Parte de un error básico, y es que Europa no se ha torcido ahora, sino ya al nacer. Nació como un niño torcido, deficiente, y luego se crió como una adolescente caprichoso. Nunca ha dejado de tener taras que han impedido el pleno desarrollo de una entidad (con)federal eficaz.
Como siempre se ha tropezado con sus propios límites, se ha dedicado a erigir una burocracia que tapara las deficiencias y la imposibilidad del sueño de una Unidad política total, burocracia que ha servido para reforzar a los más fuertes, como la política agraria común (PAC), que ha obligado a los europeos a pagar una alimentación mucho más cara que si hubiera permitido importar alimentos mucho más baratos de país mejor dotados, aparte de que esos países se llamaban entonces subdesarrollados, y lo eran, y les hubiera venido muy bien vendernos sus competitivos bienes, tanto como a nosotros comer más barato y mejor. Pero la CEE, luego CE, y al fin UE, siempre ha sido un área protegida a favor de grupos de presión que se beneficiaban de precios más altos sin competencia.
Algo así como Cataluña, valga el ejemplo, se benefició de los sucesivos aranceles de Cánovas, Maura, Franco, que protegían los telares catalanes incompetentes de la manufactura mejor y más barata de Inglaterra. Parece ser que así se enfriaban los ánimos separatistas, lo que no creo, visto lo que pasaba entonces y pasa hoy. Yo creo que alimentaba intereses espurios que, a su vez, movilizaban permanente el chantaje nacionalista, epígono de aquel carlismo del XIX que tanta sangre derramó en guerras civiles atávicas.
La UE es un engendro del que sospechan sus mismos miembros, a algunos de los cuales ha habido que aplacar mediante referéndum reiterados hasta que salía el sí deseado por los burócratas de Bruselas. El caso es que el Tratado de Lisboa, supuestamente la Constitución europea, no ha sido ratificada en algunos países; en otros, como Irlanda, les han montado tres referéndums hasta que tragaran el derecho al aborto que dictaron los masones europeos. Por cierto, es ilegible, porque está salpicada de cruces de citas a otros textos, y estos a su vez validados por otras leyes, que realmente es difícil saber si es una Constitución defensora de los derechos individuales de los europeos o lo que dictaminan los burócratas que son nuestras obligaciones. No es realmente una protección de los derechos y libertades…
El euro, que se implantó contra toda lógica económica, fue santificado con el noble propósito de impulsar la voluntad (o la sagrada Voluntad del cogollito) de acceder más rápido a la unión económica (siempre me ha parecido empezar la casa por el tejado) y, sobre todo, la Unidad política… que se ha estancado por voluntad pertinaz de Alemania, cerrada en banda a convertirse la fuente de transferencias de capital al resto. Los países mediterráneos, al contrario siempre han soñado con llegar a la mendicidad total, fuera de Alemania o de quien fuera.
Y así se ha ido conformando el monstruo de Frankenstein. Un cúpula todopoderosa nunca elegida en elecciones directas, sino negociado en salas oscuras sin representar mínimamente a los intereses ciudadanos. Un parlamento carísimo, que sirve por ello a financiar partidos marginales y mantenerlos vivos cuando deberían estar muertos por su insensatez absoluta, en el que se debaten temas que no tienen interés porque no se convierten en leyes, y que no tiene el control de las decisiones de la Comisión de Bruselas. Ésta, por su parte, como no tiene poder ejecutivo como tal (que se reserva el gran Consejo de Jefes de Estado y de gobierno), se dedica tocar los coullons a los demás.
Como no hay una clara separación de poderes de signo democrático, hay montones de normas que no se cumplen, como las condiciones establecidas para que un pudiera entrar en el euro. Eran sencillas y razonables: deuda pública inferior al 60% del PIB; déficit público inferior al 3% (que se permitirá en caso de recesión); tipo de interés de la deuda en el 3%; inflación, creo recordar, menos del 3%. Estás reglas se han hecho estallar porque la economía, desde la crisis del 2008, va renqueando, cuando no directamente va mal.
Además, las instituciones europeas han adoptado a ciegas las consignas de un ecologismo nada científico, lo que ha hundido la industria alemana, antaño el orgullo de Europa. Y lo peor, ha sido incapaz de imponer una política de inmigranción absorbible, lo que ha sido un alud incontrolable de entradas de inmigrantes que no se consideran los que vienen a cubrir las vanacantes de la clase trabajadora productiva, aparte de las dificultades invencibles a la integración según el origen. No hace falta entrar en detalles sobre el coste en seguridad que estamos viendo todos los días en las calles de Europa.
Lo peor de Europa es que los gobierno nacionales se han escudado en ella para hacer mal sus deberes y justificar sus desatinos, que son muchos. Así, la Unión Europea se ha convertido en una clase parasitaria, sin contacto con la calle, que toma decisiones a democráticas, impuestas por los gobiernos nacionales que así ocultan sus desafueros.
Este es el telar con el que quieren que nos enfrentemos a los mandarines del mundo, como Trump, Putin, Xi, etc. Pues mucho tiene que cambiar para que atine en algo.
Los europeos dan la sensación de poseer la Verdad moral, lo que les da derecho a intervenir en cualquier cuestión geopolítica, porque ellos y solos ellos han sido son, y serán el centro del universo. Lo fueron hace ya muchos siglos, y hace más de uno que eso se acabó.
Hoy, el ridículo inconsciente de Macron entrando en La Casa Blanca… ¿por qué se cree que él representa. Europa, o es que resulta que Francia es taaannn grande que es más grande que Europa?
3 comentarios:
Los alemanes vivían de la energía barata (gas ruso), defensa barata (los americanos la garantizaban) y mercado chino que crecía durante décadas como la espuma. Ahora todo se ha ido a la porra casi al mismo tiempo. Sospecho que ellos también van a plantear ahora una larga lista de exigencias. Bueno, tienen otro problema antes y no pequeño: lograr formar gobierno.
Los alemanes, como el resto de Europa, deberían plantearse otras cosas.
Los alemanes, como el resto de Europa, deberían plantearse otras cosas.
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