan y hacen improbable la cadena irreversible imaginada por Monnet.

Krugman, en un artículo riente sobre el desastre Euro:

 

1 comentario:

www.MiguelNavascues.com dijo...

Perdón, como no veo bien...
Este es un gilipollas. El ripio de los periodistas españoles, que son unos analfabetos. No sé por qué un periodista no podría saber algo de economía y saber que este tío es un vocero de Merkel. Y valorar un poco independientemente lo que dice.
Es la ideología de imitar a Alemania, el sueño de los inútiles