Los que reclamamos la necesidad de España de tener su propia política monetaria, lo hacemos porque serias razones:
1) Creemos (o creo, porque no creo que haya más) que España NO tiene una cultura económica competitiva. No somos alemanes ni americanos. La prueba del nueve es que llevamos 40 años reformar la ley laboral herededada del dictador, y lo único notable ha sido el contrato eventual. (Eso llevó a Jesus Mosterín a preguntarse ¿Era Franco de izquierdas? con todo el sentido del mundo.) 40 años para abandonar una ley de un régimen odiado por la izquierda, pero que se agarra a la legislación laboral como si fuere suya, es para hacérselo ver.
2) Eso me lleva a hacer una apuesta: No me creo que nosotros mismos, a pecho descubierto, nos "deflacionemos" y recuperemos la competitividad internacional. Dicha competitividad no es un nivel ya puesto; es una variable que va moviéndose -un blanco móvil- y no va a esperar que nosotros hagamos nuestro alarde. España, desde que su madre la parió, ha devaluado (o revaluado) para ajustar sus precios y salarios de manera indolora. Por eso llama Krugman a los anti-devaluadores "fanáticos del dolor".
3) Si EEUU, el mercado laboral más flexible, no le ha servido para apenas crear empleo, y ha necesitado de una devaluación del $ para reducir la sangría exterior (como veíamos en el post anterior), por qué nosotros no? ¿Por qué íbamos a ser más sabios que ellos en nuestra devaluación intena que nos propone todo el mundo?
4) Porque nadie es tan sabio, ninguna sociedad lo es. Ninguna sociedad puede instantáneamente ajustar sus millones de contratos, de salarios y precios, y acertar a la primera todos a la vez con el nivel óptimo. Y un proceso de tanteo no generaría un proceso hacia el optimo: la reacción de unos al ver lo logrado por otros no sería de resignación. Como decía Friedman en 1953, es más fácil ajustar el tipo de cambio.
5) La deflación interna tiene complicaciones insuperables. Lo que cuenta es el ajuste real, pero no respecto al IPC interno, sino a los precios exteriores. ¿Qué le importa al exportador que un agente se haya ajustado el salario real deflactado por el IPC? para él el precio al que exporta es el que le importa. Es fácil ver que en España eso son meses, o años, de negociaciones estériles. Blanco móvil: el acuerdo, defectuoso, se alcanzará cuando ya hayan cambiado los precios exteriores.
6) Las condiciones para alcanzar el éxito son irreales. Un "auctioner" o subastador, que dotado de presciencia, supiera de antemano los millones precios de equilibrio finales y los anunciara a los interesados para que eligieran "lo tomas o lo dejas". Eso no existe, es una ficción del mismo calibren que el juicio final, en el que a cada uno se le recompensará por sus méritos sin fallo alguno.
Como decía Keynes, lo que atañe a los demás nos interesa, y si vemos un precio inesperado rezongaremos -nuestros representantes- para alcanzarlo. Habrá fricciones y paradas, vueltas atrás, retrasos, reinicios, etc.
Un gobierno podría intentar imponer su criterio, que, bueno o malo, tendría la virtud de la simplicidad: Grecia lleva un año intentándolo y no lo ha conseguido. Zp tampoco. (Mientras, por joder, ha metido a Bildu en los ayuntamientos.) Lo normal es esperar desde la oposición el gobierno fracase, para desbancarle: es lo que ha hecho el PP. Es así el juego político.
7) Finalmente quiero mencionar las consecuencias de ese camino: Grecia, Irlanda, Portugal, están contrayéndose mientras su deuda aumenta. Las "autodeflaciones" tienen una morbosa tendencia a la contracción, lo que hace aumentar el peso de la deuda. Qué fastidio.
1) Creemos (o creo, porque no creo que haya más) que España NO tiene una cultura económica competitiva. No somos alemanes ni americanos. La prueba del nueve es que llevamos 40 años reformar la ley laboral herededada del dictador, y lo único notable ha sido el contrato eventual. (Eso llevó a Jesus Mosterín a preguntarse ¿Era Franco de izquierdas? con todo el sentido del mundo.) 40 años para abandonar una ley de un régimen odiado por la izquierda, pero que se agarra a la legislación laboral como si fuere suya, es para hacérselo ver.
2) Eso me lleva a hacer una apuesta: No me creo que nosotros mismos, a pecho descubierto, nos "deflacionemos" y recuperemos la competitividad internacional. Dicha competitividad no es un nivel ya puesto; es una variable que va moviéndose -un blanco móvil- y no va a esperar que nosotros hagamos nuestro alarde. España, desde que su madre la parió, ha devaluado (o revaluado) para ajustar sus precios y salarios de manera indolora. Por eso llama Krugman a los anti-devaluadores "fanáticos del dolor".
3) Si EEUU, el mercado laboral más flexible, no le ha servido para apenas crear empleo, y ha necesitado de una devaluación del $ para reducir la sangría exterior (como veíamos en el post anterior), por qué nosotros no? ¿Por qué íbamos a ser más sabios que ellos en nuestra devaluación intena que nos propone todo el mundo?
4) Porque nadie es tan sabio, ninguna sociedad lo es. Ninguna sociedad puede instantáneamente ajustar sus millones de contratos, de salarios y precios, y acertar a la primera todos a la vez con el nivel óptimo. Y un proceso de tanteo no generaría un proceso hacia el optimo: la reacción de unos al ver lo logrado por otros no sería de resignación. Como decía Friedman en 1953, es más fácil ajustar el tipo de cambio.
5) La deflación interna tiene complicaciones insuperables. Lo que cuenta es el ajuste real, pero no respecto al IPC interno, sino a los precios exteriores. ¿Qué le importa al exportador que un agente se haya ajustado el salario real deflactado por el IPC? para él el precio al que exporta es el que le importa. Es fácil ver que en España eso son meses, o años, de negociaciones estériles. Blanco móvil: el acuerdo, defectuoso, se alcanzará cuando ya hayan cambiado los precios exteriores.
6) Las condiciones para alcanzar el éxito son irreales. Un "auctioner" o subastador, que dotado de presciencia, supiera de antemano los millones precios de equilibrio finales y los anunciara a los interesados para que eligieran "lo tomas o lo dejas". Eso no existe, es una ficción del mismo calibren que el juicio final, en el que a cada uno se le recompensará por sus méritos sin fallo alguno.
Como decía Keynes, lo que atañe a los demás nos interesa, y si vemos un precio inesperado rezongaremos -nuestros representantes- para alcanzarlo. Habrá fricciones y paradas, vueltas atrás, retrasos, reinicios, etc.
Un gobierno podría intentar imponer su criterio, que, bueno o malo, tendría la virtud de la simplicidad: Grecia lleva un año intentándolo y no lo ha conseguido. Zp tampoco. (Mientras, por joder, ha metido a Bildu en los ayuntamientos.) Lo normal es esperar desde la oposición el gobierno fracase, para desbancarle: es lo que ha hecho el PP. Es así el juego político.
7) Finalmente quiero mencionar las consecuencias de ese camino: Grecia, Irlanda, Portugal, están contrayéndose mientras su deuda aumenta. Las "autodeflaciones" tienen una morbosa tendencia a la contracción, lo que hace aumentar el peso de la deuda. Qué fastidio.
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