"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

sábado, 7 de mayo de 2016

¿Por qué el cristianismo se apoderó del imperio romano? Respuesta de Kessler

Pese a sus errores, me parece interesante esta interpretación de Kessler sobre un hecho histórico transcendental: la infiltración del cristianismo del imperios romano. Decepción del poder y desmoralizazción de los romanos. 

Roma, viernes 1 de julio de 1921 

He emprendido de nuevo mi artículo sobre Nietzsche. Por la noche he leído la Genealogía de la moral. La obra es fascinante en el plano literario, pero muy discutible en el plano histórico. Su exposición de la lucha entre Roma y “Judea” como una “rebelión de los esclavos” contra los “fuertes y nobles”, contra unos fuertes y nobles como no los había habido antes, ni siquiera en sueños, en tal grado de fuerza y distinción, sólo es correcta si por noble se entiende el poderoso, sin tomar en consideración el fin para el que se usa el poder. Nietzsche pasa completamente de largo ante ese “para qué” del poder. Pero el origen de la lucha era precisamente la idea (verdadera o falsa) de que el poder en sí mismo no significa nada que sea digno de sus costes; era, entre los poderosos mismos, el sentimiento de insatisfacción que deja el uso del poder y, por cierto, la mayor acumulación de poder que jamás hubo sobre la tierra (tal como dice muy acertadamente el mismo Nietzsche). La “rebelión de los esclavos” jugó un papel en la expansión del cristianismo sólo en la medida en que aportó un respaldo espiritual a ese sentimiento de los poderosos. Pero el principio fundamental, lo que tuvo repercusión en la historia universal, no fue el resentimiento de los esclavos (los judíos), sino la decepción de los “señores” (los romanos), que habían tenido la experiencia de la máxima acumulación de poder de la historia y la habían encontrado estéril. Sin esa decepción de los señores del mundo sobre los frutos de su poder, la rebelión cristiana de los esclavos no habría tenido éxito, como muchas otras rebeliones, que no han dejado nada detrás de ellas; ni siquiera habrían sobrevivido los Evangelios o las cartas de san Pablo. La secta oscura penetró en la historia universal a causa de la decepción de los poderosos, que perdieron su confianza en los frutos del poder. Ellos habían comprobado que un gran poder de ningún modo enriquece necesariamente al hombre, objetivo al que debe tender todo. A los poderosos, precisamente por serlo, desde su experiencia del poder, les resulta esencial el desarrollo de la humanidad, la elevación y la “salvación” de su “alma”; por eso se hicieron cristianos; y no por resentimiento, no porque fueran “esclavos”, sino, precisamente a la inversa, porque eran “señores”, señores decepcionados. Nieztsche presenta los hechos completamente a la inversa; pero no puede explicar, por supuesto, cómo la rebelión de los esclavos triunfó sobre el poder más fuerte del mundo; no puede encontrar para esto otra explicación que la de un milagro. Sin duda el Estado romano no se habría preocupado gran cosa de un par de taumaturgos orientales y de la plebe que les iba detrás. El alejamiento del ideal romano del poder, del imperio y del emperador divinizados, se convirtió en un peligro por primera vez cuando los nobles, los responsables del poder del Estado romano, conocieron la vacuidad de los ídolos. Seguramente, por primera vez entonces, se produjeron persecuciones. Tácito testimonia la rapidez con que eso sucedió, y, con toda probabilidad, da un testimonio bastante verdadero del martirio de los apóstoles Pedro y Pablo.

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