"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

martes, 1 de septiembre de 2015

La buscada legitimidad. Sobre una frase de Ortega

España es el único "viejo" país de Europa que cuestiona periódicamente la legitimidad del fundamento del Estado. Al menos es el que más la cuestiona. No sé si esa atrevido decir que el problema de España es que lleva más de un siglo, sino más, cuestionando la legitimidad.
 
Pero. ¿qué es la legitimidad? creo que esta mismas pregunta es la raíz del problema. Es decir, plantearse esta pregunta, y mantenerla constantemente abierta, es la indosincracia española como pueblo.

Recojo de la biografía de Ortega y Gasset, de Jordi Gracia, el siguiente párrafo:
"La legitimidad de los Estados, por tanto, es una «afortunada virtud de que logran dotarlo los pueblos» y se evapora «conforme la ilegitimidad avanza» porque disminuye la creencia, lo cual comporta la necesidad de un nuevo acuerdo social y civil, jurídico y legal, que restituya la legitimidad perdida."
"Porque disminuye la creencia". La legitimidad es una creencia, extendida en la sociedad, de que el estado es legítimo. No es el resultados de sesudas discusiones. Las sesudas discusiones son las asambleas abiertas, constantemente recomenzadas por una cuestión ,detrás de otra, de principio. Acaban en tiranía.
 
Para Ortega, el ejemplo histórico es Roma, cuyo estado está tan en simbiosis, no sólo con los que mandan, sino con los otros, la plebe, que nadie lo cuestiona. Ortega llega a hablar del estado romano como una piel. La plebe no cuestiona quien manda, siempre que lo haga por la ciudad, que sus conquistas beneficien a todos, los nobles y los plebeyos.
 
Por su parte, el mundo romano es tan creativo, que cuando la plebe aumenta en número y origina una necesidad de articularla con el resto, se instituye la figura del "Tribuno de la plebe", una genialidad Ad hoc que permite saistafecer anhelos de "los otros" -los que no son nobles-, encauzarlos con naturalidad e integrarlos en el resto del estado, el cual, por su parte, ha ido desarrollándose Ad hoc, sin ideas previas, a medida que la ciudad antaño rural se va convirtiendo en la dueña del mundo antiguo. El estado romano no es una deducción racional, es la consecuencia de la evolución de unas necesidades.
 
Cicerón intentó noblemente, y lo pagó con su vida, que la República no pasara a ser un Imperio cesarista, pero quizás estaba oponiéndose a la propia dinámica de Roma.
 
Lo que llamamos constituciones como fundación de una sociedad no son más que los conocimientos de la experiencia y de la historia. Las constituciones del siglo constitucional, el XVIII, se inspiran en el mundo antiguo, que no tenía constituciones.
 
En ese proceso convergente que empieza en el XVIII con la constitución de EEUU (la primera de la historia, llena de resonancias clásicas como anclajes a la historia), España participa esquinada y sin resultados consistentes. (Claro que, habría que hacer aquí un ex-curso para decir que la normalización tarda en llegar a cualquier país continental europeo, no solo a España, aunque es difícil negar que es un caso muy especial).
 
España tiene la desgracia de que su transición del antiguo régimen absolutista al moderantismo constitucional es violentado por la invasión de Napoleón. España tiene el orgullo, y el oprobio, de hacer la primera constitución europea, la de 1812, en una ciudad sitiada, por ello escasamente representativa de la nación española. Así, todo el voluntarismo de los "padres de la patria", que elaboran y sancionan con tanto orgullo la Constitución española, no representan a nadie.
 
Cuando Napoleón sale de España, regresa Fernando VII, que se apropia de la voluntad popular (que suspiraba por él, "El Deseado") y prohíbe la Constitución. Cabe preguntarse que era mas parecido a una piel, si el fantasmal estado de la Constitución de Cádiz, o la vuelta, con todos sus males, al antiguo régimen.
 
Desde entonces, hasta 1978 (de momento), España no ha cesado de refundarse con escaso éxito. 1978 parecía el final de eso, pero las ansias de refundación han emergido de nuevo. De nuevo se confunde reforma con redefinición.
 
Está claro que pocas veces ha sentido como su propia piel el estado, fuera éste constitucional o no, eficiente o no. Más bien como una camisa de fuerza más o menos incomoda, pero con sentimiento de provisionalidad y ansia de quitársela a las primeras de cambio. Se ha confundido insistentemente la reforma con la refundación. Prorroga eso tuvo aquí tanto predicamento el anarquismo.
 
España no es un país constitucionalista, sino un movimiento refundador constante, de buscar sin cese la redefinición definitiva, como si fuera imposible encontrar un parche -como el "Tribuno de la plebe"-, eso que habían los romamos para solucionar un problema son derribar toda la estructura. Eso es signo de un fatal inclinación a la ensoñacion, a la radicalidad, a remover los cimientos cada cierto tiempo; signo de poco apego a la estabilidad. No se puede decir que no haya pasado en otros países europeos, pero por presiones externas, bélicas. En España ha sido una vocación íntima, porque desde que Napoleón nos invadiera, no ha participado en ninguna guerra exterior.
 
No, las presiones externas han jugado un papel poco relevante. Es más, si lo hubieran jugado, quizás la historia hubiera sido distinta. Por ejemplo, cuando Fernando VII de secuestrado por el gobierno liberal, en 1923, y las potencias extranjeras mandaron a los "Cein mil hijos de san Luis", para restituir un orden monarquico pero parlamentario, como querían Inglaterra y Francia. No digo yo que eso hubiera sido el cierre definitivo de "España como problema", pero quizás nuestra historia hubiera sido más afín a la europea. Si las presiones externas fueran relevantes, Europa podría haber enfriado esta mórbida pasión. De hecho, nos metieron en Europa con ese objetivo: enterrar nuestros demonios.
 
Hay que reconocer que la década ominosa de Fernando VII fue de efectos nefastos, diez años de cesura total con Europa. Pero tampoco que el Trienio Liberal supo ganarse la voluntad popular. Y no por que fueran mal intencionados: fueron incompetentes (no supieron hacerse íntimamente "piel"). Fernando VII, un auténtico tirano depravado, estaba más en sintonía con las creencias, y las creencias, como dice O y G, son la base radical de la sintonía entre el estado y el pueblo.
 
España quiere decir, constantemente tejiéndose y destejiéndose, pero no como hacia la astuta Penelope. Penelope deshacía por la noche su pelpo en el telar, para poder tejerlo de día ante sus pretendientes, y así retrasar, sine die, ser entregada a uno de ellos (para aplacarlos, les había prometido entregarse a uno cuando acabara). Tenía fe en la vuelta de Ulises. Fe y astucia. Sin la una y la otra no hay futuro. Que no falten nunca.

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