"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

jueves, 10 de julio de 2014

Por qué soy keynesiano

Antes de la crisis era monetarista. Ahora me considero keynesiano. La crisis y las lecturas a las que he acudido para entenderla me han hecho cambiar. De todos maneras le sigo viendo mérito al monetarismo, sobre todo al Modern Monetarism (aunque no voy entrar en eso ahora). Algunos artículos de Friedman me parecen todavía relevantes.

La razón principal es que la micro de Keynes me parece más realista que la famosa microfundation de los clásicos.

Según Michael Wickens,

Los autores de los modelos DSGE - que, por cierto, son miles o cientos de miles los que se han parido - presumen de que son eficaces predictores porque están a salvo de la crítica de Lucas. Esta famosa crítica, que le valió el premio Nobel a su autor, dice que un modelo no es válido si los agentes saben que es usado por las autoridades, por lo cual se anticipan y las posibles medidas de política económica tiene el resultadocontrario al buscado. Si la FED anuncia que va a hacer una poliítica expansiva para reducir el paro, confiando en la reacción "estructural" de los agentes que el modelo diseña, los agentes, conociendo el modelo, se adelantan, modifican la curva de Phillips, y frustran las intenciones de la FED: aumenta la inflación pero el paro no se reduce.

No creo, como dicen estos, que Keynes no tenga una micro que fundamenta sus líneas maestras. Es simplemente que su micro se basa en la observación. Los clásicos suelen decir que no importa el realismo de los fundamentos si las conclusiones son válidas. ¿Pero qué decir cuando las conclusiones son una y otra vez refutadas por la realidad? La actitud desdeñosa hacia Keynes por considerable "inductivo", o sus argumentos Ad hoc es como criticar el método de Darwin cuando en sus viajes en el Beagle descubrió la Teoría de la Evolución.

Por eso soy keynesiano, porque Keynes fue el primero en decir que los mercados financieros no son eficientes. Desgraciadamente, después de decirlo casi nadie siguió esa línea, hasta que Minsky la reabrió, pero tuvo un impacto marginal. La potencia de la nueva economía clásica, desde Lucas en los setenta, arroyó con cualquier alternativa. Desde 1980 la economía de signo liberal se convirtió en en la corriente dominante, y a su regazo volvió a tener cierto presrigio la economía austriaca. Se condenó al keynesianismo por su intervencionismo. Su mayo culpa fue haber sido la causa de la stagflation, aquel periodo de los años setenta en que, por culpa de la crisis del petróleo, la inflación aumentó mucho mientras que la tasas de paro no aumentaba. Friedman y después Lucas, demostraron que la curva de Phillips (relación inversa entre inflación y paro), en la que se justificaba la políticas de demanda, no era estable: se iba haciendo cada vez más vertical hasta que por cada aumento de la inflación el paro se mantenía rígido. La revolución académica de los nuevos clásicos, con el apoyo del nuevo poder de derechas (Reagan, Thatcher), propagaron el nuevo evangelio por todo el mundo.

Las cosas fueron aparentemente bien durante dos décadas, desde 1980 a 2000, una época de crecimiento sin inflación y práctica desaparición del paro, al menos en algunos países. Los países en los que el paro no bajaba eran culpables de no haber reformado el mercado de trabajo, lo que impedía que el salario se ajustara al nivel en que todo exceso de parados era absorbido. Por lo,tanto, las políticas económicas pasaron a priorizar la flexibilización de los mercados, y a desechar cualquier ajuste de balanza de pagos por la vía de la devaluación, que, según la nueva teoría, sólo tenía eficacia en caso de "ilusión monetaria", es decir, falta de racionalidad de la gente para ver que la devaluación se convierte mecánicamente en una subida de la inflación.

Se comprende que este nuevo paradigma económico se convirtiera en un impulso, al final decisivo, a la unión monetaria. Sin este paradigma clásico dando cobertura teórica, probablemente el euro no se hubiera intentado. Aunque hay que subrayar que del otro lado del Atlántico, hubo muchos economistas destacados que se mostraron muy escépticos sobre las consecuencias para Europa de unificar las monedas en una. Uno de ellos fue Friedman, siempre liberal en sus planteamientos, pero también partidario de los tipos de cambio libres, al menos desde su artículo "The Case for Free Exchange Rate" de 1953.

