"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

jueves, 10 de abril de 2025

La Gran Armada europea

La Gran Armada europea

 

Luis Garicano tiene un excelente post sobre cómo debería Europa enfrentarse al peliagudo, acaso imposible, problema financiero de montar un ejército eficaz en previsión de futuros ataques de diversas potencias extranjeras. Empieza por descalificar el programa propuesto por la Comisión como completamente inútil y ruinoso, por adolecer de una mínima estructura empresarial eficiente con economías de escala.

 

“El plan de la Comisión no aborda un problema fundamental: las naciones europeas gastan el presupuesto de defensa de forma ineficiente. La razón es la importancia de las economías de escala en defensa, y de ahí el papel clave que desempeña la contratación unificada. Como dice Garicano,

“En primer lugar, la producción de defensa se beneficia inherentemente de las economías de escala debido a los elevados costes fijos en investigación, desarrollo y producción. Cuando Europa mantiene múltiples sistemas paralelos (12 modelos de tanques diferentes en comparación con uno en Estados Unidos), cada país asume estos costes fijos por separado, lo que reduce el poder adquisitivo de cada euro gastado. Cada pequeña producción impide que los fabricantes bajen la curva de costes.”

 

A largo plazo, la innovación tecnológica reduce los costes fijos medios (y por ende los costes medios), pero a corto y medio plazo, un aumento del volumen de producción se traducirá en un aumento del coste medio y marginal. La producción armamentista tiene unos costes fijos medios enormes (instalaciones y maquinaria), y por ende unas economías de escala no asequibles para cada uno de los países; por lo que plantearse el aumento del gasto en ejército como simple suma del esfuerzo de cada uno de los países tendría graves consecuencias a largo plazo sobre los presupuestos de todos, en un momento en que los países miembros de la UE están seriamente endeudados. Por el método simple de sumar gastos de cada país no se obtiene el resultado buscado más que a un coste muy superior a los 800 mil millones de € estimados, debido a que la suma de costes fijos/país sería mucho mayor que el coste fijo de una producción centralizada. 

No hay más remedio que explorar otras alternativas, una de las cuales es la que propone Luis Garicano. Esencialmente, es un modelo existente que trata de centralizar las decisiones y que cada país produzca coordinadamente bajo ese criterio de eficacia. No obstante, el propio autor citado no deja de mencionar algunos “caveats” que pueden dar al traste con este plan.

Por ejemplo, es difícil no imaginar que algunos países se pueden comportar como “polizones”, es decir, no cumplir con su contribución asignada, arrastrar los pies, contabilizar como gasto en defensa partidas que no tienen nada de defensivas (como Pretende hacer España, contabilizar gasto de medio ambiente y transporte como militar); o países, como Hungría, que se siente más inclinado del lado de Rusia, se aprovecharían de la aportación de los demás para mejorar sus defensas nacionales. En palabras del autor citado, 

 

“En segundo lugar, los países podrían intentar minimizar sus contribuciones mientras se benefician de la seguridad proporcionada por otros, un problema conocido en los debates fiscales de la eurozona. El sistema de voto ponderado otorga mayor influencia a los grandes contribuyentes, pero no puede eliminar el oportunismo (véase el intento actual de España, mi país, de reclasificar el gasto en medio ambiente y transporte como defensa).”

 

Otra cuestión, quizás la más importante:

 

“En tercer lugar, quizás el desafío más fundamental: durante una crisis grave, ¿cumplirían todos los miembros del EDM con sus obligaciones? A diferencia de las preocupaciones anteriores, este riesgo no puede mitigarse por completo mediante el diseño institucional. Si bien el EDM se centra en las adquisiciones más que en las operaciones, la propiedad conjunta de activos estratégicos y la dependencia de fabricantes de armas externos al Estado-nación crean dependencias mutuas que algunos países podrían encontrar incómodas en situaciones extremas. Esta sigue siendo una tensión inherente a cualquier acuerdo de defensa multinacional que no esté vinculado a una unión política.”

 

Hay otras potenciales adversidades: no se dice, pero existe la simple posibilidad de que el ánimo patriótico-belicista europeo, que hoy brilla por su ausencia en una buena parte de la UE, no llegue nunca a consolidarse. Esto de el arrojo bélico puede parecer un mito de tiempos remotos, pero la historia de las guerras y sus estudios más brillantes muestran que esto es un componente esencial de la ecuación; no hay más que leer a Clausewitz

 porque la voluntad humana nunca extrae su fuerza de sutilezas lógicas.

Esto no se suple con dinero, que por cierto no hay. Además, en la guerra no te enfrentas a riesgos calculados, sino a una apuesta grandes zonas inciertas. De nuevo Clausewitz:

“La guerra es el reino de la incertidumbre; tres cuartas partes de los factores en los que se basa la acción están envueltos en una niebla de mayor o menor incertidumbre.”

