"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

jueves, 21 de abril de 2016

Fascinación por el Conde Kessler

Más perlas de Hans Kessler, el cosmopolita, un profesión en auge a principios de XX. Para ejercerla sólo había que tener dinero. Ahora cuando se tiene dinero se esconde en Panamá. Entonces se gastaba con juicio. Eso ya es imposible. Lo que desde luego es ya imposible es decir con total naturalidad la cosas que dice. Sería procesado sumariamente y escracheado por las hordas Colau-podemitas. Y sin embargo, no dice más que lo ue decían Isaía Berlin, o Karl Popper, u Ortega y Gasset, por poner unos ejemplos de grandes filósofos.

En la publicación The Heart of the Empire se encuentran observaciones muy interesantes sobre Londres, entre otras la constatación de que hay un nuevo tipo de hombre, el urbano, el cual, en numerosos rasgos, en cuanto hombre de ciudad, se diferencia por completo de tipos anteriores de raza inglesa. Se observa allí además que las aspiraciones a mejorar la situación material del obrero de fábrica, provenientes de Carlyle, Ruskin, Kingsley, Disraeli, Toynbee, han tenido éxito, pero han producido a la vez una concepción de la vida completamente nueva, corrompida, en estas amplias clases, cuyas notas son, de un lado, una cierta satisfacción y alegría animal, y, de otro lado, una renuncia completa a toda concepción más profunda o idealización de la vida. Mueren todas las alturas y profundidades del alma, mueren la religión y todo idealismo, también el de tipo terrestre, y en su lugar se introduce una convencional moral cotidiana, que no es baja, pero tampoco alta, es decir, una moral que de ningún modo ejercita o desarrolla las fuerzas del alma individual. Acerca de esa moral contiene detalles muy valiosos el Ensayo sobre el hijo de la ciudad, de Bray. No puede haber suficientes monografías de ese tipo sobre dimensiones morales que actúan de hecho; sólo de ellas podrá surgir más tarde una ciencia moral comparativa. Estudiar un sistema de moral es como intentar reconstruir la historia del arte a partir de las estéticas. Se imponen poco a poco determinados hechos generales de la vida londinense e inglesa. En Londres faltan muchas de las facilidades técnicas del tráfico, a las que estamos acostumbrados en el continente; hay pocos o casi ningún tranvía; no son ningún sustituto los metros, poco ramificados y relativamente escasos en número; falta por completo el correo neumático; hay que telegrafiar o enviar un mensajero; es muy escaso el número de conexiones telefónicas; la telefonía apenas desempeña todavía una función en la vida; los automóviles son raros en comparación con París, por más que los numerosos ómnibus podrían ofrecer un campo favorable para la aplicación del desplazamiento mecánico. Llaman además la atención las muchas intervenciones en la libertad económica; a pesar del clamor de los ingleses contra el gobierno paternalista, en ningún lugar como aquí, con excepción de América, hay regulaciones que se dejan sentir con tanta profundidad y frecuencia en cada uno a la hora de satisfacer las necesidades económicas. Todos los negocios, o casi todos, se cierran el sábado a las dos de la tarde, y muchos también el jueves; los restaurantes y cafés sólo están abiertos hasta las doce y media de la noche durante la semana, y los domingos están cerrados toda la mañana, y se abren de una a tres, y de seis a once treinta. Me gustaría saber qué diríamos nosotros si se nos impusiera ese horario. Además, los domingos no hay teatro; en los lugares de diversión reina la censura más rigurosa y, tal como hemos de conceder, exitosa y útil, etc. En las democracias de Inglaterra y América el ciudadano medio es mucho menos libre en el plano económico que en Alemania, y, de todos modos, en la democracia francesa es más libre. En cualquier caso la democracia por lo menos no es favorable ni desfavorable a la libertad económica y, si hubiéramos de pronunciarnos, diríamos que según parece es más bien desfavorable, también a la libertad moral. Por lo demás, ha de inventarse todavía la forma de gobierno que sea propicia a todas las formas de libertad individual. La democracia quiere asegurar la libertad política, pero no favorece la libertad moral ni la económica. El país donde el individuo es más libre en el plano moral, económico y religioso es Turquía, un país políticamente sometido al más duro despotismo. La intolerancia religiosa puede ir de la mano con la libertad absoluta en los asuntos morales, artísticos y económicos; y el despotismo político es compatible con la anarquía moral y la igualdad social. El antiguo concepto de “libertad” es insostenible; parece como si una forma de libertad excluyera las otras o determinadas otras. Encaja en este contexto la muy profunda observación de Pitt sobre Francia antes de la Revolución (Rosebery). En consecuencia, habría que decidir a qué formas de libertad queremos aspirar; y, por supuesto, las respuestas serán distintas según la concepción del mundo. La democracia significa el dominio de los periódicos; si el público cae en la indiferencia política, se produce la hegemonía del “patrón”, como en América. Hegemonía del patrón es cesarismo en pequeño y, si un pequeño hombre se hace patrón, también el cesarismo es de vuelo corto. Y en el cesarismo de hoy, puesto que los periódicos son el “pueblo”, la fuerza absoluta descansa en el artículo editorial. Dado que el hombre más rico puede pagar el mayor número de editoriales, la democracia y el cesarismo son revestimientos de la plutocracia. He comido con Tschudi. Los propietarios de los treinta o cuarenta periódicos más leídos de Inglaterra, si son medianamente hábiles, poseen más poder real que los “lores” y los “comunes” juntos; tienen más poder que la aristocracia y los propietarios del municipio antes de los proyectos de reforma. Por tanto, a través de las reformas el poder político ha pasado a menos manos, en lugar de pasar a más manos; ahora sirve a un número más pequeño de hombres; a consecuencia de la democratización, cada uno de los egoísmos particulares a los que obedece ese poder tiene a su disposición un número mayor de personas.


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