"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

sábado, 22 de marzo de 2014

Adolfo Suárez y la Transición

Casi cuarenta años. Veinte años de ilusiones y veinte de desengaño, más o menos.
Aunque he leído mucho sobre la transición, prefiero recordar a Adolfo Suárez desde mi memoria de aquellos años.
Yo entonces era del PSOE, y Suárez  era nuestro enemigo. Con gran orgullo participé de interventor de mesa en las primera elecciones de 1977, aquellos elecciones a las Cortes Constituyentes. Éramos  tan jóvenes y tan tontos que creíamos que esas elecciones las había hecho posible el PSOE, el único partido realmente intachablemente democrático para nosotros. Pero esas elecciones las había hecho posible, las había creado de la nada, Adolfo Suárez, con su ley para la Reforma Política, que se intentó boicotear desde el PSOE, pero cuyo referéndum fue un éxito de participación. La abstención propiciada por nosotros, los jóvenes idiotas, fue un fracaso. 
Suarez no tuvo ni un apoyo desde el principio. Desde el principio todos le tildaron de advenedizo e intentaron derribarle: los militares, el PSOE, y gente de su propio partido, como Garrigues Walker, que se creía el Kennedy español. El único que le apoyó fue Santiago Carrillo. Debe ser de las escasas cosas decentes que hizo - aunque sus motivos eran que no le comiera el PSOE. 
Ahora, desde la perspectiva de los años, veo claro que Adolfo Suárez era el único personaje, de ese tiempo convulso, honrado y valiente. Porque entonces había que ser valiente para ser presidente del gobierno. Los muertos caían a su alrededor, y los deudos exigían venganza inmediata. Porque ETA tampoco estaba interesada en la consolidación del régimen, obviamente. 
Bueno, no sólo él: algunos que le rodeaban también demostraron valor. 
Hizo una cosa que ahora se me antoja que ningún otro pudo haber hecho, con sus estúpidos sueños de "Ruptura" frente a "Reforma", y rechazo de la monarquía. Suárez se marcó un guión de trasnformacion legal, " de la ley a la ley", y contra el ninguneo de todos, dentro o fuera de España, lo consiguió. Consiguió llegar en tres años, desde que se muere franco a finales de 1975, a finales de 1978 que se aprueba la Constitución, llevar a España de la ley franquista a la nueva ley refrendada por todos, la nueva Constitución española. Casi nadie se lo ha agradecido, menos ahora que vamos a tener ocasión de ver y oír las grandes jeremiadas de sus mortales enemigos de entonces. 
A partir de ahí empezaron a envenenarse las cosas, y no han dejado de hacerlo hasta hoy. 
Primero, el odio que tenían a Suárez por su éxito cristalizó en el Golpe de Estado del 23 F. Como dice Federico Jiménez Losantos, lo más significativo de Suárez es como le echaron, montándole un golpe de estado para descabalgarle. Hay indicios de que esa movida fue sólo por ambiciones personales irreprimibles, ni una gota de patriotismo corría por las venas de los conspiradores. 
Todos contra él. Nadie con un mínimo sentido patriótico, o de la prudencia, para apoyarle en momentos de dificultad, porque si le apoyaban a lo mejor no se iba, y Felipe tenía prisa por ser Presidente. Pero las embestidas más crueles fueron las de su propio partido, los varios submarinos del PSOE, como Fernández Ordóñez, luego ministro de exteriores con Felipe, o el mismo Garrigues. 
Lo peor es que tras el tumulto y el golpe, empezó la deriva hacia la desconstrucción, avalada y a ratos jaleada desde el gobierno. Desapareció el sentido de la honradez y del deber que tenía Suarez, un funcionario del franquismo que sólo poseía eso: un fuerte sentido del deber. No consiguió quitarse el sambenito de su origen porque se cuidó muy mucho de recordárselo el PSOE, a él y a todo el mundo. No tuvo apoyo exterior, al revés, cosechó el desdén que sembraban sus enemigos internos. No parece que el Rey, a quién había servido con lealtad, le pagara con la misma moneda. 
Y cuando las cosas parecían encarrilarse tras el 23 F y la primera victoria de Felipe, todo lo tejido  empezó a destejerse. Comenzó la sistemática deslealtad a la Constitución, y las primeras reclamaciones de reformas, al poco de ser refrendada. Desde el principio hubo un sesgo muy fuerte de ilegitimidad de la derecha por su origen, lo que inclinaba la balanza fuertemente a que España fuera de izquierdas. A ello contribuía que el PSOE y el PC tenían un fuerte componente federalista. Eso les daba una solidez electoral en País Vasco y Cataluña que, sin embargo, no supieron conservar por su frivolidades separatistas. 
En resumen, no creo que la constitución sea mala; es como todas, un símbolo; eso sí, torpedeado por todos, especialmente la izquierda. 
Ahora hemos llegado al punto final de esta historia de desamor y rencor en la que nadie gana, todos perdemos, pero que sin embargo parece imparable. Incapaces de unirse  para defender la constitución, Cataluña se independiza, a menos que, tarde y mal, el gobierno use su legítimo derecho al uso de la fuerza de la ley, algo que le da pánico. Intentemos imaginar cual sería la postura del PSOE, que tanto ha contribuido a degradarlo todo. Nunca cejarán en su empeño de cambiar la Constitución, de volver al punto cero, y de alimentar el odio, que es lo único libre realmente en España. 
Las instituciones erigidas entonces no eran malas; lo que las ha envilecido ha sido el comportamiento de los políticos, que no han sido capaces de reformar lo que estaba mal y consolidar lo que estaba bien. Con unos políticos tan cobardes y venales, ni las mejores instituciones del mundo hubieran sobrevivido. 

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