(Esa incertidumbre no sometida a probabilidades, que para Keynes era el peor enemigo de la inversión…)

Dicho todo esto, además existe otro caveat aún más importante: ¿es realmente tan amenazante la amenaza rusa? Esto es muy discutible y cuestiona la actitud tomada por los mandatarios europeos. Pienso lo mismo que dice mi amigo Clemente Polo en un magnífico artículo 

 

“Uno se pregunta si realmente, como sostiene Rutte, “la situación [en Europa] no pinta bien” y “no hay ninguna duda de que es la peor de toda mi vida y sospecho que de las suyas también”. No me corresponde valorar las apreciaciones subjetivas del secretario general de la OTAN, nacido en 1967 y quizá demasiado joven para opinar de forma tan categórica, pero si me atrevo a decir que dar por sentado que el resto de los europeos compartimos su valoración de la situación internacional es una hipótesis completamente gratuita, y que su percepción del alto riesgo que entraña carece de fundamento algunos. En realidad, muchos europeos tenemos la impresión de haber vivido situaciones bastante más complicadas que la actual como, por citar un caso, la crisis de los misiles de 1962. Resulta, además, inverosímil otorgar credibilidad a la amenaza rusa que se cierne sobre la UE, porque si alguna conclusión positiva cabe extraer de la guerra en Ucrania es que el ejército ruso ha ido incapaz de ganarla en tres años de feroces combates. Ningún europeo con dos dedos de frente puede pensar que Putin, después de la dura experiencia en Ucrania, está planeando abrir un frente de miles de kilómetros a lo largo de toda su frontera desde Finlandia al Mar Negro.”…


“Incluso quienes no compartimos su concepción mafiosa de las relaciones internacionales, reconocemos que la llegada de Trump a la Casa Blanca ha aportado dosis de realismo y sentido común al cuestionar la continuidad de la guerra en Ucrania, y la sola perspectiva de poner fin en breve a la masacre en Centroeuropa constituye una magnífica noticia para todos los europeos en general, pero sobre todo para quienes han estado librando una guerra de atrición que ya se ha llevado por delante a decenas de miles de combatientes de ambos bandos y va a dejar un país arrasado que tardará décadas en recuperarse. La guerra ha constituido también un desastre económico para los países europeos que han aportado 132.000 millones, 62.500 en ayuda militar y 72.000 en ayuda humanitaria, y han padecido fuertes elevaciones de los precios de la energía, los fertilizantes y los cereales que han asestado un duro golpe a todas las economías de la UE, muy especialmente a la alemana, por su enorme dependencia del gas ruso hasta febrero de 2022.”

 

No tengo nada que objetar. Yo creo que Luis Garicano, indudablemente un gran economista, yerra al admitir pasivamente la desafortunada visión estratégica de la UE y de la OTAN. Afortunadamente, la ampliación de esta última para meter a Ucrania se ha volatilizado gracias a Trump, y debemos aferrarnos a eso, en contra de nuestros tristes mandatarios europeos de repente belicistas que parecen desear una guerra. Europa debe pensar serenamente sus opciones, que no son tantas. El peor arranque ha sido enfrentarse a EEUU, como si esto fuera una cuestión de derechos históricos. No ha derechos de las naciones, pese al los reiterados intentos de implantar un Derecho de Guerra.

Garicano propone un solución que, aparentemente, mejora la eficiencia del enorme gasto militar, sin embargo, el cual es realmente una amenaza que podría llevarse por delante la UE. Mientras el proyecto Draghi de 800 mm € (curioso, la misma cantidad) en inversiones productivas era viable, este gasto bélico, por el contrario, sería mayoritariamente improductivo, y pondría en peligro millones de vidas, traería ruina, enfermedades pandémicas, y nos puede meter en un círculo infernal de inflación y contracción al más mínimo contratiempo. Europa no es una nación, ni una nación de naciones.

Es posible, aunque improbable, que la UE llegue a ser una unión política, pero eso no sería una unión nacional se la llame como se la llame. Se puede ganar en eficiencia por medios pacíficos, pero una guerra me temo que sería un acercamiento a la tercera guerra mundial, probablemente la última, y sin muchas probabilidades para Europa de salir con bien. Algunos aventureros y jugadores de ventaja piensan que van  a enriquecerse con una guerra más. Eso sólo pasa cuando la guerra se juega en otra parte alejada del mundo. En una guerra total los pocos enriquecidos por tráfico de armas disfrutaría en todo caso de su fortuna en un búnker cerrado para siempre al aire exterior. 


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