La evolución de las ideas había llevado a un curioso maridaje a los nuevos clásicos, para los que la política monetaria era inútil, y los keynesianistas, que habían llevado curiosamente su teoría a la misma conclusión: lo único eficaz para estabilizar la demanda en el pleno empleo es la política fiscal. Ambos desdeñaron la política monetaria por basarse en una ilusión monetaria -cuya base teórica era la curva de Phillips estable- inexistente para los modelos en los que los que tres son perfectamente racionales.

El éxito aparente de las nuevas teorías vino a dar la razón a sus grandes sacerdotes. Los premios Nobel empezaron a caer en sus manos. Pero mientras, la evolución económica no era tan brillante: empezaron a surgir crisis financieras cada vez más frecuentes y cada vez más duras. Desde la posguerra hasta los años setenta, la fuerte regulación bancaria había impedido la formación de burbujas y crisis. La desregulación financiera, fundada en que los agentes financieros eran también racionales y rectificaban sus errores hasta volver al "buen camino", había relajado el control sobre la,nueva tecnología financiera, llevando a confundir el creciente apalancamiento con una mayor eficacia en la asignación del ahorro mundial que había traído la desregulación.

La innovación financiera se quería aparejar con el boom de las nuevas tecnologías, y se aceptó que los excesos financieros eran racionales, en el sentido de que estaban financiando nuevos productos y formas de producción que abrían una nueva frontera. No se quería ver ni un ápice de riesgo de burbuja, primero la bursátil, y luego la inmobiliaria. No se quiso ver que se estaba desarrollando la típica ola Inversora descrita por Minsky, basado en la economía de Keynes. No se quiso ver el aviso de las sucesivas crisis financieras de Sudamérica primero y luego en Asia, parate de la caída de grandes entidades bancarias de los países desarrollados. El nuevo paradigma decía que si un banco caía era por ser ineficaz, y por lo tanto debía ser eliminado, y para evitar el riesgo sistémico estaba la política monetaria, suministrando liquidez hasta que las cosas se calmaran. Esa era la posición pública de Greenspan, que decía que una burbuja no era fácilmente identificable, por lo que intentar sofocar la era muy difícil y además enormemente dañino para la economía real. Mejor era intentar sofocar el contagio de su explosión que intentar atajarla subiendo mucho los tipos de interés, lo que se llevaría por delante la economía real.

La crisis definitiva -hasta ahora- de 2008 ha vuelto a poner los focos sobre los análisis keynesianos. ¿El motivo? Cada vez se hace más difícil creer en los modelos clásicos que se basan en un agente económico racional, que decide en base a la informaciones de la que dispone, y va rectificando a medida que la información cambia. Se hace difícil creer que ese proceso continuo de rectificación no introduzca "ruido" en la información de los demás. Y que se ruido no produzca une cadena miento de errores que lleven a una crisis sistémica.

Es decir, primero, la información no tiene por qué ser sistemáticamente (o correlativamente) veraz, segundo, no parece ser tan fácil seleccionar la información cierta de la falsa, tercero, aún cada uno siguiendo su interés racional no tiene por qué dar lugar a un equilibrio macroeconómico.Keynes conocía muy bien los mercados, en los que se hizo rico y se arruinó varias veces, aunque al final de su vida tenía una fortuna. Teniendo en cuenta que personas muy inteligentes, como Bertram Russell, le consideraban una inteligencia brillante, no podía decir muchas tonterías. La teoría monetaria de Keynes se basa en el papel fundamental que le concede a la liquidez.

Las decisiones financieras siempre se hacen mirando de reojo a la liquidez, el activo al que todos acuden cuando la confianza general se quiebra. Esto se debe a que en me mundo keynesiano las decisiones de invertir se hacen con un grado de incertidumbre. Por eso, la demanda de liquidez en comparación con los demás activos, es inestable. Como los mercados en Keynes no son eficientes, y las decisiones se toman en un contexto de más o menos incertidumbre, cualquier alteración de los parámetros con los que se se dicen la inversión financiera, y también la real, producen vaivenes en la demanda total de liquidez. Estos lleva a una alteración de los precios de los demás activos y de los bienes.Para él la única posición objetivable es el dinero. La posición en liquidez se enfrenta a todas las demás activos en cartera. Cuando las cosas están bien, y la gente se siente confiada, la posición -o demanda de liquidez- es pequeña en proporción al volumen de la cartera.

