"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

domingo, 10 de mayo de 2009

El camino

No pierdan el tiempo. Si quieren encontrarse a sí mismos, lean a los clásicos. ¿Qué quienes son? Los clásicos son el espíritu de una nación, expresada en su lengua. Si tenemos en cuenta las grandes lenguas y sus clásicos, es un fondo inagotable. La ventaja es, además, que ese canon no es rígido: encontraremos la cura que nos conviene a cada uno de nosotros, y seguiremos pronto el camino personal que el destino -nuestro carácter- nos ha trazado. Un día a lo 17 años, gracias a un plan de estudios bien hecho, entré en contacto con Unamuno, Azorín y Valle Inclán. Ese es mi pequeño Canon inicial,que jamás me ha abandonado. No quiero decir que haya que empezar por ahí, sino que a partir de una base endeble y azarosa, se inicia un camino que no hace falta -o simplemente no se puede- compartir con nadie. Soy un lector sin sistema: lo que me gusta me hace descubrir nuevos mundos, con apenas información "objetiva" -crítica profesional- que apenas leo. Prefiero la sugerencia de un clásico, que suele ser un autor muerto que recomienda a otro también muerto, que un libro crítico sobre los pros y contras de tal o cual autor. Me aburre. Así he llegado a conocer personalmente a los antiguos clásicos, los de verdad, los que iniciaron los primeros pasos de esta civilización. Es una emoción especial leer a un autor de hace 25 siglos que seguramente no sabía que iba a perdurar en los avatares de la historia. No se crean, que su fama no perdura por necesidad, y hay muchas obras que se han perdido en un pozo sin fondo, y cuya existencia conocmos por una mención en otra.
Es por ello paradójico que lo autores clásicos sean encontrables en la calle, en los Kioskos, en muy buena edición. Esto quiere decir que hay gente que los compra, y algunos pocos lo leerán. Y unos pocos de esos sentirán esa emoción de aproximarse un clásico que resulta entendible, cercano a través de los siglos.
Las generaciones un poco anteriores a las nuestras tenían un bagaje que ya no existe más que en el especialista, quien, por su parte, se ha convertido e alguien aburrido y funcionarial que no sabe transmitir sus conocimientos. Y no aspira a ello: aspira a trepar por la cucaña política (esto es distinto en el mundo del inglés, donde el mercado de la difusión es oceánico y de una calidad inigualable.) Sabían, las generaciones del 98 al 54, lenguas clásicas, y eran capaces de escribir en ellas. Su "calidad de pagina" en un español terso, sencillo, pero brillante, se ha perdido para siempre.Dejarse llevar por la "mano invisible" que te va señalando suavemente citas o referencias en un libro que lees, es una manera de crecimiento personal -o, como decía Unamuno, de "hacerse un alma"; nuestro fin, según él- que no puede comprarse con otro basado en la autoridad de cursillos de universidades de verano. En esto, ser autodidacta, es aconsejable.Habrán observado que he citado a pocos autores. ¿Platón o Aristóteles, Séneca o Marco Aurelio, Cicerón o César, El Evangelio, Unamuno, Proust, Galdós, Azorín, Emerson, Borges, Milton, Homero, Schopenhauer, Goethe, Montaigne... Da igual el orden en que lleguen, el azar es la más segura guía. Unos me hicieron descubrir a otros, pues todos son lectores enormes. La única regla es un hecho: que no hay autor grande que no tenga en cuenta a los demás, los que a él le han alimentado. Sus libros están llenos de referencias, de sorpresas, y su riqueza no es la brillantez razonadora, sino la emoción que nos descubre.
Los libros, esos compañeros arrinconados y llenos de polvo, nos eseñan sobre todo nuestro mapa emocional, y mediante la emoción descubrimos, sin que nos lo digan, el bien y el mal. Algo que no se puede enseñar con silogismos.

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