"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

viernes, 20 de septiembre de 2013

Convulsión social y crisis

¿Tiene alguna relación la histeria independentista con la crisis económica? Sin duda alguna: es más difícil  movilizar a la gente por una causa perdida cuando hay empleo y la gente tiene alto que perder. Por el contrario, es muy fácil cuando las cosas del patrimonio van mal, y hay una masa crítica de desesperados.

Pablo Batisda me envía un link sobre la rebelión catalana del 34 y su abrupto final. La rebelión del 34 fue un prolegómeno fallido de la guerra civil que vino dos años después. Fue también un ejercicio de irresponsabilidad de Companys, ese loco que se lanzó a la aventura de la Independencia y ahora está en el panteón de héroes de la "Nació Catalana". La cosa término en una noche de cobardías manifiestas y de deserciones en cadena por el lado catalán, hasta que sucedió lo que se ve en la foto:

La guardia civil haciendo prisioneros a los Mossos de La Generalitat. Esos Mossos que tenían que haber mantenido el orden, pero que lo provocaron bajo el mandato del enloquecido Companys, a cuya locura seadhirieron las fuerzas de izquierda, con especial fricción los anarquistas.

La rebelión en realidad fue un intento fallido de revolución en toda España, bajo el impulso apenas oculto del PSOE, partido parlamentario que tenía que haber actuado como defensor del orden civil. Lo que pasó fue que el intento no fue seguido por casi nadie, excepto Cataluña y Asturias.

No hay duda de que la crisis internacional de entonces, que empezó con el crash de Wall Street en 1929 y luego a extendió a todo el mundo, tuvo un efecto activador de estos movimientos en España como en toda Europa. Los libros de historia suelen seccionar los hechos por países y hacer hincapié sólo en las condiciones nacionales, pero los años treinta fueron desgraciados y convulsos en el mundo y especialmente en Europa. El 1933 llegó Hitler al poder mediante las urnas, algo que no hubiera ocurrido en una situación social medianamente normal. Los demás países europeos sufrieron también golpes de estado y revoluciones, en un caldo de cultivo económico propicio a la desesperación, exactamente igual que hoy.

En ese caldo de cultivo se estaba formando bajo una polarización política que laminó el antiguo régimen liberal parlamentario, caído en el descrédito de su inoperancia. Dicha inoperancia era causada en realidad por la ceguera de los mandatario de los principales países, que no supieron coordinarse para gestionar la crisis; por el contrario, la agudizaron con sus decisiones lamentables, intentando revivir el patrón oro, lo que originó una carrera desesperada para acumular cada uno todo el oro posible, lo que no podía lograrse más con la revaluación del precio de oro o la contracción económica mundial, que fue lo que pasó.

Por lo tanto, la crispación en España estuvo estrechamente conectada con la de los demás, y la causa no podía ser otra que la crisis mundial, pese a que España no estaba en el sistema de pagos oro. Es no obstó para que la crisis se contagiara aquí.

Así lo supo ver nuestro premio Nobel Ramón y Cajal, cuando dice, comentando aquellos hechos:

A guisa de explicaciones del desvío actual de las regiones periféricas, se han imaginado varias hipótesis, algunas con ínfulas filosóficas. No nos hagamos ilusiones. La causa real carece de idealidad y es puramente económica. El movimiento desintegrador surgió en 1900, y tuvo por causa principal, aunque no exclusiva, con relación a Cataluña, la pérdida irreparable del espléndido mercado colonial. En cuanto a los vascos, proceden por imitación gregaria. Resignémonos los idealistas impenitentes a soslayar raíces raciales o incompatibilidades ideológicas profundas, para contraernos a motivos prosaicos y circunstanciales.
Por supuesto que los sentimientos independentistas estaban ahí, pero no hacen más que exacerbar el dolor del desasosiego económico. Cada país tuvo su molde preparado en el que volcar el descontento, pero en todos estuvo presente el sectarismo violento nacionalista, y el no menos violento comunismo y su primo hermano el anarquismo. En Alemania el temible vencedor fue el nazismo, agria expresión de un nacionalismo que había sido humillado y arrastrado al polvo en La Paz de Versalles, realmente el comienzo de todos los males encadenados que desembocaron en la Segunda Guerra Mundial, como lo supo ver lúcidamente Keynes en "Las consecuencias económicas de La Paz" (1919).
¿Nos hemos librado de un riesgo así? La crisis ha sido más benigna que la de 1929 porque la reacción de las autoridades ha sido distinta. Aunque no del todo distinta, desgraciadamente. El euro ha jugado el papel contractivo que entonces tuvo el oro, y desgraciadamente no se ha puesto los remedios suficientes para solucionar la crisis. Las tensiones políticas de los países del euro apuntan a unas fragmentaciones profundas de las sociedades europeas. Eso sí, todo en un nivel de dramatismo menor que en aquellos años. Pero el caldo de cultivo de la desesperación y la convulsión sigue ahí.

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