En Keynes no hay un continuum en la cartera de inversión desde el activo más líquido y menos rentable al más arriesgado y rentable. En realidad no cree en la objetividad del cálculo de probabilidades para valorar el riesgo y la rentabilidad de una acción. Para Keynes - que dedicó un libro a estudiar la teoría de la probabilodad-, el cálculo de probabilidades es una especie de fe, en la que la gente se apoya para tomar decisiones sobre las que en realidad no dispone de información suficiente. Por lo tanto, está asignando riesgos y rentabilidades subjetivamente, pero bajo la máscara de la presunta ciencia de la probabilidad. (Para desarrollar más este punto central de la probabilodad Keynesiana, ver http://www.azc.uam.mx/publicaciones/etp/num8/8_5.html).

Resumiendo, Keynes dice que una probabilidad de a, p = a/h, siendo h una información que se considera cierta. Keynes no ve que sea observable o contrastable que h es cierta.

En otras palabras, cuando la gente toma decisiones con la ayuda de la teoría del riesgo y de la probabilidad, en realidad está decidiendo irracionalmente, aunque dichas teorías (sobre todo si van bien envueltas y adobadas para los clientes profanos) le persuaden de que su decisión es correcta.

Para Keynes los mercados se comportan como un casino. Y lo decía literalmente, pues sabía que la inversión en bolsa es pura especulación, y a muy corto plazo.

La gente de los mercados no invierte en una acción en razón del balance y el futuro de la empresa, al menos la mayoría. Deciden invertir según creen cuál va a ser el precio mañana, o pasado mañana, en reacción a tros valores disponibles. Describía la decisión de comprar una acción como un concurso de belleza organizado por un periódico entra las fotos de varias bellezas. Unos pocos ingenuos votarían por la que creen más bella (valor objetivo). Otros votarían por la que creen que la gente va a elegir según el canon de belleza (teoría del riesgo). Pero los "agentes del mercado" elegirían no en función de la belleza, ni del canon, sino de lo que creen que la gente piensa que va a ser la ganadora. Desdeñan el factor fundamental de la "belleza" y van directamente a la psicología.

En dichos mercados se compran y venden activos por dinero. Para Keynes, el rendimiento de un activo depende de su rendimiento nominal, de su coste de mantenimiento, y de su grado de liquidez. Teniendo en cuenta que el dinero es el único activo líquido, posee un valor que no tienen los demás, por muy líquidos que sean. Como la estimación del rendimiento y del coste de conservación de los demás activos -como se explica en unos excelentes apuntes de Gómez Gómez (universidad de Alcalá) - es subjetiva, mientras que la liquidez del dinero es objetiva, en determinadas circunstancias la gente puede preferir la liquidez frente a la promesa de rendimiento de los demás activos. Es lo que Keynes denomina la tercera función del dinero, la de su demanda como activo frente a los demás, que introduce un grado de inestabilidad permanente en los mercados. Esta función fue oscurecida por Friedman cuando defendía la estabilidad de la demanda de dinero. Por lo tanto la gente se enfrenta a tres decisiones básicas. - qué parte de los ingresos dedicar al consumo y qué parte al ahorro.- de lo que ha decidido ahorrar, qué parte coloca en activos rentables y qué parte en liquidez. - al otro extremo de la cuerda que conecta el ahorro con la inversión, a esas dos decisiones se añade una correlativa, pero asignada a las empresas: la de qué inversión real productiva va hacer. Para ello debe estimar el rendimiento de la inversión, que keynes a considera una decisión rodeada de incertidumbre (es decir, de falta absoluta de información), no ya a 20 años vista, sino a 2. Este es otro punto crucial de Keynes, pues de la valoración que haga el inversor, comparado con su coste alternativo (el rendimiento de otros activos) depende el volumen de inversión. Y esta valoración sólo puede ser subjetiva, por la mimas razones que hemos visto en los mercados.De manera que hay una cadena de decisiones de diferentes actores que es decisiva en determinar el volumen de producción y empleo. Por un lado, el ahorrador último, que según su estado de ánimo decide separarse más o menos de la liquidez; el intermediario financiero, que "fabrica" unos activos con un rendimiento, un riesgo, y un grado de liquidez. La venta de esos activos permite financiar la inversión real, que se basa en comparar lo que se espera sacar de ella con el rendimiento de esos activos, incluyendo su grado de liquidez. La incertidumbre es básica en el modelo. Como explica el propio Keynes (sacado de Social Democracy for 21 Century):

