Buff, una vez haberme quitado este peso de encima, voy a explicar una de las miles de sinrazones por la que no voto: los sopla-hojas municipales. No hay cosa más agradable que, después de haber tomado un buen desayuno, a base de frutas y café humeante, tumbarse a leer la prensa en la cama, esperando que el cuerpo empiece a reaccionar a tales incentivos.
Soy urbanita, me gustan los ruidos de la calle: el autobús, el coche, los pajaritos, los árboles meciéndose al viento.. El afilador que pasa anunciando su servicios... La vida cotidiana, tal cual. Pero el sopla-hojas se impone a todos, eleva el volumen de decibelios hasta apagar todo lo demás, con lo cual me pierdo al afilador cuando pasa y se me quedan los cuchillos mellados. Mejor, porque tengo sueños recurrentes con esos cuchillo afilados y sanguinolentos, un soplahojas guillotinado, salvajemente agujereado, y una balasera, yo contra las fuerzas municipales guiadas por la estúpida alcaldesa del café con leche en copa.
Comprenderán que con esos sueños no se puede ir a votar. Seria una perversión ir a votar a otro partido con la estúpida esperanza de que quiten los soplahojas. El soplahojas, como el ruido del camión de la basura -que por cierto, ya no oigo- es para toda la vida. Y una vez que los conoces, los tienes bien tasados, es mejor que no te cambies de casa. Seria volver a empezar.
Soy un escéptico. En cuanto a esta materia, soy escéptico de una manera absoluta, y forzarme a mí mismo a votar me provocaría un salpullido incurable. Además, no podría ver la cara de ilusos de los demás, con cara de primera comunión. Ni hablar.
Espero que ese día no haya soplahojas y ya está. Será una razón fenomenal para no irme de casa ese día.
2 comentarios:
Bueno, cabe la posibilidad en las actuares circunstsncias de votar con animo de magnificar el caos que se avecina.
Ya se sabe: En el principio era el caos..
Eso desde luego es una tentación cada vez más acuciante!
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