La carrera por la supremacía económica y militar
El 2 de abril, famoso día de la “Liberation Day”, Trump dio una patada al tablero de juego mundial y empezó a redefinir unas nuevas reglas en lo político y económico. Aparentemente, era un guerra comercial para corregir el enorme déficit exterior de EEUU, pero puede haber también un fin estratégico ligado a la IA y su importancia vital para primacía militar, campo en el que China se estaba acercando demasiado. Si se lee bien la declaración oficial, la subida de aranceles busca los siguientes objetivos:
- Protección de industrias críticas (como el cobre para la defensa/tecnología).
- Impulsar la producción nacional (reformación de la fabricación).
- Abordar la seguridad nacional (reducir la dependencia extranjera).
En palabras de la mencionada fuente un poco más adelante (Niña Schick),
“Estamos en una nueva era geopolítica. Las viejas certezas están terminando. La tecnología está comprimiendo el espacio y el tiempo: el mundo se verá muy diferente dentro de cinco años. El dominio de la tecnología será decisivo para determinar quién tiene el poder en lo que surja a continuación.”
En definitiva, la guerra comercial de Trump no es sólo comercial, sino también estratégico-militar, para preservar su hegemonía mundial antes de que China le adelante, como nos explica brillantemente Nina Schick. (Ver tb Rafael Dezcallar, embajador de España en China ). Es la última ratio que puede explicar racionalmente la guerra de los aranceles, que es una maniobra con tres objetivos destacables: acabar con la globalización y sus consecuencias; recuperar el capital industrial que inició su fuga al iniciarse la globalización. Este capital sería muy diferente al que se marchó: sería un capital de última tecnología, incluida la IA, lo cual redundaría en nuevos puestos de trabajo, de mayor productividad y, por ende, mejora salarial para los americanos. Por último, cerrar el grifo del déficit exterior de EEUU, el país adelantado más endeudado, quizás porque ha sido de los pocos en tomarse en serio y cumplir con el compromiso de desarme arancelario.
¿Por qué los aranceles? Porque así restablece un equilibrio perdido con la globalización, que pregona la libertad de comercio, pero que casi nadie ha cumplido. La Globalización ha sido un estruendoso fracaso, del mainstream económico en primer lugar, y del juego sucio que se le ha permitido a China durante decenios. Es duro decirlo, pero en la globalización, la ortodoxia académica fracasó estrepitosamente, porque la realidad es distinta que los impecables y pulcros modelos matemáticos. La globalización tendría que haber repartido sus beneficios con todos los sectores, beneficios y salarios, como fue en los años 1945-80: entonces los salarios crecieron las mismo ritmo que la productividad (y por ende los beneficios). No ha sido así porque la industria de EEUU aprovechó la globalización para deslocalizarse en busca de una mayor benignidad fiscal y salarial. Desde luego, la productividad aumentó, pero los salarios de los países maduros ya no crecían al mismo ritmo que la productividad. Esto creó una nueva clase de desheredados, que son, por cierto, los que han votado a Trump.
A eso se añade el papel de polizón jugado por China en la libertad de comercio. En el gráfico, una imagen del truco empleado por China, durante décadas, para tener el viento a favor en sus exportaciones: una devaluación sostenida del Yuan que empezó cuando China fue introducida en el OMC (organización mundial del comercio), cuyas leyes en cuanto apertura de sus mercados y Fair Play en sus precios incumplió desde el principio (el gráfico son los remimbis por dólar. Cuanto más alto más devaluado).
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Esta política de saltarse los acuerdos de la OMC, base fundamental de la Globalización, fue escondida bajo los estruendosos aplausos del mainstream de la economía, unánimemente partidario de la globalización; teoría imposible de refutar en aquellos años de la fe en las ventajas para todos del libre comercio.
Pues esta política mercantilista de China de dio origen a lo que se ve en el siguiente gráfico: la enorme “tesorería en divisas” acumulada por China en
aquellos años de devaluación artificial (no hay pista más segura para saber si un tipo de cambio está manipulado como la foto de los movimientos de reservas), articulada en torno a unas entradas de divisas que le permitían tener una posición neta de inversión internacional más que aseada.
Con estos capitales China se permitió hacerse con, o posicionarse en, países y lugares de valor geoestratégico*.
Sí, hemos pecado de tontos. Hemos alimentado durante décadas opíparamente al monstruo. Hasta que ha llegado Trump y nos ha descubierto que la globalización era una trampa mortal de la que solo se beneficiaba China (y algún otro): EEUU es el país desarrollado más endeudado del mundo, como se ve a continuación.
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En opinión de Trump, había que terminar con eso, porque China se estaba fortaleciendo peligrosamente. Por eso Trump dio una patada al tablero. He ahí las verdaderas intenciones de las decisiones del “Liberation Day”: primero, acabar con la globalización donde muchos jugaban con cartas marcadas (otro ejemplo, Alemania, que llegó a tener una posición neta internacional enorme).