"By ‘uncertain’ knowledge, let me explain, I do not mean merely to distinguish what is known for certain from what is only probable. The game of roulette is not subject, in this sense, to uncertainty; nor is the prospect of a Victory bond being drawn. Or, again, the expectation of life is only slightly uncertain. Even the weather is only moderately uncertain. The sense in which I am using the term is that in which the prospect of a European war is uncertain, or the price of copper and the rate of interest twenty years hence, or the obsolescence of a new invention, or the position of private wealth-owners in the social system in 1970. About these matters there is no scientific basis on which to form any calculable probability whatever. We simply do not know. Nevertheless, the necessity for action and for decision compels us as practical men to do our best to overlook this awkward fact and to behave exactly as we should if we had behind us a good Benthamite calculation of a series of prospective advantages and disadvantages, each multiplied by its appropriate probability, waiting to be summed.How do we manage in such circumstances to behave in a manner which saves our faces as rational, economic men? We have devised for the purpose a variety of techniques, of which much the most important are the three following:
(1) We assume that the present is a much more serviceable guide to the future than a candid examination of past experience would show it to have been hitherto. In other words we largely ignore the prospect of future changes aboutthe actual character of which we know nothing.
(2) We assume that the existing state of opinion as expressed in prices and the character of existing output is based on a correct summing up of future prospects, so that we can accept it as such unless and until something new and relevant comes into the picture.
(3) Knowing that our own individual judgment is worthless, we endeavor to fall back on the judgment of the rest of the world which is perhaps better informed. That is, we endeavor to conform with the behavior of the majority or the average. The psychology of a society of individuals each of whom is endeavoring to copy the others leads to what we may strictly term a conventional judgment." (Keynes 1937: 213–214).

Es decir, el inversor busca reforzar su decisión en la valoración general que hay en su entorno, pues la verdad es que no tiene ningún método objetivo para estimar la probable rentabilidad futura de la inversión. Y cuando Keynes habla de incertidumbre exactamente está hablando de ausencia de posible estimación probabilística.

En otras palabras, los "Animal Spirits", las decisiones con incertidumbre, existen, y no se puede prescindir de ellos sin graves consecuencias para la capacidad explicativa del modelo.

 

5 comentarios:

Miguel E. dijo...

Ten cuidado con cómo te autodefines, o los austéricos te llamarán comunista XD

Por otra parte, ¿por qué keynesiano (que no se entienda esto como una crítica hacia Keynes)?

¿Por qué no simplemente monetarista "hasta las últimas consecuencias"?

Es decir, en la depresión actual, ¿no hubiese servido con que los Bancos Centrales inyectasen liquidez a espuertas hasta restaurar la confianza del mercado en su papel como "prestamista de última instancia"?

Leyes sobre regulación financiera aparte de este debate.

Es decir, ¿era necesario intervenir bancos por parte del Estado?

¿No hubiese sido suficiente con "manguerazos a lo bestia" y "compra de deuda pública a mansalva"?

Y sí, sé que hubo manguerazos a lo bestia y compra de deuda pública a mansalva. Pero, ¿quizás hubiese sido suficiente con hacer esto en una mayor medida sin necesidad de rescatar a nadie?

Lo pregunto como mera curiosidad intelectual, para ver qué piensas del tema y por qué crees que una inyección aún mayor no hubiera funcionado (hablo por supuesto de Estados Unidos; no de aquí, donde se neutralizan las compras de deuda pública).

www.MiguelNavascues.com dijo...

Bueno, creo que lo digo buen claro. Porque es el primero que describe la economía con propensión al desequilibrio, y que no se corrige autónomamente.
No estoy reivindicando el Keynesanismo mecanicista de la política fiscal estabilizadora, sino una microfundation que es más realista y lleva a consecuencias muy distintas.
En fin, porque estoy hasta los huevos de la eficiencia de los mercados.
Pero lo voy a poner más claro.

Anónimo dijo...

Yo creo que a la cuestión «¿Por qué soy keynesiano?» se puede contestar con cinco palabras: «porque me da la gana».

Aun así, se agradece la explicación.

Miguel E. dijo...

Si lo entiendo. Sólo preguntaba tu opinión de por qué crees que la racionalidad extremadamente limitada de los agentes no puede suplirse, una vez estalla todo, con una liquidez bestial.

www.MiguelNavascues.com dijo...

Bueno, es una explicación a mí mismo. Para aclararme las ideas. Por demostrarme que hay razones de fondo importantes.