"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

sábado, 14 de agosto de 2021

Las variables básicas de la Macroeconomía

Hay variables cuya importancia es erróneo despreciar, porque influyen en todas las demás. Todas las variables son importantes, pero las hay de un cierto halo metafísico, como la demanda (imposible de medir), y otras bi n concretas y visibles. Las variables de las que menos se habla pero con carácter decisivo, y nada metafísicas, son el tipo de cambio de la divisa y el tipo de interés. Éstas, además de influir sobre toda la economía en todas sus facetas, se influyen directamente entre sí. Pueden decidir el nivel de producción y empleo, si la economía cae en depresión o crece, y el mayor y menor malestar social por una contracción económica para la que no se ve salida. Un nivel erróneo de una estas dos claves mantenido durante demasiado tiempo pueden hundir a un país en la agonía de un paro excesivo y una rebelión social con muy malas consecuencias. 
Un ejemplo paradigmático es la Inglaterra en 1925. Entonces, lo que llamamos “la City” (centro de poder financiero), tuvo la ocurrencia de que si se restablecía la paridad de la libra frente al dólar de PRE guerra, volverían la fortaleza y abundancia de entonces. Fue una idea de los financieros, pero el problema es que mucha gente lo creyó, iniciando una presión creciente sobre el gobierno conservador, en particular sobre el ministro de hacienda.
Churchill era escéptico, como dijo a sus colaboradores:

«¿Hemos de quedar a merced de un hatajo de negras afanadas en escarbar con los dedos de los pies en el fango del Zambeze?», le había preguntado a los burócratas Winston Churchill.
(Téngase, por favor, en cuenta la fecha de tales expresiones hoy lesivas para los oídos sensibles: 1925)

Se formaron grupos de opinión y de presión a favor de la vuelta al patrón oro. Los favorables a ello pensaban que así Gran Bretaña restablecería la confianza y robustez previa a la guerra y volvería a ser el país líder mundial.
Era coger el rábano por las hojas, porque la fortaleza de un país no viene determinada por su sistema monetario, sino más bien al revés: es la fortaleza o debilidad económica la que permite tal o cual sistema monetario. En todo caso, se formó un gran movimiento, desde diferentes sectores, a favor de la reincorporación de la libra al patrón oro, movimiento nada ajeno por cierto a los intereses del sector financiero, que pensaba así sacar ciertas ventajas para el negocio (como un tipo de interés más bajo una vez que las operaciones internacionales en esterlinas fueran a más bajos tipos de interés por la mayor confianza en su solidez: una pura falacia, como veremos ). La pujanza del movimiento hizo difícil al gobierno, y más al ministro, soportar los embates de los grupos interesados. 
Siguiendo “La biografía” de Churchill de Andrew Roberts...

Así las cosas, el 17 de marzo, Churchill invitaba a John Maynard Keynes, el economista de Cambridge que había sido la única voz discrepante del Comité Cunliffe, al ex ministro de Hacienda Reginald McKenna, a lord Bradbury, experto en reparaciones de guerra, y a Otto Niemeyer, a una cena en la sede de su departamento con el fin de examinar a fondo la cuestión. También estuvo presente en la reunión Percy Grigg, quien más tarde diría que el cónclave había sido «una especie de Brains Trust», en alusión al popular programa de la BBC.° Andando el tiempo, Grigg señalará que Niemeyer y Bradbury respaldaron el proyecto, mientras que Keynes y McKenna se opusieron a él. «El simposio se prolongó hasta la medianoche, e incluso más allá», apunta. En ese momento pensé que los síes iban a llevarse el gato al agua. La tesis de Keynes, que McKenna apoyó en todos sus detalles, sostenía que la diferencia de precios entre los bienes estadounidenses y los británicos no era del 2,5% como indicaba la cotización en el mercado de valores, sino del 10%. Si volviéramos al oro con la misma paridad de antes, tendríamos que proceder a una deflación de los precios internos de una magnitud aproximadamente similar. Esto implicaba un aumento del desempleo y ajustes salariales a la baja, y obligaría a asumir la incidencia de huelgas prolongadas en las industrias pesadas —y al final se constataría además que dichas industrias se habrían visto sujetas a una constante contracción—. Por consiguiente, era mucho mejor intentar mantener estables los precios domésticos, equilibrar el nivel nominal de los salarios y permitir que las cotizaciones cambiarias fluctuasen. 
Bradbury señaló en cambio que el patrón oro era un sistema «a prueba de bellacos», dado que, al estar la divisa directamente ligada al precio de ese metal, los políticos no podrían manipular el valor de la libra esterlina para favorecer sus propios fines partidistas. Se creía que la ventaja que suponía la estabilidad de precios, y por consiguiente los beneficios de una ausencia de inflación, superaban al inconveniente de la falta de liquidez del sistema. Al sugerirse que Gran Bretaña volviera a ceñirse a una paridad inferior, Bradbury afirmó que «sería estúpido provocar una conmoción en la confianza de los mercados y poner en peligro nuestra reputación internacional para conseguir un alivio tan reducido y efímero». Para nada dogmático, como se ve.

Inglaterra cayó en una grave depresión, pues la revaluación de la libra en un 10% supuso encarecer las exportaciones de carbón a EEUU en esa cantidad, lo que hizo que la patronal exigiera una reducción salarial en la misma proporción. El gobierno, al que no le bastaba un error, decidió subvencionar las exportaciones, para no tocar los salarios con un frente sindical embravecido. Pero solo es todo. El sostenimiento de la paridad de la libra-dólar exigió subir los tipos de interés, con lo que la demanda interna sufrió una contracción, y una subida automática del paro. Un ejemplo claro de la influencia del tipo de cambio y tipo de interés en la economía.
Pero en 1926 acabaron las ayudas de gobierno, y entonces la patronal decretó un cierre y los sindicatos una huelga; el gobierno movilizó al ejército. 
La economía siguió una senda contractiva y el malestar fue creciente, hasta que en 1931 Inglaterra restableció la libertad de cambios y las exportaciones crecieron y tiraron, junto a la demanda interna, del nivel de PIB. Se restableció una nueva normalidad.

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