"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

viernes, 27 de noviembre de 2020

El Estado, sus funciones. Su financiación

Schopenhauer decía que el Estado debía limitarse a ser “la policía interna, la policía externa, y la policía de la policía.” Una definición más que liberal, que incluso Hayek vería demasiado restrictiva.
Sin embargo, el siglo XIX es el gran siglo de la cristalización del estado liberal, cristalización para nada debida a un silogismo, sino que éste vino después de las acciones de un estado que trajo, además de la policía, la escuela pública, el ferrocarril (privado, pero impulsado por), y una serie de servicios que llegaron a los primeros cimientos de la seguridad social con Bismarck. 
En efecto, en el XIX, con el desarrollo del capitalismo industrial y financiero, el estado cobró una fuerza desconocida hasta entonces, y atendió demandas que las transformaciones sociales habían multiplicado. La difusión de una democracia liberal-socialista, el empuje creciente de una clase media, fueron factores de base que dieron apoyo a ese desenvolvimiento de la situación funciones estatales. 
Por cierto que este estado no despreció la guerra (sobre todo la imperial), y pese a la argumentación de Angell en “La gran esperanza” (best seller de la época), la enorme riqueza acumulada y bienestar conquistado no frenó a los países para iniciar la locura de la Primera Guerra Mundial. Esta guerra, en 1914-19, fue el fin el siglo XIX. 
Este estado decimonónico fue el gran fallo de la nación española, que a diferencia de otras naciones europeas no supieron hacer “patria” con un desarrollo de una educación nacional definitiva y para siempre. Los índices de analfabetismo comparados nos dan un mapa que para algunos países, como España, es bochornoso, como vemos en la tabla, referida a la mitad del siglo XIX.



 Leemos en “Descubrir la Historia”,

La legislación de las Cortes de Cádiz establecía la gratuidad y obligatoriedad de la enseñanza primaria. Esta medida no llegó a ser aplicada durante todo el siglo XIX.

Uno de los grandes problemas que tuvieron que afrontar los sucesivos gobiernos nacionales a lo largo del siglo XIX fue el de la educación. Tanto liberales como conservadores tuvieron que lidiar con los problemas de un país en el que las tasas de analfabetismo estaban muy por encima de la media europea, por lo que unos y otros trataron, a su manera, de revertir la situación.

Para que nos hagamos una idea, a principios de siglo, el porcentaje de analfabetos rozaba el 94%, y no fue hasta 1900 cuando se consiguió reducir al 64%. Un esfuerzo encomiable, pero sin embargo insuficiente, si tenemos en cuenta que muchos países europeos presentaban un 50% de población alfabetizada a finales del XIX. Esta dificultad para emprender el proyecto de reforma educativa se debió, en gran medida, al convulso clima político y social de la España del momento. En ella, la lucha del incipiente liberalismo por acabar con los últimos reductos del Antiguo Régimen se prolongó más de lo que ocurrió en otros lugares. E incluso cuando el sistema liberal se impuso definitivamente, los gobiernos de corte más progresista optaron por entregar un papel más relevante al Estado en cuestiones educativas, mientras que los más conservadores atribuían este papel a la Iglesia.

Un 94% de analfabetismo nos da un índice muy exacto de la inexistencia de una clase media que fuera la financiadora y la base social de un estado fuerte. El resultado fue que la enseñanza privada era de igual o mejor calidad que la dependiente del presupuesto, ¿como viene sucediendo hoy? 
Pero yo quería hablar del crucial significado para el atraso de España de esa dejadez o desidia del Estado en unas funciones que en Francia se entendió muy bien desde el principio lo que podía aportar a la integridad social. Durante la primera mitad del siglo, España pasó de la invasión napoleonica a una serie de coronaciones interrumpidas por periódicos golpes de estado, que imprimierion una discontinuidad permanente en las funciones de estado,  más pendiente de alcanzar el poder por unos y otros que se una continuidad administrativa constructora de un acervo acumulativo, siendo la primera víctima la enseñanza. Esto no puede quedar sin pagar un alto precio sobre el futuro. Seguimos leyendo en “Descubrir la Historia”,

En línea con la Ley Pidal de 1845, esta reforma seguía el modelo francés de educación centralizada y secularizada, lo que hizo que se topara con importantes contratiempos. Uno de ellos fue la escasez de recursos económicos de las diferentes regiones. A ello hay que añadir el rechazo de los emergentes nacionalismos periféricos hacia un sistema educativo en el que el castellano ocupaba una posición central. A todo ello debemos añadir la oposición de gran parte de la población a que sus hijos fuesen escolarizados, ya fuera porque consideraban la educación como un privilegio de las clases más pudiente, o porque simplemente no podían permitirse renunciar a la mano de obra que éstos suponían.

En cualquier caso, y a pesar de los problemas financieros, la Ley Moyano promovió la creación de al menos un centro de educación primaria en cada pueblo o ciudad con los fondos del ayuntamiento correspondiente. Al mismo tiempo, ordenaba la creación de un instituto de secundaria en cada provincia, y dos en Madrid, con la intención de hacer llegar la escuela a cada rincón del país. Estas medidas, junto con las iniciativas privadas, en las que las instituciones y congregaciones religiosas desempeñaron un papel muy importante, permitieron un cierto avance en la lucha contra el analfabetismo.

