"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

sábado, 12 de marzo de 2011

La (pen)útima salida

En la crisis el SME de 1992, se descubrió que los tipos de cambio que estaban dentro del SME -antesala del euro- eran más atacados por los "especuladores" cuanto más alta tasa de paro tenían. Países como Francia, que tenían un superavit exterior (gracias a una política de austeridad del gobierno socialista llamada desinflacionista: ajuste de costes internos sin ajustar tipo de cambio), vieron atacadas sus monedas sin compasión.  Suecia intentó resistir a los bravo: elevó su tipo de interés monetario al 650% (sic) pero el palo fue tan duro que aguantó un día. España, con un paro cercano al 23%, y que -como siempre- poco antes había sido el orgullo del SME- fue ferozmente atacada y la peseta hubo de devaluar (tres veces). Los burócratas se mesaban los cabellos, se rasgaban las vestiduras de indignación, y no querían ni oír hablar (emplearon la censura) de que la tasa de paro propiciaba una devaluación del tipo de cambio. Sin embargo, era totalmente lógico. Williamson, un economista canadiense, había desarrollado modelos en los que demostraba que no había un tipo de cambio fijo de equilibrio, que la balanza de pagos no era determinante del tipo de cambio, y que una alta tasa de paro, que sugería unos tipos de interés bajos para subir la producción y el empleo, tenderían a devaluar la moneda.  En definitiva, cualquier desequilibrio macro tendería a poner en duda un tipo de cambio fijo; más si mantener dicha paridad exigía unos tipos de interés incompatibles con el paro; más más, si la Balanza exterior era excedentaria, pues eso daba más margen para bajar los tipos de interés.
Pero eso no se podía decir, pues, con ese modelo, si un país como España, con la tasa de paro siempre más alta que los demás, su moneda siempre sería susceptible de depreciarse. Y, ¿Cómo íbamos a llegar al euro con esas presiones constantes?
Se decidió que lo importante era llegar al euro, y lo demás era secundario. Por lo tanto, los "modelos" fueron vueltos del revés, y el empleo no tenía nada que ver con el tipo de cambio.
Ahora vuelve a pasar lo mismo, pero peor: el paro, que en la primera mitad de la última década estaba a un nivel aseado (8%),   ahora, con la caída de la demanda, se ha puesto por encima del 20% y sigue subiendo. Recuerden el gráfico de ayer: el paro en España, hace 5 años, ¡estaba por debajo del alemán! ahora, el alemán está más bajo que nunca, y el nuestro más alto que nunca. Según Williamson, y cualquier economista de hoy, un ajuste cambiario a favor de Alemania y en contra de España haría el ajuste mucho más fácil.
Otra vía, la novedosa, que nunca se ha probado pero que dicen que es la "buena", es:
1)- España adopta el modelo laboral alemán.
2)-España ajusta internamente sus salarios nominales a la productividad, para que el coste laboral unitario no sobrepase el de Alemania (parece ser que Zapatero ya lo ha tragado).
A cambio, Alemania acepta aumentar el fondo de Estabilización (esto es ponerse a los pies de los caballos, pero bueno).
Dejando el problema de los 2,5 billones € de deuda exterior, y centrándonos en el "modelo" laboral, creo que es intuitivo que nosotros no vamos a ser nunca, ni tecnológicamente, ni institucionalmente, capaces de competir con Alemania en sus producciones punteras que exporta al mundo. Luego siempre estaremos en una RRI adversa con Alemania: siempre tendrá la especialidad de productos de gran calidad, muy rentables y demandados. Luego, si el BCE sigue básicamente una política monetaria afín a Alemania, siempre será inadecuada para nosotros: estaremos en gran desventaja. Tampoco podremos competir  en los mercados alemanes con productos más asequibles pero ya hechos en China y otros países a más bajo coste. No podemos aspirar al estatus de Finlandia, que se ha hecho con una de las grandes marcas de telefonía móvil, y otros productos de gran diseño. Y forzar esto a través de la iniciativa pública, como ya se ha intentado, será un fracaso como siempre que se ha intentado.
Nos queda competir con otros países que se han hecho con las líneas de producción deslocalizadas de Alemania, como los países del Este, lo cual nos exigirá un esfuerzo de reducción de costes laborales, pues estos países tienen menos salarios y, sobre todo, no han sido todos tan tontos como para meterse en el euro. Ellos tienen, por ahora, más vías de ajuste que nosotros. Pero parece ser la (pen)última salida.
Nuestra reducción del paro nos cobrará un peaje señorial: nos exigirá tener una renta menor, una demanda menor de importaciones, un menor nivel de vida, por lo tanto. Mientras nuestra productividad esté tan estancada como lo está, mientras en los países del euro crece, tendremos a acostumbrarnos a bajar nuestras pretensiones. Recuerden: en los años locos de la renovación tecnológica, España fue de los pocos países, sino el único, que no tuvo aumentos de productividad. Como se ve en el gráfico del Conference Board, la producción en España es casi totalmente debida al empleo, lo cual deja muy poco a la productividad. Si los grupos sindicales aceptan ajustar salario a productividad, se ha ganado la primera mitad del partido. Ahora hemos de buscar el aumento de ésta en líneas de productos que no sean adecuadas.

Y si no, nos queda tomar la sugerencia del Nobel Pissarides: Si no exporta, no hace falta que España importe tanto...

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