"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

sábado, 9 de julio de 2016

Stephen Hawkins y Azorín

Unas palabras me vienen rondando desde que Stephen Hawkins dijo que "Dios no existe, soy ateo, la ciencia se basta para explicar el universo; no hace falta un creador" (cito de memoria las arrogantes palabras). 
No es que este en desacuerdo con él. Es que estoy totalmente en contra. No porque yo sea creyente, sino porque la ciencia NO puede demostrar la existencia NI la no existencia, de Dios. La ciencia es una mano con dedos que palpan, pero no tiene ojos, ni oídos, no es autosuficiente ni mucho menos. Tantea y emite hipótesis provisionales. La  ciencia es siempre provisional. Un paradigma sustituye a otro. Nunca conoceremos el universo salvo por referencias empíricas, y siempre tendremos la gran tentación de la mitología. Y la necesidad. Una sociedad sin mitos es un caos. 

¿Qué sabemos de Dios? Si leemos Sapiens, ese libro deslumbrador de Yuval Harira, 

 
 

vemos que el hombre siempre ha necesitado mitos para enfrentarse al mundo. Casi siempre, menos recientemente, esos mitos eran de dioses, algunos, muchos, uno. Hawkins se muestra aquí arrogante y pelín inculto, porque su física no le cubre su ignorancia histórica. Debería leer a Harira para que al tirar de la manta de su física no se le destapara el culo de su ignorancia. 
Y se me ha ocurrido buscar un texto maravilloso de Azorin, ese gran escritor olvidado, que en su "Voluntad" (un libro por cierto nada religioso, que rinde pleitesía a Shopenhauer, el primer filósofo  ateo) expone en el prorrogo la tenacidad del hombre en reverenciar a alguien, en este caso al Dios de sus ancestros, cuando la ilustración empujaba fuerte hacia el otro lado. Es un texto tan bello que al releerlo, después de tantos años, he vuelto a sentir esa vibración interna que no he sentido más que leyendo aquella generación insólita, milagrosa, heterodoxa y original, del 98. ¿Por qué he recurrido a Azorin, si podría haber citado a Unamuno y su "Sentimiento trágico de la vida", otro libro deslumbrante de inteligencia y sabiduría? Bueno, en todo caso, ahí va, el prólogo de Azorin a "La Voluntad":

"EN las Viejas edades, el pueblo fervoroso abre los cimientos de sus templos, talla las piedras, levanta los muros, cierra los arcos, pinta las vidrieras, forja las rejas, estofa los retablos, palpita, vibra, gime en pía comunión con la obra magna. La multitud de Yecla ha realizado en pleno siglo XIX lo que otras multitudes realizaron en remotas centurias. La antigua iglesia de la Asunción no basta: en 1769 el consejo decide fabricar otra iglesia; en 1775 la primera piedra es colocada. Las obras principian; se excavan los cimientos, se labran los sillares, se fundamentan las paredes. Y en 1804 cesa el trabajo.

 En 1847 las obras recomienzan. La cantera del Arabí surte de piedra; ya en Junio vuelve á sonar en el recinto abandonado el ruido alegre del trabajo. Trabajan: un aperador, con 15 reales; tres canteros, con 10; dos carpinteros, con 10; cuatro albañiles, con 8; siete peones, con 5; siete muchachos, con 3. Es curioso seguir las oscilaciones de los trabajos á lo largo de los listines de jornales. El día 8 los muchachos quedan reducidos á tres. El último de los muchachos es llamado el Mudico. A el Mudico le dan sólo dos reales. El día 7 el Mudico no figura ya en las listas. Y yo pienso en este pobre niño despreciado, que durante una semana trae humildemente la ofrenda de sus fuerzas á la gran obra y luego desaparece, acaso muere. 