Una vez dado el tratamiento de electrochoque, Trump ha dicho que su intención es negociar con cada país una rebaja de arancel que le ha tocado en suerte: negociará uno a uno las condiciones que le interesan. Y su objetivo más próximo es reindustrializar EEUU, pero en una industria renacionalizada, que fabricará las ingentes cantidades de componentes que necesita la IA. Porque la IA no es una cosa aérea, necesita enormes cantidades de productos de ingeniería, energía, mano de obra especializada y materias primas que son determinantes y no se encuentran en todo el mundo. Con los aranceles Trump reorientará el comercio de los demás a su conveniencia. Así cumpliría con su promesa electoral de re industrialización, pero con la vista en una industria renovada y necesaria.
Algunos políticos ha puesto el grito en el cielo: “esto es un ultraje”. Esto no tiene nada que ver con la ética y la justicia. Tampoco tiene nada que ver con la economía hasta ahora en vigor, ya obsoleta. Entramos en mundo nuevo; Trump es un nacionalista que piensa en modo EEUU. Y ante el riesgo geo estratégico de que China se haga con la vanguardia de la IA (por ejemplo, invadiendo Taiwán), y por ende, la supremacía militar.
¿Y nosotros? Nosotros, los europeos, deberíamos pensar fríamente la respuesta, pero de momento nos lamentamos y lanzamos grandes jeremiadas, mientras nos acercamos peligrosamente al tercer mundo, con nuestras grandes catedrales, Museos, muchos repletos de arte subvencionado , que cada vez menos gente visitará, porque la Globalización se acaba. Tour que, por cierto, no brillará por su IA, pues no la producimos, y su oferta tiene pinta de que va escasear y fuera de los mercados. En realidad es que la UE hace tiempo que cayó en la irrelevancia, lejos de aquellos tiempos en que podía desalojar cualquier mandatario que se saliera de la norma. (Creo recordar que la última vez fue cuando obligaron a Zapatero, presidente del gobierno de España, a rectificar 180º su política económica cuando la primera de riesgo de la deuda soberana había alcanzado un nivel insoportable). Esto fue en 2012, pero parece que han pasado décadas…
Trump se da cuenta de que sus aliados de antaño, sobre todo Europa, “no dan la talla”, además de costar no poco dinero sostener su seguridad (que en en 80 años nos hemos permitido desdeñar y no contribuir a su mantenimiento).
Los datos del retraso de la UE son lamentables: como se puede ver aquí, mientras ha superado todos los límites de su regulación burocrática, ahora resulta que su nube informática está en las empresas norteamericanas del ramo (las multinacionales a las que acosamos con nuestros reglamentos), pues la UE no se ha molestado en abrir su propia empresa.
Por otro lado, EEUU tiene el riesgo llamado China, que está en una coyuntura económica difícil (gran crisis inmobiliaria, por lo que no puede replicar a Trump rápidamente). Además, Trump sospecha que Rusia es un país muy dañado por la guerra - la cual, decía Putin en 2022, iba a durar unas semanas -, y que puede ser un “compañero de viaje” eventual para hacer a China el camino hacia la supremacía más pedregoso. Por fin, Trump sabe de sobra que la globalización ha sido el talón de Aquiles de EEUU, por lo que su primerísima decisión es acabar con ella. ¿Qué mejor que una guerra de Aranceles para darle la puntilla?
Lo que no podemos saber hoy si está maniobra sorprendente va a llegar a buen fin. Es decir, si el capital industrial fugado va a repatriarse, si va a haber una reindustrialización que cree nuevos puestos de trabajo ligados a mejores salarios, y que el poder geoestratégico frente a China avance significativamente.
IA = Primacía Militar, a la que China se ha acercado peligrosamente. Ese es el lema de Trump apropiado para la iniciación de una Nueva Era.
Parodiando aquella frase clásica, No es la economía, estúpido, ¡Es la geoestrategia!
(*) lo mismo se puede decir de Alemania, gracias a que el euro impedía que Alemania se revaluase. Por ello consiguió un superávit exterior del 70% de su PIB.
5 comentarios:
Y aquí estamos pensando en cerrar las pocas nucleares que tenemos...
Jajajaja, las nucleares, qué problema!
Y ahora, un poco de todo. Me ha parecido una lectura fascinante.
https://www.elmundo.es/economia/macroeconomia/2025/04/06/67eff9a9e4d4d8cb5f8b45a7.html?utm_medium=Social&utm_source=Twitter#Echobox=1743962956?utm_campaign=twitter
Ya lo leí. Me lo creo
Un artículo muy claro que nos muestra la estrategia y los objetivos de Trump.
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