"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

sábado, 21 de julio de 2018

Somos como niños

El otro día me decía una amiga, con los ojos brillantes por la ilusión, que tiene amigas muy concienzadas con que hay que salvar al planeta, y huyen de comprar en las grandes superficies y buscan el pequeño comercio, una de las cosas que está en peligro de extinción y por lo tanto hay que defender como sea. Sus amigas concienciadas estaban aterradas de saber que en el océano hay inmensas islas de plástico flotante, entonces el pequeño comercio permitiría comercial, digamos, los yogures, en cartones, y así prescindir del plástico. Ese era el argumento, in nuce.
Le contesté con mi escepticismo, y le dije que no creía ni por un segundo que la salvación del planeta dependía del pequeño comercio.  
Al revés, le dije, las basuras son un problema económico tan inmenso, que hay que pensar soluciones a lo grande, en las que deben colaborar gobiernos y empresas, y pasa por la innovación tecnológica, sea ésta publica, privada, o de ambos sectores. Es más, las grandes superficies no van a desaparecer, porque no puedes obligar a la gente a pagar más por el mismo producto, y todo lo que sea reducir costes y precios es un avance contra la pobreza
 En un supermercado encuentras productos que compiten entre sí, que se vende con economías de escala, y por ello a menor precio que en el pequeño comercio. Éste puede resultar a la mente más romántico, pero es de una época de cuando las mujeres no trabajaban y se dedicaban solo a las labores del hogar, con tiempo por lo tanto para ir penosamente de tienda en tienda a comprar lo que hubiera, en todo caso no muy diversificado y limitado en la elección. Recuerdo cuando mi madre volvía a casa frustrada porque se habían acabado las judías en Borregón, tienda de “productos ultramarinos”, lo que la obligaba a buscar otra. 
El que quiera romanticismo cotidiano que lea a Galdós, es un decir, por cierto así apreciaría la falta de comodidades y la abundancia de pobreza y suciedad que había entonces en las calles. Piénsese por ejemplo en las mareas de bosta de caballo que se montaba cuando llovía. Eso lo pisabas y te lo llevabas a casa, y las calles y las casas olían “paradisíacamente”.
El caballo, un elemento imprescindible del romanticismo. Y mira que me gustan a mí los caballos...
Cualquier época pasado NO fue mejor, al menos materialmente. Espiritualmente, no me meto. O sí me meto: el avance material proporciona más tiempo libre, y ese tiempo libre permite desarrollar más el espíritu como cada cual considere mejor. 
¿Tengo que explicar lo que han ganado las mujeres con el avance científico y técnico (gran parte de cuál por parte de los hombres, ahora cada vez más de las mujeres), en tiempo libre para hacerse feministas de postín, y dar la tabarra con el lenguaje “inclusivo”, invento que ahora quieren meter en la Constitución? Podían dedicarse a otras cosas. El lenguaje cotidiano no se crea ni transforma así. Siempre irá por delante de lo que digan cuatro santurronas beatas, pero ateas, un invento de nuestro tiempo. 

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