Las obras languidecen; en Octubre la escuadrilla de obreros queda reducida á seis canteros y un muchacho. Las obras permanecen abandonadas durante largo tiempo. En el ancho ámbito del templo crece bravía la yerba; la maleza se enrosca á las pilastras; de los arcos incerrados penden florones de verdura. 

La fe revive. En 1857 las obras cobran impulso poderoso. El obispo hace continuos viajes. La junta excita al pueblo. El pueblo presta sus yuntas y sus carros; los ricos ceden las maderas de sus pinares; dos testadores legan sus bienes á las obras. Entre tanto los arcos van cerrándose, los botareles surgen gallardos, los capiteles muestran sus retorcidas volutas y finas hojarascas. De Enero á Junio, 18.415 pies cúbicos de piedra son tallados en las canteras. Los veintinueve carpinteros de la ciudad trabajan gratis en la obra. Y mientras las campanas voltean jocundas, la multitud arrastra en triunfo enormes bloques de 600 arrobas... 

En 1858 las obras continúan. Mas el pueblo, ansioso, se enoja de no ver su iglesia rematada. Y el autor de un Diario inédito, de donde yo tomo estas notas, escribe sordamente irritado: “Marcha la obra con tanta lentitud, que da indignación el ir por ella”. La junta destituye al arquitecto; nombra otro; le exige los planos; el arquitecto no los presenta; la junta le amenaza con destituirle; el arquitecto llega con sus diseños primorosos.

En 1859 el Ayuntamiento reclama fondos del gobierno. “Presentados que fueron los planos en el ministerio”, dice el autor del Diario, “no pudieron menos de llamar la atención de los señores que llegaron á verlos, chocando en extremo la grandiosidad de un templo para un pueblo; lo que dió motivo á que el secretario, en particular, diera muy malas esperanzas respecto á dar algunos fondos, diciendo que para un pueblo era mucha empresa y mucho lujo y suntuosidad”. El gobierno imagina que no se ha puesto una sola piedra en la obra. El ayuntamiento ofrece, en nombre de los vecinos, trabajo gratis y 125.000 pesetas. El gobierno, sorprendido del vigoroso esfuerzo, promete 40.000 duros. La Academia aprueba los planos presentados; mas los fondos del gobierno no llegan. Durante dos meses un solo donante —el caballero Mergelina—ocurre á los dispendios de la obra. Los fondos no llegan; perdidas las esperanzas de ajeno auxilio, la fe popular torna pujante á su faena. De Abril á Mayo son tallados otros 17.000 pies cúbicos de piedra. Los labradores acarrean los materiales. Las bóvedas acaban de cubrirse; los capiteles lucen perfectos; el tallado cornisamento destaca saledizo. El anchuroso, blanco, severo templo herreriano es, por fin, años después, abierto al culto. [18] 

Y ved el misterioso ensamblaje de las cosas humanas. Hace veinticinco siglos, de la misma cantera del Arabí famoso en que ha sido tallada la piedra para esta iglesia, fué tallada la piedra para el templo pagano del cerro de los Santos. [19] Al pie del Arabí se extendía Elo, la espléndida ciudad fundada por egipcios y griegos. La ancha vía Heraclea, celebrada por Aristóteles, se perdía á lo lejos entre bosques milenarios. El templo dominaba la ciudad entera. En su recinto, guarnecido de las rígidas estatuas que hoy reposan fríamente en los museos, los hierofantes macilentos tenían, como nosotros, sus ayunos, sus procesiones, sus rosarios, sus letanías, sus melopeas llorosas: celebraban, como nosotros, la consagración del pan y el vino, la Navidad, en el nacimiento de Agni, la semana Mayor, en la muerte de Adonis. Y la multitud acongojada, eternamente ansiosa, acudía con sus ungüentos y sus aceites olorosos, á implorar consuelo y piedad, como hoy, en esta iglesia por otra multitud levantada, imploramos nosotros férvidamente: Ungüento pietatis tue medere contritis corde; et oleo misericordice tute refove dolores nostros."

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