"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

miércoles, 29 de marzo de 2017

El fino humor de Pla. Españoles, ¡conteneos!

No hay nada como leer a Pla. 

Aquella tarde, en la peña del Ateneo, Pujols contó una anécdota de gran calidad. Contó que había subido al segundo piso de la casa y que había encontrado a un viejo amigo, que se había hecho socio del Ateneo «exclusivamente para leer» y, en concreto, «para leer filosofía». Se le acercó, se saludaron y constató que estaba leyendo efectivamente un libro de filosofía. Señor Puigdengoles [pongamos por caso] dijo Pujols—, lo felicito. Veo que lee mucho y que lee filosofía. Sí, señor le contestó—, leo filosofía; pero a usted se lo puedo confesar: ¡me contengo! No se puede tener la cuerda siempre tirante... Tan pronto como Pujols acabó de hablar, Eugeni d’Ors, que se hallaba en la reunión en un estado crepuscular y lánguido, se transformó. Sus ojos se avivaron, sus anchas mejillas sonrieron y su vientre inició unos movimientos francamente notables, como de hipo intelectual lo que en italiano se llama sussulti—. (Añadamos para ser precisos que aquel verano el Pantarca se había vuelto muy corpulento, estaba muy gordo, y con ropas claras parecía lo que por aquel entonces se llamaba un greixando .) 70 Después de haber contado la anécdota, Pujols entró, del modo más natural, en un estado muy acusado de somnolencia. No le dio, notoriamente, mayor importancia, y ya no dijo nada más. D’Ors tampoco hizo comentario verbal alguno, pero constaté que estaba saboreando la historia y que, interiormente, cada vez parecía más interesado en realidad, más apasionado—. Luego pude comprobar en los escritos posteriores de D’Ors—que le había causado un gran impacto. Se apropió de la anécdota, y en la larga temporada de Madrid la utilizó profusamente, no solo para su adoctrinamiento periodístico, sino también en sociedad. Parece que en sociedad tuvo un éxito extraordinario. En realidad, la presentó como un signo inequívoco de la realidad cultural nacional. Consideró que contenerse ¡me contengo!—ante la cultura, la ilustración y los conocimientos era una característica típica de la mentalidad general. ¿Cuál era la causa de la contención? ¿Alguna predisposición biológica? ¿Un movimiento defensivo de estrategia social? ¿Una tendencia a la pereza mental? ¿El prejuicio de creer que cuando uno tiene salud va a vivir siempre y debe hacerlo todo con calma? Lo cierto es que, en un momento dado, D’Ors no pudo más y dijo en voz alta: ¡Escucha, Paco! Pujols no le oyó, pero el doctor Dalí le tocó un poco con el brazo y le despertó. (La tarde de verano era de lo más densa y húmeda.) Pujols parpadeó un instante y se puso a escuchar con el puño del bastón entre sus manos. ¡Escucha, Paco! Esta anécdota, ¿te la has inventado? No. Podría contarte cientos como esta. Ahora bien, si me la hubiera inventado (y quiero que quede bien claro) sería idéntica. Es la anécdota de un hombre del país, absolutamente mediocre, o sea, la anécdota de la parsimonia de la ignorancia, del asno, suponiendo que dicha atribución no sea un producto puramente popular. No sé si tú puedes llegar a comprender estas cosas, a esta clase de personas tú que has sido un glotón de las ideas y la cultura, y que has devorado todo lo que se te ha presentado—. Modestia aparte, quizá también sea mi caso. El intríngulis, las relaciones entre el espíritu y la materia, entre los hombres, varían mucho. Pero ¿no te parece que debe haber, además, alguna causa concreta que justifique esta contención? Hay, en primer lugar, la constatación científica dijo Pujols un poco irritado—, o sea, las relaciones entre el espíritu y la materia de las que te hablaba. Hay, además, la presión que ejerce en este país la formación clerical, este enorme esfuerzo en pro de la ignorancia y la mentalidad tradicionales. Ya nadie dijo nada, y el asunto se dio por concluido. Ahora bien: para poner las cosas en su sitio, la anécdota no es de D’Ors, sino del señor Paco. (Notas dispersas).

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