Pero ha habido unas elecciones que le obligan a seguir un procedimiento, que todos conocemos. Debe ser el Parlamento catalán el que le nombre candidato para que el rey le nombre President. Para ello tiene que pactar previamente una serie de acuerdos, porque no tiene mayoría absoluta, ni siquiera es el más votado.
Pero quiere evitarse todo ese trámite, por la razón operística que ya era presidente antes de las elecciones, de lo que él deduce una legitimidad totalmente imaginaria.
Como es muy posible que Junqueras no le de su apoyo, de nuevo saldrá un gobierno lastrado por una izquierda cerril, pero esto a él le importa un bledo. Arrimadas se lo va a pasar bombo viendo el espectáculo, mientras el artículo 155 sigue vigente y teóricamente impide nombrar a un sujeto golpista como Puigdemont, Forcadell, o Junqueras.
¿Cuanto aguantará este gobierno el pulso a estos locos? En juego está el buen nombre del rey, al que no se le puede hacer el papelón de nombrar a uno de estos pájaros.
Así, no es desdeñable la apuesta. Cualquier cesión pactada puede poner en jaque la monarquía y la Constitución.
Esto no es el último ataque a nuestras instituciones. Como se puede ver en el comentario de Pablo Bastida del post anterior, los independentistas Baleares y valencianos están aculando a la mayoría.
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