Es curioso que esta política es la que pregonan desde hace años sus peores enemigos, como Krugman y Larry Summers, como nos recuerda Ambrose Evans-Prichard sobre los posibles efectos Trump. Una política keynesiana de pura cepa.
Esta política tendría consecuencias en el resto del mundo, según cual fuera la reacción del dólar a tal tratamiento, y la réplica de los demás países. Pero no sería imposible verle subir, según suban los tipos de interés y la bajada de impuestos atraiga a capitales foráneos, como sucedió en el primer mandato de Reagan: grandes déficits, dólar potente, y gran confianza en la economía americana.
Ahora bien, Reagan era un liberal, creía en el libre comercio. Trump no: quiere acabar con él, cerrar las fronteras y suspender los acuerdos comerciales vigentes. Esto va a desatar unas reacciones en cadena de los demás países, que dará lugar a un enfriamiento del comercio mundial y necesariamente a una contracción del PIB potencial. De un mayor protccionismo generalizado se beneficiarán, relativamente, los países ricos, pues los paises emergentes verán cerradas las puertas a sus nuevos productos. Pero sólo relativamente, en comparación con los demás.
¿Es de lo que se trata, no, para satisfacer a los votantes de mister Trump? Recuperar un pasado que se antoja mucho mejor que el actual, cuando el trabajador de clase media no tenía que competir con el chino que trabaja 12 horas por un salario mucho más bajo gracias a la devaluación constante del yuan.
Lo que me temo es que el pasado no vuelve, al menos no lo hace tranquilamente, pues cada uno va a querer conservar las ventajas conseguidas en estas décadas de fácil exportación a EEUU. Para mí que el pasado volverá a trompicones y con muy malas caras y modos, que es lo peor de este señorito mal encarado.
Ahora bien, razones no le faltan a este mal encarado, aunque la forma de poner sus ideas en marcha será crucial para el mundo entero.
A esto hay que añadir su odio a la ley Dodd- Frank dictada después de la crisis de 2008, de regulación bancaria, que al menos ha contenido algo el desmadre financiero. Si la abroga, se multiplicarán los riesgos de un muevo Armaggedon.
En suma, si tomamos sus palabras en firme, nada bueno se augura del mandato de este señor. Quizás el sólo consiga perder las segundas elecciones, lo que sería una de las pocas ventajas a sacar.
Dirán algunos que su campaña ha sido pura palabrería soez y agresiva, y que una vez en el poder será un gran rey, como lo fue Enrique V en el drama de Shaspekeare, después de ser un borrachín. Bueno, pues ojalá. De momento las palabras tiene su peso mientras no tengamos otra cosa. Sin embargo, a mí no me extrañaría ver choques geopolíticos violentos, que se intensificarán cuando sus admiradores de otros lares lleguen al poder. Y es difícil decir más, fuera de un contexto conjetural que puede variar mucho.
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