"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

viernes, 29 de julio de 2016

Indiscutible



LO­CO­MO­TO­RAS DE DIS­COR­DIA
'ABC' - 2016-07-29
La hos­ti­li­dad en­tre po­lí­ti­cos so­lo es el re­fle­jo de los odios que unos cul­ti­van y otros to­le­ran
HER­MANN TER­TSCH
ERA el día de ayer uno muy especial para los maltratados nervios de los españoles. Ellos ya empiezan a notar claramente, pese a las celebradas cifras de la EPA y del PIB, los inquietantes indicios de que España puede estar en el umbral de otro batacazo monumental. Político, económico y en su convivencia. Y tienen miedo. Lo que no parece importar demasiado a ninguno de los contendientes en los navajeos de estos pasados meses.
Todos parecen empeñados en ganar en el jueguito que tanto admiraban algunos en aquel guardián de discoteca griego con conocimientos contables que se llamaba Yanis Varoufakis. Él jugaba a lo grande en esa teoría de los juegos en la que se decía un gran experto. Presumía de que Angela Merkel acabaría asustándose y dejaría paso a su locomotora griega en el cruce. Y entonces tendría razón y habría ganado. Como se sabe, no fue así, la locomotora de Merkel pasó por encima a la griega de Varoufakis y de su jefe Alexis Tsipras. Y este ahora sobrevive, sin locomotora propia, escondiéndose de noche de los votantes de su partido y presentado cuentas por la mañana ante los contables extranjeros.
Pues, pese a sus resultados poco reconfortantes para aquel matón de camiseta, nuestros políticos están empeñados en emularlo. Llevan siete meses apostando a ver qué conductor de locomotora se asusta antes. Siguen sin corregir rumbo y es previsible que todas las locomotoras de juguete choquen y estallen en la cabeza al españolito de a pie. Ese que no acaba de creerse el espectáculo de egoísmo, mezquindad, falta de patriotismo y pasión cainita que se ha apoderado de todos los políticos en un espectáculo que parece una grotesca traca final en que se escenifica en clave de negra humorada el hundimiento de un sistema que nos había concedido estabilidad política y paz civil. Mariano Rajoy dijo ayer que intentará sumar lo que no ha sumado. Quiere hacer lo que todos quieren impedirle. Todo menos irse. Y la alternativa es profundizar en el lodo. Las terceras elecciones acabarán por destruir los aprecios que se mantienen vivos y dispararán la discordia.
Es posible que el día en que algunos decidieron usar de nuevo la guerra entre españoles para ganar elecciones se diera ya un paso irreversible. Se comenzó a despreciar el pacto de buena fe de hace cuarenta años. Ya nadie parece saber qué es eso de la buena fe. La hostilidad entre políticos solo es el reflejo de los odios que unos cultivan y otros toleran. Y ahora estalla la siguiente carga que es el nuevo paso de la sedición de una clase política golpista catalana alimentada y mimada desde Madrid. Financiada y protegida en su impunidad, pese a la cada vez mayor contumacia en el delito.
Ayer se atrevía el PP a publicar un tuit que parecía una provocación gratuita: «El Estado vigila para que ni un euro de los españoles vaya al proceso independentista». No hay necesidad de insultar a la gente con mentiras tan obscenas. Cuando el proceso golpista en la Generalidad gasta ingentes cantidades de dinero para la destrucción de España. Otro tuit, este de Rajoy, anunciaba también ayer: «El Gobierno seguirá actuando con firmeza y proporcionalidad para garantizar el cumplimiento de la ley en Cataluña». ¿De verdad que necesitan ofender con frases en las que no hay verdad ninguna? ¿Qué proporcionalidad frente al golpe de Estado en marcha? ¿Qué firmeza en defensa de la ley cuando no se cumple ninguna y todas sus violaciones han sido impunes hasta hoy? Nadie sabe cómo acabará esto. Muchos creemos que no puede ya acabar bien. Pero los españoles se merecen, en estos momentos de discordia y zozobra, algo de verdad y un mínimo de respeto. Nadie parece querer darlos.

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