En la discontinuidad trágica de las funciones estatales incide de manera determinante la escasez crónica de financiación. En España no hubo ni capitalismo ni mercados financieros, lógico si se tiene en cuenta la baja renta per capita comparada con otros países europeos. Por eso, en parte, España fue de las primeras naciones en perder su Imperio: por falta de recursos para pagar una presencia militar y desarrollar en ultramar las funciones que apenas podía implementar en la metrópoli. La escasez crónica de recursos fiscales, una vez secada la fuente del oro y la plata de las Américas, hizo mediocre al estado, pese a la voluntad de algunos, como los lideres de la Restauración, de asimilarlo a los estados democráticos que apuntaban en Europa. A todo esto se añade la cantidad de recursos malgastados en guerras coloniales inacabables que restaban poder para otros menesteres. Periódicamente en deuda, el estado español fue siempre insuficiente para atender a lo que sí podían, por ejemplo, Alemania, Inglaterra y Francia. Incluso mostró una debilidad evidente para mantenerlo unido, como leemos aquí, en Juan Pro Ruiz.

La construcción del Estado español, pues, partió de esa base que hemos descrito de un poder completamente desmenuzado. Era una situación prácticamente confederal. El Gobierno central no poseía aún medios administrativos para conocer el territorio, para obtener recursos de él o para hacer cumplir las normas, si no era a través de la mediación de poderosos locales con los que tenía que negociar. Este es el origen de la estructura clientelar del poder político y de los partidos en la España del XIX, que culminaría en el fenómeno del caciquismo,denunciado durante la crisis de la Restauración. Antes de que ese tipo de denuncia hiciera aparición (en torno al movimiento regeneracionista y la crisis de 1898), el caciquismo sirvió como instrumento para suplir la falta de medios administrativos propios por parte del Gobierno. La relación clientelar con los caciques locales y regionales permitió controlar el territorio, mantener el orden, reclutar soldados y recaudar impuestos. Solo cuando el Estado empezó a ser capaz de realizar todas estas funciones por sí mismo -hacia finales del siglo XIX-, la realidad social y política del caciquismo empezó a ser criticada duramente por quienes aspiraban a un modelo de Estado más moderno.

Esperemos que no sea nuestro próximo destino.
Todo esto lo traigo a cuento de la nefasta ley de Educación recién aprobada, que como ven arrastra rémoras importantes al cabo de lo siglos. Porque la insuficiencia tiene también un sesgo político que ha llevado a cambiar de arriba abajo las leyes de educación cuando se cambiaba el gobierno o el régimen. 

7 comentarios:

Miguel E. dijo...

Muy interesante.

Yo añado, ¿para qué educar bien si luego no hay trabajo?

Yo creo que por eso no se esfuerzan en que tengamos una educación de calidad, para poder tener una excusa ante el paro juvenil (y con esto no eximo de responsabilidad a los jóvenes que no quieren estudiar).

Pablo dijo...

La historia de la educación pública en España, educación como proyecto de país, es muy triste. Recuerdo bien las deprimentes clases de mi destartalada escuela en mi primer año. Era un pequeño pueblo de Murcia en el curso 68/69, pero la escuela de Stefan Zweig que describe tan vívidamente en El mundo de ayer era igualita, y Zweig fue a la escuela a finales del siglo XIX. Llevábamos unas décadas de retraso en España con respecto al Imperio Austrohúngaro... que había desaparecido 50 años atrás.

Miguel Navascués dijo...

Miguwl, educar no es sólo por motivos económicos... la buena educación hace buenos ciudadanos.

Miguel E. dijo...

Ya, claro. Ésa es la siguiente reflexión quizás.

¿Interesa tener "buenos" ciudadanos? Es decir, personas con espíritu crítico, etc.

2 motivos por los que no es necesaria una buena educación en España; no hacen falta trabajadores bien formados ni tampoco ciudadanos informados.

¿Conspiración? ¿Paranoia? ¿O 45 años de ingeniería social?

xxavier dijo...

Un buen estudio sobre la evolución del analfabetismo en España entre 1887 y 1950: http://www.educacionyfp.gob.es/dam/jcr:136e418d-44fa-411f-971b-59713b6d7647/re3141100462-pdf.pdf

Y un comentario respecto a la 'utilidad' de la educación. Para una vida que vivimos, no podemos dejarla pasar sin mejorarnos, también en cuanto a conocimientos. Afirmar que esa mejora 'no sirva para encontrar trabajo' es reducir el ser del hombre a su utilidad como mano de obra... Es triste que haya personas que así lo crean.

Miguel Navascués dijo...

Sí, es triste. La educación es un derecho individual de aprender, de satisfacer nuestra curiosidad infinita, de saber y saber hacer, por nuestra propia satisfacción, independiente de que luego tenga una utilidad social. El Colmo me parece el argumento de ¿para qué vamos a hacer buenos ciudadanos sino van a poder encontrar un trabajo del nivel de su cualificación?, cuando la sed y la demanda de saber no debe tener ese fin utilitarista.

Miguel E. dijo...

La respuesta es fácil; para no frustrarles.

Hablo siempre de la educación pública. Como siempre el que pueda se hará cursos y másters de lo que guste.

Pero el estado, ¿para qué va a gastarse un dinero que no tiene en licenciados o graduados en formación profesional que van a ir al paro o al subempleo?

Por eso se dice tanto en España "¿no tienes trabajo? Haber estudiado"

Para encubrir el hecho de que en España nunca hubo mucho trabajo y ahora menos.

Y cualificado aún menos.

Yo creo que muchos compañeros míos de carrera serían más felices si no las hubieran estudiado.

Yo mismo viviría más feliz en la ignorancia.