"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

domingo, 18 de diciembre de 2016

La Eurozona. Salidas y fondos de saco

De mi ya viejo amigo, "El final de la Alquimia" (Mervyn King), sobre la actual situación europea de deudas y países en quiebra. 

La condonación de la deuda es más natural dentro de una unión política. Pero, con historias políticas y tradiciones diferentes, un progreso hacia la unión política es improbable que se consiga rápidamente a través del apoyo popular. 
Dicho sin rodeos, la unión monetaria ha creado un conflicto entre una élite centralizada por un lado, y las fuerzas de la democracia a nivel nacional por el otro; lo cual es extraordinariamente peligroso. En 2015, los presidentes de la Comisión Europea, la Cumbre Europea, el Eurogrupo, el Banco Central Europeo y el Parlamento Europeo (la existencia de cinco presidentes da testimonio de las habilidades burocráticas de la élite) publicaron un informe abogando por una unión fiscal en la que las «decisiones necesitarán ser tomadas cada vez más colectivamente» y apoyando implícitamente la idea de un ministro único de finanzas para la eurozona. Este enfoque de transferencia progresiva de soberanía a un centro no elegido es profundamente fallido y se encontrará con la resistencia popular. Como argumentó Otmar Issing, el primer economista jefe del Banco Central Europeo, y la fuerza intelectual tras el BCE en sus primeros años: «La unión política [...] no puede conseguirse por la puerta trasera, mediante la erosión de la soberanía fiscal de los miembros. Intentar convencer del pago de transferencias generaría riesgo moral por parte de los receptores y resistencia por parte de los donantes». En Europa, en Estados Unidos y en organizaciones internacionales como el FMI, las élites, al buscar la paz, al forzar los rescates y avanzar hacia una unión de transferencias como la solución a las crisis, simplemente han plantado las semillas de la división en Europa y creado el apoyo para partidos políticos y candidatos que anteriormente se percibían como extremistas. Esto no sólo causará una crisis económica, sino también política. En 2012, cuando la preocupación por la deuda soberana de varios países estaba en su momento cumbre, hubiera sido posible escindir la zona euro en dos divisiones, siendo relegados algunos miembros temporalmente a una segunda división con la clara expectativa de que, tras un período de convergencia real de quizá diez o quince años—, esos miembros volvieran a ascender a la primera división. Puede que sea demasiado tarde para eso ahora. Las diferencias subyacentes entre países y los costes políticos de aceptar la derrota se han vuelto demasiado grandes. Lo cual es desafortunado tanto para los países afectados porque algunas veces la promoción prematura puede ser una desgracia, y el descenso, la oportunidad para un nuevo comienzo—como para el conjunto del mundo, porque la eurozona es hoy un lastre para el crecimiento mundial. Alemania se enfrenta a una elección terrible. ¿Debería apoyar a los miembros más débiles de la eurozona a un gran coste sin fin para sus contribuyentes, o debería detener el proyecto de unión monetaria para toda Europa? El intento de encontrar un camino intermedio no está funcionando. Un día, los votantes alemanes se pueden rebelar contra las pérdidas impuestas sobre ellos por la necesidad de apoyar a los miembros más débiles, e indudablemente la forma más fácil de dividir la eurozona sería que la propia Alemania se saliera. Pero la causa más probable de la ruptura de la zona euro es que los votantes del Sur se cansen de la pesada e implacable carga del desempleo masivo y la emigración de sus jóvenes más talentosos. El contraargumento que la salida de la eurozona causaría el caos, caídas en el nivel de vida y continua incertidumbre sobre la supervivencia de la unión monetaria—tiene un peso real. Pero, si la alternativa es la aplastante austeridad, la persistencia del desempleo masivo y ningún final a la vista para la carga de la deuda, entonces, abandonar la eurozona puede que sea la única forma de trazar un camino de vuelta hacia el crecimiento económico y el pleno empleo. Los beneficios de largo plazo sobrepasan los costes de corto plazo. Los externos no pueden realizar esa elección, pero pueden animar a Alemania, y al resto de la eurozona, a hacerle frente a la cuestión. Si los miembros del euro deciden permanecer

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