"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

martes, 28 de septiembre de 2021

España y la productividad

España y la Productividad 

España, tras el desarrollo que alcanzó en los años 1960-73, llegando a una renta per capita del 80% de los países de la Comunidad Europea, luego no consiguió mantener ese ritmo, y fue perdiendo distancia respecto a los países más desarrollados, como se ve en el gráfico (Fundación BBVA).




EL PIB per capita es el PIB dividido por el número de habitantes. Teniendo en cuenta que un aumento de la RPC podría devenir de una bajada de la población, lo que resulta indeseable, debemos centrarnos en el PIB y sus componentes. 
La tasa de crecimiento de PIB es el resultado del aumento de la productividad de los factores utilizados: capital, trabajo, y un elemento tan importante como la bueno coordinación de estos por las unidades productivas o empresas. Ahora bien, como dice Jose Carlos Diez, 

La productividad en España tiene un comportamiento dual y lo determina el tamaño de la empresa. Las empresas mayores de 50 trabajadores españolas tienen niveles de productividad similares a sus homólogas en la OCDE. Son empresas que han sabido adaptarse a la era de la tecnología global. El problema es que representan un porcentaje menor del total de empresas que en los países que tienen más renta por habitante. La baja productividad de la economía española se concentra en empresas pequeñas, especialmente en las micropymes de menos de 10 trabajadores que suponen casi el 90% del total y que tienen una productividad la mitad que las micropymes alemanas.

Los empresarios españoles tienen baja cualificación, comparado con el promedio de la OCDE y de los que menos gastan en formación y capital humano. Las organizaciones empresariales se han convertido en fábricas de excusas y lamentos culpando a los gobiernos del problema. En el país donde nació Inditex, la única empresa europea que ha entrado en el índice Global Titan 500 mundial, esas críticas no son creíbles. Amancio Ortega fue autónomo y ha creado 140.000 empleos. España necesita un plan estratégico para salir de la maldición del “que inventen otros” de Unamuno. Y es necesario que empresas y estado cooperen conjuntamente en ese plan.

La vocación de la empresa pequeña debería ser crecer en volumen para aprovechar las economías de escala y reducir el coste medio, para obtener más valor añadido (VA) por coste unitario. Pero parece que España se ha enquistado en una adoración por la empresaria pequeña, como si fuera más “heroica”, como si fuera la “buena” frente a la gran empresa, la “mala”. 
Eso, además de otros factores, afecta a la baja productividad española, como se ve en el gráfico que sigue. (Se trata de la productividad de todos los más factores, no confundir con la ambigua productividad del trabajo).



Por lo tanto, el capital y el trabajo, más ese elemento adicional cualitativo de organización, son claves para explicar esa baja productividad secular en España, determinante del futuro de nuestra renta per capita y, por derivación, de la renta a repartir entre capital, trabajo y lo que podemos llamar políticas redistributiva a los más desfavorecidos, como Sanidad, Desempleados y Pensiones. 
Para empezar hay que decir que el mercado de trabajo adolece de muchas deficiencias en comparación con los demás países de los gráficos, como demuestra la crónica alta tasa de paro que arrastramos desde hace décadas. Esa tasa de paro, la mayor entre los países equiparables, se compagina con una baja tasa de población activa (PA), que es la parte de los que tienen edad de trabajar (PET) que buscan trabajo, o PA/PET. Una baja tasa es signo de que pocos son los que se ofrecen el mercado para trabajar, lo que debilita ciertamente la capacidad de las empresas para encontrar empleados cuando la demanda de la economía crece. En otras palabras, una baja oferta laboral que sube el salario artificialmente y retrasa la productividad, además de aumentar la tasa de paro, pues ésta es el paro/PA. 
El mercado de trabajo en España está además fragmentado por CCAA, pues cada una de ellas tienen normas específicas que rompen la unidad que debería haber, por lo que las diferencia en empleo, tasa de paro y renta son abismales. Esto se ve acentuado por la política de ayudas y asignación de capital público del gobierno central, de la que es difícil entender los criterios. 
Pero no es sólo el mercado de trabajo que falla. El mercado de inversión de capitales también tiene obstrucciones artificiales, además de adolecer de falta de confianza del capital extranjero, elemento crucial en un país que necesita desarrollar su innovación tecnológica, que suele acompañar la inversión. Lo dicho de las CCAA para el mercado de trabajo se puede aplicar el mercado de la inversión, donde todas ellas compiten a la rebatiña sin coordinación alguna. 
En suma, la aportación de cada uno de los factores al PIB, como se ve en el gráfico, 



Es deficiente respecto a la UEM (a pesar que no todos los países incluidos son más desarrollados que nosotros), y sobre todo es preocupante la baja aportación de capital tecnológico en I+D. Una buena parte de ésta de deficiencia viene de atrás, de una educación muy poco cualificada y poco exigente y de una falta de acoplamiento de la calidad de la oferta a la demanda de las empresas, algo dramático. El ejemplo contrario es Alemania,  que tiene muy bien organizado la enseñanza universitaria y profesional con lo que demandarán las empresas, algo de lo que deberíamos a prendaba un poco. 
El activo acumulado de la una nación no es la suma de bienes poseídos (igual a la suma neta de bienes financieros), sino esa cualidad añadida que determina el crecimiento cualitativo. Sin ese factor cualitativo, inconmensurable, el malestar sí que crece, pues los salarios no pueden aumentar si no es a costa de más paro, hay menos oportunidades para los jóvenes, y los bienes sociales se estancan. El paro se hace más perenne. Los bienes y servicios sociales se hacen cada vez más infinanciables, si no se recurre a la deuda pública creciente. 

En resumen, la productividad en España creció mucho en los años 1960-80, desde la ley de Estabilización hasta la segunda crisis de petróleo. En el gráfico se puede ver que después de este excepcional crecimiento, desde mediados de 1980 empezó a estancarse y luego decaer, 




Como dice la Fundación BBVA, 

Desde 1995 España solo ha recortado en 2,7 puntos porcentuales la brecha que le separa del PIB per cápita de la eurozona, situándose en la actualidad un 19,2% por debajo de la Unión Económica y Monetaria (UEM). Esta evolución está influida por los bajos resultados obtenidos por nuestra economía en términos de productividad. Así, la productividad total de los factores (PTF) es en 2017 un 10,5% inferior a la de 1995 y su evolución contrasta con el aumento del 1,4% y 4,5% experimentado por el conjunto de la UEM y la UE, respectivamente. España también se ha alejado de Europa en el nivel de productividad del trabajo, que actualmente se sitúa un 18,7% por debajo de la UEM, una diferencia que duplica la que existía en 1995. El menor esfuerzo inversor en I+D, en capital humano y en capital público que realiza nuestro país también contribuye a explicar nuestra menor productividad y renta por habitante.”

España, por lo tanto, acumula un déficit de productividad frente a Europa - no digamos ya frente a EEUU - que condiciona radicalmente nuestro futuro, sobre todo tomando en cuenta la crisis demográfica que nos amenaza. Esto es un lastre para enfrentarse a problemas actuales y futuros como nuestra deuda, que no recoge el pasivo futuro que representan las pensiones y que son tratadas como un activo del presente, no como un pasivo del futuro. Subir alegremente las pensiones actualizándolas por el IPC es una irresponsabilidad, a menos que la evolución de nuestra productividad no cambie a partir de ahora. Lo mismo se puede decir de la actualización salarial y del salario mínimo, si no está justificado por un aumento de la productividad, de la que, en todo caso, no le corresponde todo al salario, como hemos explicado aquí.

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