"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

miércoles, 12 de octubre de 2016

Ser español

Ser español, es decir, nacer en España o llegar hasta aquí, es un de las cosas menos malas que te pueden pasar. Lo digo en concreto, comparando con el resto del mundo, no en abstracto, desde visiones absolutas y filosóficas complejas. 
Sin embargo, los españoles tenemos el curioso impulso genérico de autoflagelarnos, como decía mi amigo hispanista Joseph Pérez. Me consolaba enormemente que él me tuviera que confirmar que España era un gran país en el concierto de las naciones, y que lo era al menos desde que nació como tal, con los Reyes Católicos, según su opinión unos Reyes magníficos, dignos de celebración, que echaba en falta en este país tan raro que desdeña lo mejor de lo suyo. 
Según la opinión de algunos, ese impulso fue como un efecto boomerang de la Leyenda Negra, que fue el germen del pesimismo español. Yo he leído algunos libros sobre eso, como el que inició la serie, el de Julián Juderías sobre la leyenda negra y su repercusión en España, pero no acabo de entender por qué los efectos de la Leyenda Negra se han extendido hasta hoy. 
España no es Francia, ni Gran Bretaña, obviamente, pero una vez que has nacido aquí también puedes decir que afortunadamente. Una vez que te acomodas a un país, que resulta que habla tu lengua materna, te haces a él como a tu casa. Quizás seas un afortunado, como lo es un francés en Francia o un portugués en Portugal. Es un conjunto de condiciones sencillas pero complejas, que no dan la felicidad pero te permiten vivir con cierta confianza en que, cuando sales a la calle, sigues en casa. Admiro a Francia, pero también a Portugal, me gusta visitarlos, pero me gusta también volver a casa. 
Un día, hace años, estaba con mi familia en Peau, cuidad del País Vasco francés, y hablando como hacemos los españoles, en un tono más alto que los demás, de repente el dueño de un puesto de helados me dijo: - por favor, repita eso que ha dicho, si no le importa. ¿El qué? -pregunté yo desconcertado -. La última palabra, por favor - me dijo. Ni la recuerdo ya; le inquirí ¿ésta? Sí, otra vez por favor... era un exiliado republicano que, junto a la frontera de España, se regocijaba en oír hablar español. ¡Qué bonito! - Dijo encantado, y nos pusimos a charlar. Su exilio era ya voluntario, pues hacía tiempo que se había terminado la Transición, pero supongo que la vida le tenía atado allí. 
Eso es ser español: reconocer que esta tierra es tu casa. Y que vale la pena conservarla y mejorarla como se hace con una casa, que si te gusta no la dinamitas para hacer otra, sino que la agrandas y embelleces con cariño. Y cuando lo haces no se la entregas a un "maestro de obras" llamado Zapatero, o Pablo Iglesias, gente a la que procuras tener lejos de tu casa. 

No hay comentarios: