"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

lunes, 2 de septiembre de 2019

El gran vacío

 García Domínguez tiene un estimulante, a la par que deprimente, artículo sobre la rentabilidad negativa de ahorro. Estimulante intelectualmente, deprimente para las perspectivas de la Zona Euro. 
Su tesis es que los tipos de interés negativos, que él llama la “eutanasia del ahorrador”, se deben a las contradicciones de construcción del euro, que es una moneda sin un Estado detrás. Con un Estado europeo, los tipos de interés que marca el BCE no tendrían por qué entrar en este mundo surrealista de “Alicia en el pais de las maravillas”, en el que la gente paga por ahorrar, lo que denota un miedo deflacionista para el futuro. 
Pero no hay tal Estado; ni siquiera hay un centro europeo de una mínima Hacienda común que pudiera dar respaldo a emisiones selectivas de bonos de total garantía. 
¿Por qué? Porque eso implicaría transferencias perpetuas de Alemania y otros países al resto de la Zona (tienen mucha mayor capacidad de ahorro), al menos a los paises del Sur, a lo cual se niega en redondo. 
Para no entrar en una crisis del euro como la de 2011-12, que hoy acabaría con él en semanas, el BCE no tiene más remedio que bajar los tipos a niveles negativos, lo que ciertamente disturba la eficacia de los mercados, especialmente a la banca, cuyo negocio depende de un spread positivo entre el corto y largo plazo y una rentabilidad positiva por sus depósitos en el BCE. Si el BCE elevará los tipos ahora, 
 GD dice que si la deuda Italiana o Española entraran en quiebra, el euro sufriría las tensiones que sufrió en aquellos años, y que si no se quiere liquidarlo, hay que mantener una oferta monetaria muy elástica para que le gente - y el BCE subsidiariamente - No deje de comprar tales deudas. 
Por lo tanto, es como decía yo hace poco  una cuestión de una inmensa oferta de ahorro que busca colocarse donde sea más seguro, y la garantía de seguridad la da el BCE solo, sin ayuda de un estado que le respalde eficientemente mediante su propia deuda europea. Traigo aquí sus propias palabras:

En el fondo, se trata de elegir entre los intereses (en el doble sentido del término) de los millones de ahorradores europeos y la continuidad de la moneda común. Una tensión contradictoria que está llamada a permanecer en el tiempo. El pecado original del euro es que nunca en la Historia ha existido una moneda que no tuviese el respaldo de un Estado detrás. Algo que nos ha abocado en la UE a un problema que no tiene ninguna solución viable. Porque la unión monetaria beneficia sobre todo a Alemania. Pero la unión fiscal, que sería lo que garantizaría la estabilidad de la Eurozona en su conjunto tal como ocurre en Estados Unidos, perjudicaría sobre todo a Alemania, de ahí que se niegue en redondo a siquiera considerarla.

Efectivamente, el principal problema del euro es Alemania, que, por cierto, nunca lo quiso. El euro necesita una unión fiscal para, repito, poder emitir en nombre de todos un bono que contaría con plenas seguridades. Esto es más fácil decirlo que hacerlo, pero imaginemos que se hace. Eso no evitaría que Alemania se convirtiera en transferencia de fondos fiscales permanente, por lo que éste país ha de elegir entre esto o consentir que el BCE juegue con tipos negativos. 
Lo malo es si alguna vez se descorcharala inflación, y entonces Alemania seguirá negándose a ceder su soberanía fiscal, pero protestaría enérgicamente por ello y exigiría una política restrictiva del BCE. Eso sería un escenario terminal para el euro, por lo que hemos dicho. Afortunadamente, no estamos en él. 
Por el contrario, el escenario que se presenta es de una  debilidad secular, lo que preanuncia unos tipos de interés cero o negativos muchos años. La otra cara de la moneda es un largo periodo de bajo o nulo crecimiento (Secular Stagnation), con sus consecuencias sobre una productividad marchita, y una nueva ronda de retraimiento de la demografía.
¿Qué hacer? La primera decisión sería contar con una Hacienda común, que garantizara la solvencia de los bonos europeos, ya no nacionales. Se han estudiado varías fórmulas para transicionar a este modelo, pero es claro que nos enfrentamos a dificultades enormes, porque los paises - No sólo Alemania - que tiene sus cuentas en orden, y sobre todo el problema de las pensiones (Holanda, Dinamarca, Austria, Gran Bretaña...) no querrán ser partícipes de una nueva redistribución de la carga de deuda a favor del Sur. El primer paso sería que los paises del Sur enderezaran sus pasivos futuros de pensiones, y homogeneizar sus haciendas con la de esos países, no tanto cuantitativa como  cualitativamente. Las objeciones políticas, especialmente de los populistas, son evidentes: no hay más que echar un vistazo a los programas de los partidos del margen relativos a la política fiscal y a Europa. Aún así, habría objeciones firmes de aquellos países para ceder su poder fiscal a una entidad superior. 
Dicha centralización fiscal facilitaría mucho el trabajo del BCE, tanto en su política actual anti deflacionista como en una hipotética política anti inflacionista, que no se ve en el horizonte. 
Esto no sería más que un primer paso hacia un Estado europeo de verdad, algo irreversible dado el punto al que hemos llegado: la caída del euro sería una tragedia de grandes ondas expansivas que repercutirían en todo el mundo. Irreversible, pero hoy muy improbable, por la negativa rotunda de Alemania & co. El camino está sembrado de grandes cesiones de soberanía, pues es difícil pensar en una Hacienda central sin un Gobierno y un Parlamento de verdad, lo que se antoja difícil con tantas lenguas que componen el tejido europeo, por mucho inglés que hablemos. Sería aceptar por todos que nos gobernaran económicamente desde un centro lejano y no controlado más que muy parcialmente por nuestros votos. Es decir, una Europa burocrática como ahora pero con más poderes, sobre el nivel de impuestos, su distribución, el gasto público y la deuda. 
Un salto en el vacío del que no se puede prever su eficacia. 
Es claro que Europa no puede quedar atrapada en este laberinto si no quiere ser una región decadente. Desde hace treinta años, Europa ha mostrado avances marginales, mínimos, pues los escollos con los que se enfrente son cada vez más resistentes. A lo único que hemos asistido es a movimientos dentro de la burocracia europea, girando sobre sí misma, sin tocar los puntos sensibles que hemos mencionado. Movimientos de poder dentro de, pero no hacia a. No hay conciencia única europea, sino conciencias varias, una por país, cada una de las cuales se declara europeista pero sin coincidencia con las demás. Europa no es un tema electoral vibrante, como se demuestra en las elecciones europeas. Así que aprendamos a convivir con ello por mucho tiempo. 

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