"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

jueves, 2 de febrero de 2023

Objeción fiscal, 1933

De “El color del incendio”, extraordinaria novela de Pierre Lemaitre.

Los trabajos de la comisión avanzaban a buen ritmo. Charles estaba tranquilo. No podía imaginar que lo que iba a cambiar por completo su situación llegaría de un sitio llamado La Coudrine, un pueblecito cercano a Péronne, en la región del Somme, del que ni él ni nadie había oído hablar nunca, pero donde vivía un agricultor llamado Sauveur Piron, que se negaba a pagar sus impuestos. Como muchos campesinos, no estaba dispuesto a «engordar a esos señoritos de París». El miércoles 16 de agosto de 1933, un ujier portador de innumerables notificaciones de apremio llamó a su puerta, acompañado por dos gendarmes, para embargarle bienes hasta cubrir los nueve mil francos que debía al fisco. Los agricultores vecinos acudieron a echarle una mano; después de intercambiar invectivas, los gendarmes tuvieron que batirse en retirada. Volvieron con refuerzos. Los agricultores también... En circunstancias normales, el suceso habría quedado circunscrito a aquel rincón del departamento, pero acabó convirtiéndose en el catalizador de un descontento general que sólo esperaba la ocasión de expresarse. Había sonado la hora de la revuelta contra los impuestos.
Se organizaron manifestaciones. En la segunda quincena de agosto, hubo no menos de cuarenta y cuatro, a las que se sumaron aquí asociaciones de la juventud patriótica y antiguos combatientes, allá sindicatos y corporaciones, acullá antirrepublicanos militantes y en todas partes gente descontenta e indignada que se consideraba expoliada, desposeída, robada. Los grandes culpables eran los impuestos; el gran enemigo, el Estado. El gobierno observaba con preocupación los colores de aquel incendio que no dejaba de ganar terreno. En Sedan, Épinal, Roubaix, Grenoble, Le Mans, Nevers o Châteauroux se concentraron miles de personas. Las fuerzas del orden tuvieron que intervenir en todas partes. Se incendiaron coches y también tiendas; las ambulancias no paraban de ir y venir. En Béziers se tomó una decisión colectiva que estaba en la mente de todos: «Los contribuyentes signatarios llaman a la movilización general para organizar, si es necesario, la objeción fiscal.» Se había pronunciado la gran frase, y no por parte de los comunistas, sino de comerciantes, artesanos, farmacéuticos, notarios, médicos... Muchos contribuyentes se declararon dispuestos a devolver, a su correspondiente diputado, su declaración de la renta sin cumplimentar. El gobierno se veía amenazado por todas partes por una forma desastrosa de revuelta: la huelga general tributaria.
El gobierno se veía amenazado por todas partes por una forma desastrosa de revuelta: la huelga general tributaria.


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