"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

jueves, 9 de septiembre de 2010

La economía moderna se basa en las expectativas como factor que mueve las decisiones y cambios de decisiones. La economía es principalmente decisión intertemporal: decisión sobre cómo se piensa que se van a comportar un grupo de variables decisivo y, sobre todo, los demás. El parado que busca trabajo mira a ver cómo están haciendo los demás parados; el empresario mira a sus competidores. Si uno se equivoca en la elección de ese grupo, o en su predicción de comportamiento, Pierde. No hay nada que garantice el resultado, que es probabilístico. Salvo, claro, que el agente sea el sector público. Hay una línea divisoria en economía: antes y después de Lucas, que fue el que puesto esta pieza fundamental en la economía.
El futuro es inevitable, no lo podemos rehuir, decidiendo qué carrera elegir o en qué colocar mis ahorros, o en ampliar o reducir plantilla o capacidad de producción.
Las expectativas son la pieza básica de la economía, mendrugo, lo quieras o no. Los auges y las caídas son fruto de expectativas erróneas. Y cuando esos errores son generales y afectan a todos, hay grandes probabilidades de que el optimismo (auge) y el pesimismo (depresión) se retroalimenten. No es un comodín, es una variable imposible de medir, pero que existe (si no no seríamos humanos).
El estado de las expectativas es contagioso, como estoy leyendo ahora mismo en un paper de un tal Andrew Haldane, del Banco de Inglaterra. Y hay muchos registros históricos que demuestran que las expectativas no responden a los fundamentos, sino a los sentimientos de auge y caída, a los que intensifican a su vez. Lo cual pone en entredicho la racionalidad de los agentes,que, si hubiera, haría que los precios de los activos convergieran hacia sus fundamentos (valor actual descontado de la corriente de rentas futuras).
Las expectativas están en la historia de la filosofía, ya sea luchando contra ellas, como nocivas para la felicidad (Estoicismo, Epicureísmo, Cristianismo: los lirios del valle no se cuidan de sí mismos, etc). Lo cual hace que la mayoría de las religiones no hayan asumido la naturaleza humana ni de lejos. En realidad somos pura expectativa y elección, todo el rato, segundo a segundo, como decía Ortega y Gasset. No somos otra cosa. Expectativa y elección. También Pascal tenía unas hermosas palabras explicando por qué el hombre no puede ser feliz si no es con Dios. Las expectativas, la intranquilidad, la frustración, son el juego de la rueda de la fortuna con que los Hindúes describían el (inútil) apego a la vida y la lucha contra él que había que emprender para mejorar en las sucesivas  reencarnaciones.
Esté atento, hombre anónimo, que el hombre no es una máquina, si acaso una máquina de anhelar, y esa es la base de las expectativas, maquinaciones, y confabulaciones, unas veces productivas, como cuándo se emprende una empresa que da trabajo, y otras destructivas, como cuando se emprende una guerra.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Una cosa es tener en cuenta las expectativas y otra emplearlas como comodín para cuadrar toda teoría con la realidad.

www.MiguelNavascues.com dijo...

y una cosa es tener ideas propias, y otra tener dogmas en la chola.

Anónimo dijo...

Ya, como tus dogmas de que la solución es bajar los tipos de interés. Cuando eso no funciona, como en Japón, siempre puedes hablar de expectativas, así nunca te equivocarás. Eres como los marxistas.