"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

viernes, 21 de marzo de 2014

El déficit de inversión, no de ahorro

La economía ortodoxa se basa en un error que Keynes denunció; pero se sigue enseñando y manejando como hipótesis cierta, o al menos, inconscientemente, esta detrás de las políticas de los gobiernos. En realidad, la base de la política de la UE se basa en la aceptación tácita de esa idea: hay que impulsar el ahorro siempre, en cualquier tiempo y lugar.

El error es definir el ahorro como la decisión intertemporal básica de la economía. El ahorro, según esta teoría, es la decisión de aplazar un consumo, lo que merece un premio. El premio es el tipo de interés. El tipo de interés es la recompensa por no consumir ahora. Se llama el "premio  a la desestimación de las necesidades futuras", que es una expresión más formal. El no fe es miope, u valora más el consumo hoy que en el futuro. Por ellos EBE ser recompensado por aplazar ese consumo. 

Esto es un jucio ético, porque en la realidad nadie está dispuestos a "premiar" a nadie por sacrificarse,  si no obtiene a cambio algo. Ese algo es el beneficio empresarial esperado de tomar el ahorro a préstamo. Es decir, si no hay inversores reales, no hay recompensa para el ahorro. Salvo, claro está, la recompensa de la hormiga, que es llegar a la vejez con una cantidad atesorada, pero que no ha rentado nada. La hormiga no gana un tipo de interés.

El inversor puede ser el gobierno o un empresario privado: ambos se endeudan para invertir y ganar  un beneficio, y ese beneficio es, en todo caso, la fuente de la que sale el tipo de interés que cobra el ahorrador. El gobierno racional espera que su inversión aumente la recaudación fiscal, y/o la recaudación en votos; el empresario, el beneficio. Pero lo que hay que entender es que si al final de la transmisión de fondos desde el ahorrador al inversor, no hay inversión real, no hay recompensa al ahorro. Al final de todas las operaciones financieras ha de haber una inversión real y un beneficio.

El error proviene de pensar en términos de economía de trueque. En ese caso, el ahorrador y el inversor pueden ser el mismo sujeto, lo que hace que coincida la recompensa de los dos actos. En cuanto se introduce el dinero, y la intermediación, ya no es así. La decisión individual de ahorrar, sumada para todos los sujetos, no lleva necesariamente al equilibrio que se obtiene cuando el sujeto A/I es el mismo.

Esa concepción errónea lleva al teoría, también errónea, de que el ahorro automáticamente crea inversión a nivel agregado. Al aumentar el ahorro, baja la recompensa que recibe, por lo que el coste de la inversión se reduce, y ésta aumenta.

 Falso: el ahorro es una decisión, como admitía Keynes, de no consumir. Pero una vez hecha, el sujeto debe decidir si se arriesga a prestar ese ahorro, o lo atesora. Si lo atesora, ha subido el ahorro, pero estérilmente:  ese ahorro no va al mercado de préstamos, el coste de la inversión habrá subido ante la menor oferta de préstamo.

No hay premio por no consumir, sólo lo hay por prestar (arriesgar) ese no-consumo. Y sólo si hay un inversor al final de la cadena, por muy sofisticada que sea, puede haber premio. La inversión financiera  no produce renta ni no financia inversión real. 

Además, a nivel agregado un aumento del ahorro es idéntico a una caída del consumo. Eso puede afectar a las expectativas de ventas y beneficios y contraer la inversión, que es lo contrario de lo que prevé la ortodoxia. 

En España, ¿qué falla, el ahorro o la inversión? El superávit exterior es, por definición, el ahorro nacional menos la inversión nacional. Ese superávit actual declara un ahorro superior a la inversión. El proceso por el que se ha llegado es natural: al estallar las crisis, las deudas aumentaron respecto a los activos y a la renta (PIB). La gente se ve impelida a consumir e invertir menos para hacer frente a esas deudas. Ahora bien, por muy natural que sea a nivel individual, a nivel agregado resulta un proceso de contracción de rentas, cada vez más reducidas para hacer frente a la deuda. Lo que desencadena otro aumento del ahorro, menor producción y precios... 

El proceso al que hemos asistido paso a paso: crisis, > ahorro> contracción > deflación...,  es un ejemplo de cómo  las reacciones naturales individuales no son buenas colectivamente. Una vez desencadenado, no puede ir más que a una situación peor que la inicial: es decir, a un aumento de las tasas deudas/rentas. 

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