El artículo de Ambrose Evans-Pritchard que citaba ayer, sobre la verdadera posición de Alemania frente a la posible acción de Backstop del BCE, define perfectamente en lo que se ha convertido en realidad el euro para sus miembros: un vasallaje de todos a Alemania, a la que se le ruega sumisamente que permita que el BCE sea un auténtico banco central y actúe contra la deflación y sus perversos efectos sobre las deudas.
Todo lo demás son eufemismos. La gestión del euro no la hace el BCE. Desde un determinado punto, Alemania es soberana, exhibe su nacionalismo que ocultó al firmar el Tratado de Maastricht, y los demás países del euro se encuentran con que ellos habían renunciado esa soberanía monetaria, pero Alemania no. Como dice Evans-Pritchard,
En el fondo tienen toda la razón los alemanes y sus jueces supremos: los que estamos equivocados somos nosotros, que pusimos al volante de nuestro vehículo a unos borrachos incompetentes. Mientras los jueces alemanes protegen su soberanía, como cualquier institución nacional, nosotros entregamos nuestros llaves y cambiamos las cerraduras para que pudieran, ellos, entrar cuando quisieran en nuestra casa. Y lo hacen. ¿Quién se lo puede reprochar, cuando nuestras más aclaradas lumbreras se ofuscaron al firmar por este engendro? Catedráticos, jueces, parlamentarios, partidos políticos, sindicatos a la vez que "ens roban", cedían los mandos a un enemigo extranjero, mientas el "Pueblo" aplaudía y votaba. Catedrático, jueces, políticos, parlamentarios y sindicatos alemanes nunca han renunciado a Alemania. Nunca.
Nosotros ya no somos soberanos, porque no sabemos quė significa esa palabra, pero Alemania sigue protegiendo milimétricamente cualquier sospecha de frivolidad sobre el Tema Sagrado (para ellos, no para nosotros). Y no es un problema de malentendido entre sus instituciones, entre judicatura y gobierno y/o parlamento, no: todos aprietan filas y pensando lo mismo. Y como ellos aprietan y nosotros no, pues ellos defienden mejor su modo de ser.
Y hacen bien. Si hay una ambigüedad, un malentendido, ellos lo interpretan a su favor. Además, resulta que tienen la fuerza, en este caso, las deudas que les debemos en euros. Sí, porque la gilipollez fue doble o triple: nos endeuda(mos)ron hasta las trancas en euros, con lo cual no podemos romper la baraja sin antes pagar lo debido o que nos achicharren. La única posibilidad que tenemos es unirnos los vasallos y negociar con Alemania, cuyo única amenaza es que todos los demás les deben la una cantidad que no tenemos, y que si quieren cobrar algo, deben negociar. Negociación de deuda enormemente difícil, poco probable.
Ahora bien, la correlación de fuerzas es muy desigual: si el euro se rompe, que es lo que nadie desea, unos lo temen más que otros. Alemania no sería el pais más estigmatizado. Porque los políticos que han patrocinado esta desventura temen aparecer en la historia como culpables de no haber cumplido con los el Gran Proyecto Salvífico. Nadie quiere aparecer como Judas. Ni Rajoy, ni cualquier presidente que venga, puede permitirse la sombra de una duda sobre su estrecha fidelidad al engendro. Sobre todo porque la salida no será inmediatamente un camino de rosas.
En suma, ese escenarios de negociación se antojan imposibles. Pero también se antoja imposible que Alemania cambie de forma de pensar sobre sí misma. Al final se trata de nacionalismo contra ausencia de nacionalismo. Podemos gritar y llamarlos perros, pero ellos son como son y nosotros somos (o no somos) iguales.
Podemos optar por resignarnos, y esperar que los años buenos sucedan a los malos, que las vacas gordas sucedan a las flacas cada siete años, como en el sueño de José sobre Egipto. Pero no está garantizado que Alemania no tire de la correa cuando le venga en gana, y no sean siete años (que por cierto, ya han transcurrido) sino catorce, o más.
