Lo que me quedó de mi trabajo es que las civilizaciones se basan en la evolución de unas creencias. Sobre estas creencias, desde luego religiosas, la sociedad y el estado tratan de tejer un argumentario ad-hoc que justifica el estado de la sociedad y sus leyes, el funcionamiento del poder y su aceptación por el resto, etc. Esto es un proceso largo y complicado, que tarda siglos en avanzar hacia un estadio más o menos aceptable para todos. Al final, sin saber cómo, hay una especie de supremacía militar y económica. Llega un punto en que cunde el escepticismo, se deja de creer en el núcleo básico de aquella religión, y poco a poco se desmorona lo que se había construido sobre ella. Se intenta “racionalizar” el constructo que es el entramado que cementa la civilización, pero ya es tarde.
Al quitar creencias una a una, al cundir el escepticismo, se pone todo en cuestión, tanto la parte mística como la racional, y la Civilización se extingue, generalmente poco a poco, a veces aceleradamente... hasta que unas nuevas creencias se enraízan en el suelo de las anteriores, toman algo prestado de lo anterior, va cuajando una síntesis, y se emprende otra vez el camino del desarrollo en todos los aspectos: económico, social, tecnológico, militar, cultural... de nuevo vuelve a surgir una racionalización, pero están sólo perdura en tanto la parte mística no se deshaga demasiado. Este proceso ha sido magníficamente relatado sintéticamente por Hayek, por ejemplo.
No soy experto en civilizaciones, aunque un poco si en la nuestra, la Civilización Occidental. Lo que tengo bastante claro es que se deduce de la historia: las civilizaciones evolucionan, crecen y mueren. En el transcurso no hay conciencia del proceso, aunque sí sensación de euforia en la cúspide, y de amargos pesimismo en la decadencia.
En la “Decadencia de Occidente” Oswald Splenger compone una gran sinfonía sobre nuestro auge y caída.
Quizás estemos asistiendo al fin de la Civilización Occidental, que desde que empezó a primavear o verdecer, hasta ahora, ha conquistado el mundo, ha creado la economía más opulenta, gracias a haber avanzado incesantemente la tecnología, surgiendo en cada cambio un nuevo horizonte futuro.
Uno de sus mayores logros es haber acabado (casi) con el hambre en el globo, la plaga que ha acompañado a la humanidad durante gran parte de su historia. Desde el comienzo, varios signos de avance son asombrosos, o lo serían si no fuera por la pérdida cultural que se manifiesta, avanza la cada vez más corta la memoria histórica. Pérdida de memoria que lamentablemente están fomentado los gobiernos de nuestros países, inmersos en una lucha denodada por acabar con las ideas y creencias que nos han traído hasta aquí.
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