Como en todo los países de Europa, algunos pocos soñaban con alcanzar la excelencia de la universidad de EEUU, inalcanzable para un país entonces pobre, aparte de que esas universidades inalcanzables eran privadas. Sí, privadas. Algunos españoles destacados en sus estudios podían aspirar a ir allí mediante becas de la administración americana. Yo conocí a algunos de ellos, que me contaron cómo funcionaba esa cosa milagrosa.
“Las universidades americanas, me decía un amigo beneficiario, compiten entre sí para llegar a la excelencia. Se financian con el cobro de un precio a los que pueden pagarlo, pero también tienen acceso los estudiantes brillantes mediante una beca concedida por la universidad, que a su vez se financiaba por aportaciones de fondos e instituciones privadas, receptores éstas de donaciones de gente rica a cambio, o no, de una rebaja impositiva”. Mi amigo consiguió la beca Fullbraith, como otros españolitos, que luego fueron destacados profesionales e incluso premios Nobel, como Severo Ochoa, que, como otros, decía que no podría haber llegado donde llegó si no fuera por EEUU.
(En EEUU la presión fiscal es 10pp más baja que en Europa, pero las donaciones de los más ricos a la sanidad, educación y demás servicios públicos, representan casi ese porcentaje de diferencia. Esto ha sido una diferencia fundamental entre Europa y EEUU: ambas, en los años dorados de 1945-2000, han sido de hecho sociedades socialdemócratas, pero con una mínima carga impositiva en EEUU (cuya presión fiscal es del 18% de PIB, frente al 38% de España).
Lo importante es que las universidades tenían solo un afán, que viene marcado nada menos que por Jefferson, uno de los padres fundadores: la búsqueda de la excelencia para beneficio de toda la sociedad. Se buscaba formar óptimamente a los mejores para que su trabajo posterior tuviera efectos externos al resto de la sociedad, y que la nación estuviera a la vanguardia de la investigación. No es casual que EEUU sea el país con más premios Nobel (errores y corruptelas aparte, que nunca faltan). Tampoco es casual que en EEUU no haya como aquí el odio más o menos patente contra el éxito del rico, que allí se da por supuesto, mientras no haya pruebas en contra, que es fruto de sus capacidades y su esfuerzo.
Con lo que he dicho, es fácilmente visible que aquí sería muy difícil imitar con éxito ese modelo. No son los mismo valores sociales que permiten esa predisposición a que los más dotados triunfen. Además, lamentablemente - aunque seguro que muchos se alegran -, ese modelo claudicó con el tiempo cuando empezaron a cambiar sigilosamente los valores sociales, y comenzó la injerencia de diverso signo, como los cupos reservados a mujeres, a personas de raza negra, o de minorías “perseguidas”, etc., lo que hizo un agujero creciente en el objetivo de la excelencia…
No se han librado, por lo tanto, de los efectos de la infiltración de las nuevas ideas que invaden a nuestras sociedades, como el Woke, Me too, y otros, que han dinamitado por dentro las instituciones básicas para el funcionamiento de la democracia, la separación de poderes, y todas esas ideas que un día fueron el alma de la revolución liberal. Revolución que ha devenido en algo en lo que ya nadie cree, aunque hayamos vivido en una sociedad guiada por esas creencias y sepamos de sobra lo acontecido con otros sistemas políticos.
El caso es que, hace algunos años, en España se intentó imitar ese sistema, pero con un lastre desde la raíz: la intención de muchos para llenarse los bolsillos ante la posibilidad de captar fondos nuevos que luego se distribuirían entre bandoleros. Ejemplo, la llamada cátedra de “Begoña”, con la complicidad de dirigentes corruptos y empresarios no menos corruptos, a la que todavía no se le ha dado el cierre definitivo pese a que ya nadie se atreve a poner dinero.
En definitiva, el gran paso de la universidad hacia la colaboración con la empresa de disponer de más fuentes de recursos y medios, ha sido una carrera, maricón el último, para atrapar los billetes voladores lanzados al aire por taimados empresarios que esperan una recompensa fiscal, o de otorgamiento de un concurso público, etc.
el resultado ha sido, salvo excepciones, una degradación de la calidad de la educación enorme. En este artículo se puede leer sobre una de las innumerables plagas que están matando a la universidad, como es el aprobado general y la salida del centro con la mente en blanco.
Hace años, comentando con unos compañeros estos temas, uno preguntó: “vosotros pensáis que un día sería posible tener una universidad de calidad similar a la de EEUU?”
Todos decían que sí, con rotundidad, aunque alguno dijo que eso era una leyenda, que la española era mejor…
Yo dije que no, por la distinta sociedad en la que están implementadas. Me miraron con frialdad manifiesta, y alguno me preguntó qué tenía de decisivo que fueran privadas… efectivamente - contesté -, no es el único condicionante decisivo.
4 comentarios:
No puedo abrir el enlace
Todavía estoy impactado por esto. Cuando crees que más bajo no pueden caer, te sorprenden. Me cago en la puta democracia española y en todos sus muertos.
https://vm.tiktok.com/ZGdJN5SdD/
Jajajaja
Bah, Pablo, d’not worry, ya queda poco…
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