Todo lo demás son eufemismos. La gestión del euro no la hace el BCE. Desde un determinado punto, Alemania es soberana, exhibe su nacionalismo que ocultó al firmar el Tratado de Maastricht, y los demás países del euro se encuentran con que ellos habían renunciado esa soberanía monetaria, pero Alemania no. Como dice Evans-Pritchard,
Es decir, en el centro de este debate, totalmente perdido por los países vasallos, Alemania y sus instituciones jurídicas interpretan que el Tratado de Lisboa (síntesis de todos los tratados de la UE) está por debajo de los soberanía alemana: si algún país ha interpretado lo contrario, se ha equivocado plenamente. Si en el proceso se encuentra con que no puede usar las palancas habituales contra una crisis monetaria, es que no se ha enterado bien de lo que firmaron.S&P also warned that a forthcoming judgment by the European Court on the ECB’s backstop plan for Italy and Spain (OMT) might queer the pitch yet further.
The German Verfassungsgericht has already ruled that the OMT "manifestly violates" the EU Treaties and is probably "Ultra Vires", meaning that the Bundesbank may not legally take part. The European Court can hardly ignore this if it values its own survival. (Just to clarify, the German court does not defer to the ECJ as a superior court. It reserves the sovereign right to strike down anything the EU institutions do, pointedly reminding overzealous officials that the member countries are the "Masters of the Treaties", and not the other way round).
En el fondo tienen toda la razón los alemanes y sus jueces supremos: los que estamos equivocados somos nosotros, que pusimos al volante de nuestro vehículo a unos borrachos incompetentes. Mientras los jueces alemanes protegen su soberanía, como cualquier institución nacional, nosotros entregamos nuestros llaves y cambiamos las cerraduras para que pudieran, ellos, entrar cuando quisieran en nuestra casa. Y lo hacen. ¿Quién se lo puede reprochar, cuando nuestras más aclaradas lumbreras se ofuscaron al firmar por este engendro? Catedráticos, jueces, parlamentarios, partidos políticos, sindicatos a la vez que "ens roban", cedían los mandos a un enemigo extranjero, mientas el "Pueblo" aplaudía y votaba. Catedrático, jueces, políticos, parlamentarios y sindicatos alemanes nunca han renunciado a Alemania. Nunca.
Nosotros ya no somos soberanos, porque no sabemos quė significa esa palabra, pero Alemania sigue protegiendo milimétricamente cualquier sospecha de frivolidad sobre el Tema Sagrado (para ellos, no para nosotros). Y no es un problema de malentendido entre sus instituciones, entre judicatura y gobierno y/o parlamento, no: todos aprietan filas y pensando lo mismo. Y como ellos aprietan y nosotros no, pues ellos defienden mejor su modo de ser.
Y hacen bien. Si hay una ambigüedad, un malentendido, ellos lo interpretan a su favor. Además, resulta que tienen la fuerza, en este caso, las deudas que les debemos en euros. Sí, porque la gilipollez fue doble o triple: nos endeuda(mos)ron hasta las trancas en euros, con lo cual no podemos romper la baraja sin antes pagar lo debido o que nos achicharren. La única posibilidad que tenemos es unirnos los vasallos y negociar con Alemania, cuyo única amenaza es que todos los demás les deben la una cantidad que no tenemos, y que si quieren cobrar algo, deben negociar. Negociación de deuda enormemente difícil, poco probable.
Ahora bien, la correlación de fuerzas es muy desigual: si el euro se rompe, que es lo que nadie desea, unos lo temen más que otros. Alemania no sería el pais más estigmatizado. Porque los políticos que han patrocinado esta desventura temen aparecer en la historia como culpables de no haber cumplido con los el Gran Proyecto Salvífico. Nadie quiere aparecer como Judas. Ni Rajoy, ni cualquier presidente que venga, puede permitirse la sombra de una duda sobre su estrecha fidelidad al engendro. Sobre todo porque la salida no será inmediatamente un camino de rosas.
En suma, ese escenarios de negociación se antojan imposibles. Pero también se antoja imposible que Alemania cambie de forma de pensar sobre sí misma. Al final se trata de nacionalismo contra ausencia de nacionalismo. Podemos gritar y llamarlos perros, pero ellos son como son y nosotros somos (o no somos) iguales.
Podemos optar por resignarnos, y esperar que los años buenos sucedan a los malos, que las vacas gordas sucedan a las flacas cada siete años, como en el sueño de José sobre Egipto. Pero no está garantizado que Alemania no tire de la correa cuando le venga en gana, y no sean siete años (que por cierto, ya han transcurrido) sino catorce, o más.
1 comentario:
"Que buen vasallo si tuviera buen señor".
http://www.project-syndicate.org/commentary/philippe-legrain-pokes-large-holes-in-the-myth-of-german-success
Y encima el señor va desnudo.
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