"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

jueves, 5 de mayo de 2016

Confusión social, elecciones en falso, debilidad institucional. De Pablo Iglesias a Trump

Leyendo el diario de Kessler durante la revolución que hubo en Alemania tras el fin de la Primera Guerra Mundial, a uno le salta a los ojos la capacidad del hombre para destrurise a sí mismo persiguiendo quimeras. En realidad el hombre no puede dejar se perseguir quimeras. Cuando esas quimeras, o creencias sin fundamento, congenian con las de los demás, se puede dar un orden social. 
¿Quién hace posible esa coordinación? Nadie lo hace expresamente. Hay un gobierno, un estado, que asume el poder y los demás lo aceptan implícita o explícitamente. Unos lo aceptan voluntariamente, otros, por miedo a las consecuencias, pero el caso es que se acepta. Quien más quien menos acepta que ha de pasar por tal o cual ventanilla para pagar los impuestos u obtener un servicio social que no puede obtener en el mercado, pagando dinero. Unos protestan y otros no. Otros se sienten orgullosos del nivel y calidad del servicio de su estado. 
Nadie es consciente de que esa armonía es precaria, porque no lo es mientras nadie se dé cuenta. En cuanto un hecho traumático desvela que el orden respetado tantos años es precario, unos y otros se lanzan a establecer su propia idea de orden. 
Un estado, como se ve palpablemente en los diarios de Kessler, se desmorona en un día sin que apenas la mayoría se haya dado cuenta. Un día había unas instituciones que funcionaban más o menos bien. Al día siguiente, esas instituciones han sido invadidas por aventureros peleados entre sí, que demuestran su furia vigorosa en todos los sitios posibles: han invadido el parlamento, y en la calle hay disparos entre facciones, y entre éstas y lo que queda de la fuerzas estatales, que no es mucho porque también se ha dejado invadir por los facciosos. Nadie tiene el monopolio del poder. 
La democracia es garante de que los cambios de creencias se desempeñen armoniosamente mientras se acepte generalmente que sea así. Pero la democracia no es garantía de sí misma. En la democracia puede surgir un partido que se haga con el poder y trastorne las bases del orden social, sin que nadie o muy pocos adviertan el riesgo. Mientras haya consenso social, es decir, resignación al orden establecido, las cosas van con más o menos satisfacción, pero en general nadie espera de estado que le consiga la felicidad. 
Cuando hay un hecho traumático, como una guerra o una crisis profunda, los valores cambian, y aparecen frustraciones que, a falta de explicación mejor, se achacan al orden social. Entonces cada vez menos gente valora el orden social, y apuesta por candidatos al poder milenaristas, que creen que hay que partir de cero, construir un hombre nuevo, y que sólo se puede lograr destruyendo el orden social anterior. 
Se empiezan  a enfrentar nuevas contra viejas ideas, lo cual es falso, porque nada es viejo o nuevo: sólo son quimeras, creencias sin fundamento, tanto más atractivas cuanto más simples y menos realistas son. La única diferencia entre esas quimeras es si, por casualidad, aúnan voluntades y permiten un orden estable, o por el contrario, sin conciencia de ello, porque se sirven de las instituciones disponibles, las vacían y las destruyen. El hecho de que se sirvan de viejas instituciones confiere a estas quimeras una respetabilidad engañosa. 
El mundo, la vida, son harto complicados, a pesar de que clamamos que son cosas sencillas, que los que la complican son los otros. La tentación de la acción directa, de la simplificación, de las soluciones rectas se refuerza cuando las cosas se complicadas y quieren más acierto en las decisiones. (No pensemos sólo en la izquierda. La nominación de Trump como candidato Rep es un desastre similar.) 
Pero la gente no capta esa complejidad, juzga sobre la base de creencias más o menos fundamentadas, pe simples. Tanto en su vida privada como sobre el orden social, se deja llevar por creencias a veces caducas desde hace décadas. Incluso surgen misteriosas fuerzas que buscan apoyos en épocas pretéritas para  renegar de avances bien contrastados, como hemos visto en la negación de grupos emergentes mistericos a aceptar las vacunas para sus hijos. 
En la economía sucede algo parecido. La gente tiene una composición de lugar en la que se exime a si mismo de ninguna culpa,  y achaca los males a confusas razones basadas en creencias del pasado. 
Desgraciadamente, algo así pasa en los más ilustrados, que no saben hasta qué punto están imbuidos de falsas ideas y soluciones erróneas que llevan a la catástrofe. Se aferran a ellas por confusión o por interés, o por ambas. 
Mantenerse informado es trabajoso y no siempre satisfactorio. Es más fácil captar por donde van las creencias de la gente y explotarlas. La vuelta al orden institucional es muy difícil, aunque ese orden haya sido satisfactorio durante décadas, pero la marcha atrás es casi imposible. La confusión lleva a más confusión. La claridad parece esfumarse, pero, en realidad, la claridad reinaba cuando juzgábamos las cosas pequeñas, armonizadas en un orden establecido. Cuando se trata de valorar el mismo orden social, la complejidad aparece y, paradójicamente, atrae las soluciones erróneas y la confusión. 
Por eso me parece ridícula la crítica de uno y otro signo por la falta de acuerdo parlamentario en España. Nadie se ha parado a pensar en las consecuencias de tal o cual pacto que debería haber formado  gobierno. 
Uno de los errores más crasos es el más alabado: la "Gran Coalición". Como me ha descubierto un amigo (gracias, Luis) la gran coalición hubiera dejado en manos de un partido antisismeta TODA la oposición. Por su parte, el gobierno no hubiera sido más fuerte por estar compuesto por dos o tres partidos con mayoría absoluta, todo lo contrario. Hubiera tenido un desgaste brutal, habría convocado elecciones anticipadas, y los antisismeta se hubieran apoderado de la izquierda parlamentaria. Por supuesto, esa debilidad del gobierno hubiera sido explotada por la oposición al máximo, hasta tener expectativas de victoria y pedir elecciones anticipadas. 
Todos jugamos a que somos muy demócratas porque cumplimos con las instituciones: monarquia, parlamento, ley electoral. Pero, ¿y si esas instituciones son débiles y sucumbieran al cumplimiento de sus propias reglas? La debilidad se autoalimenta. La debilidad del gobierno ante los desafíos nacionales y económicos han traído esta debilidad, cada vez más palpable. No estamos ante un  impasse transitorio, a menos que de repente Europa se ponga a funcionar, y la economía pegue un salto adelante. Porque estas instituciones no son estables más que en el bienestar general. 
Por cierto, si la economía va tan bien, ¿por qué el gobierno ha tenido tanto desgaste electoral? No deja de sorprenderme.

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