"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

sábado, 8 de octubre de 2016

Imperfectibilidad

Hace poco dediqué unos párrafos al sentimiento de la superioridad moral de la izquierda, injustificada, por supuesto. De un artículo de Otero Lastres saco este párrafo, que nos explica el origen de ese sentimiento de superioridad en la Revolución Francesa. 

A algo de eso se refiere Horacio Vázquez-Rial*, en una columna publicada en Libertad Digital, bajo el título “Los orígenes de la superioridad moral de la izquierda”, en la que reproduce las siguientes palabras de la profesora María Teresa González Cortés:

“Los revolucionarios franceses hicieron girar todos sus pensamientos políticos en torno al concepto, de origen religioso, de perfectibilité. Amarrados a la búsqueda colectiva de la perfección, rápidamente se sintieron investidos de un plus de superioridad moral. Y más que una utopía, que también, la perfectibilité les hacía concienciar la necesidad de salir del laberinto del egoísmo personal. La perfectibilidad les arropaba con la convicción de trabajar por el bien de la patria y del género humano, al tiempo que les otorgaba la certeza, además del deber, de abandonar la cárcel de los intereses propios orillando para siempre la brújula, mezquina y ruin, del individualismo”.

Bien podemos tomar este origen como el el permanente motivo para creerse superior moralmente: la perfectibilidad sobre los demás, a los que se va a redimir de su imperfección "bueguesa". Tiene algo de la vuelta al origen Rousseauniano del buen salvaje, la "liberación" de las cadenas de la civilización, corruptora de la pureza originaria del ser humano. Un Mito más que añadir a la larga serie histórica de los mitos que explican que hubo tiempos antiguos perfectos, espontáneos y sin maldad, y que un avatar inesperado - como la manzana de Eva - arruinaba la bondad y la felicidad. 
Es fácil comprobar que todo, religioso o racional, como Rousseau, parte de un mito. 
La civilización, por el contrario, se basa en la creencia moderada en la imperfectibilidad humana, que tienes sentimientos positivos pero también negativos. De ahí se llega a conclusiones mucho más prácticas y manejables, y sobre todo a la convicción de que la civilización no corrompe, al revés, hace avanzar al hombre. Aunque éste nunca llegará a ser perfecto. 
En suma, del escepticismo sobre el ser humano salen teorías mucho más sociables, manejables y realistas que de la perfectibilidad. Debemos a san Agustín el gran salto de la imperfectibilidad, debida a otro mito, el pecado original. Pero de ese tronco que retomó Lutero salió la raíz del hombre imperfecto que tiene que vivir en civilización para convivir. Para Lutero lo único que hace perfecto al individuo es su relación con Dios. Pero observen la diferencia: es la conciencia individual la que se salva, no la sociedad o una clase. La sociedad es inevitable, pero no perfectible, porque lo único que lo es es el individuo y su objetivo la Ciudad De Dios, frente a la ciudad de los hombres, que a Dios le es indiferente. 
Agustín y Lutero fueron demasiado lejos en sus teologías, pero abrieron el camino al escepticismo, que es el único que permite una sociedad sin persecuciones, lo que no es poco y debería ser el objetivo social máximo: una sociedad sin persecuciones, es decir, democrática, constitucional, y con separación de poderes. Debemos defender eso con uñas y dientes. Hoy estamos en peligro de perder este tesoro, que hemos disfrutado quizás sin mucha conciencia de ello. Por eso no hay conciencia del peligro. 

(*) Horacio Vázquez Ríal fue un escritor que dedicó muchas páginas a estos temas, que pueden encontrar aquí

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