"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

domingo, 24 de abril de 2016

Kessler. Sexo, Poder, Posesión

El Conde Kessler tiene unas curiosas teorías, difíciles de encajar en la ramplonería y la estrechez de miras de hoy. Debe ser por eso que son difíciles de entender, pero de ahí, por otra parte, la curiosidad que (me) despiertan. Esta entrada de sus diarios es fascinante. 

Londres, miércoles 7 de junio de 1905 He desayunado en el Savoy. El hotel es la forma moderna del lujo. El hotel corresponde en democracia a la anterior función del palacio. En él nos encontramos con grandes espacios para celebraciones, de un refinamiento cada vez mayor, la mejor cocina, la exuberancia del servicio y el confort, pero no ya para un solo individuo, sino para cientos de personas anónimas. Poco a poco llenan estos “palacios” incluso millonarios americanos. Hoteles como el Savoy, Carlton o Ritz ofrecen un lujo jamás antes visto, a la altura de un Crasso o un Rohan Soubise. Se hallan entre los signos más visibles de la nueva cultura democrática, es decir, construida sobre la base de un incalculable número de grandes fortunas. La aristocracia consta de pocas grandes fortunas de nombre conocido; la democracia tiene numerosas grandes fortunas, pero anónimas. 
La riqueza sigue siendo el eje, aunque un eje menos palpable. Frente a eso hay solamente monarquía o burocracia, el poder fundado en la policía y las armas. 
La democracia se comporta con la aristocracia como la burocracia con la monarquía. Todo lo demás es fruslería. En la sociedad sólo se dan estas cuatro posibilidades. La socialdemocracia es un ideal burocrático. Dicho de otro modo, sólo hay dos poderes sociales reales, la posesión y la espada; y cada uno puede manifestarse en dos maneras, a través de notorias personalidades individuales, o a través de muchas personas anónimas. Las individualidades visibles son en el poder de las armas el rey, y en el poder de la posesión la aristocracia, y los muchos anónimos en el poder de las armas son la burocracia y en el poder de la posesión la democracia. La burocracia es la calderilla de un rey, lo mismo que la democracia es la calderilla de una aristocracia. 
Naturalmente, hay formas intermedias, combinaciones de todo tipo, pero sólo se dan estos cuatro elementos de los que tales combinaciones pueden constar. El espíritu, las ideas, el arte son sólo un adorno, un velo de color en torno a estas formas, o bien medios de transformar las unas en las otras. No pueden cambiar nada fundamental. Quien las tiene o hace pasar por fuerzas sociales creadoras se engaña a sí mismo, o engaña a los otros. Provoca la mayor confusión la mezcla donde se juntan la burocracia y la aristocracia, es decir, donde se une el poder de la posesión distribuido entre pocos con un poder de la policía distribuido entre muchos (los parientes de estos pocos). No obstante, eso es sólo una combinación química, no un especial elemento originario de la sociedad. 
El andar con rodeos en torno al sexo, el poder originario del sexo, a través de estas formas de sociedad, es la tragedia eterna, lo mismo que la transformación de las formas de sociedad entre sí es la comedia eterna. En esta contraposición se ven desnudas las fuerzas del mundo, la maquinaria de la historia universal en sus resortes más íntimos y únicos. Bajo todas las cosas no hay más que estos tres componentes, sexo, poder y posesión, la mujer bella, el héroe fuerte y el rico fanfarrón, y en cada uno irradian a su alrededor más y más órganos y, con el crecimiento de la cultura, una maraña cada vez más densa de instrumentos de tipo material y psicológico, hasta los bancos, los cañones, el Estado, el “amor” ideal; pero, en el libre juego de fuerzas, el rico farolero somete siempre a los otros dos, no porque sea más poderoso, sino porque es más listo, pues su existencia ya es necesariamente un resultado de la sagacidad. En cada época hay que otear el cauce de estos tipos fundamentales. Ellos son los tipos dominantes que transforman las demás cosas a su imagen. Y, a este respecto, hemos de advertir que, por lo menos en un caso muy significativo, en la antigüedad griega, la bella mujer fue el bello muchacho. Por lo demás, limitar el poder de las ideas y del arte no significa para nada disminuir su valor. Pues no ha de valorarse todo según el poder. Por eso, un jinete de Fidias siempre es para mí más importante que una batalla de Alejandro, lo mismo que personalmente una rosa en el agujero del botón tiene mayor valor que una raíz en el jardín.

No hay comentarios: