"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

lunes, 3 de febrero de 2025

La novela como mapa del alma humana

Hace relativamente poco que me topé con una novela de William Boyd. Creo que fue “Trío”. Después busqué frenéticamente otras suyas, debo decir que con buen resultado: es buenísimo. Es raro que nunca hubiera oído nada de él, pero no es de extrañar si piensas un poco en lo inútiles totales que son los críticos literarios para orientar al lector. Se masturban el intelecto en un ejercicio de narcisismo mediocre. Luego comprobé, por comentarios de algunos editores, que si su nombre no está entre los grandes es por mera injusticia. En todo caso, como a mí no me gusta “hacer carreras” entre escritores, diré solo que es uno de los que más placer me ha dado leer (como decía Borges, si un libro se atraganta , déjalo). En todo caso tiene éxito y una gran red de lectores por todo el mundo. Es que, además, es de grata lectura.
Aquí pueden leer una entrevista reciente,  muy esclarecedora sobre su obra y su visión de la vida. Estoy de acuerdo con todo lo que dice, especialmente con:

“Hay un espacio en el que sí podemos acceder a la vida interna de alguien, y paradójicamente, ese espacio es la ficción. Si quieres comprender cómo se siente una persona en determinados momentos -si está feliz, desesperada, enamorada o rota- la mejor fuente para encontrar respuestas no es un ensayo ni un libro de historia, sino una novela. En un mundo donde todos ocultamos algo, donde nuestras emociones y pensamientos más profundos rara vez salen a la luz, la literatura nos permite asomarnos a lo que realmente significa ser humano.”

Y es verdad. Las lecturas que he hecho en la vida, profesionales o no, por buscar “conocimiento”, rara vez me han llevado a profundizar en el alma humana (por llamarlo de un forma asequible), a la que, increíblemente, tampoco se han acercado ni la religión ni las ciencias más o menos dedicadas a ella. Yo creo que no sabemos nada de ella, si no es a posteriori, sin una teoría mínimamente válida que permita enlazar en una teoría los dispersos y complejos elementos que la habitan. Lo único que hemos descubierto es que hay pulsiones difíciles de catalogar, salvo con etiquetas que no explican nada o muy poco, que son, como mucho, nombres para cajas vacías. Y menos mal que en tiempos recientes se han descubierto productos médicos que dan algo de paz a los que sufren sin saber por qué. Como decía un amigo médico, “no se sabe apenas nada, aparte de que son desarreglos neuronales, y no sabemos por qué determinadas medicinas funcionan y alivian”. 
La literatura ficción es, como decía Vargas Llosa, “la mentira que conduce a la verdad”. A una verdad que está excluida de otras especialidades, como la historia, la psicología, la sociología o la pretenciosa economía. Aparte de las razones aludidas por Boyd, todas estas ramas del saber han partido de una “misconception” de la psique humana, sea de origen religioso, ideológico (como el marxismo imperante hasta hace bien poco), o de un origen psicológico que combina bien (o eso creen algunos) con las anteriores, como la psicología freudiana apareada al marxismo, no sé muy bien por qué. 
Hay novelas y novelas, cierto. Lo único exigible es, en mi opinión, que te evadas leyendo. Sólo a través de la evasión (controlada, desgraciadamente) se puede sacar provecho. Es decir, la primera obligación de una novela (y su lector) es entretener(se). Pero eso, me dirán, ¡es una droga! Pues sí, lo es. Una droga escapista y adictiva - como dice Amor Towless, uno de los mejores novelistas que he leído); sin esa breve elevación sobre la realidad no hay magia, y sin magia no hay alimento. Aparte de esto, no hay teorías: cada lector es un mundo y cada escritor también, y que se produzca la chispa de el encanto depende, como dice Boyd, de la fortuna, algo en total desprestigio hoy pero que sigue gobernando nuestra vida exactamente igual que en la época de cuando lo decía Maquiavelo (por cierto, palabra que debe ser incorrecta porque el diccionario no le la acepta. Pues es el único que acertó con la psicología del poder).
Hoy por hoy el alma humana es indescifrable. La iglesia católica, empeñada en ser una máquina de “salvación”, no ha hecho otra cosa que machacarlas imperiosamente, centrándose más en la amenaza del infierno que en la vida. Imperdonable. No conozco mucho nada o casi nada de la religión  hindú, pero sospecho que ha sido más honesta con la naturaleza humana que la nuestra. Así como el panteísmo greco-romano, por cierto, con unos dioses humanos como nosotros, aunque inmortales. Ahora bien, una religión tiene efectos no es por su teología, sino por su aplicación. No es lo mismo el catolicismo francés que el español. Además, los dogmas van adaptándose con el tiempo hasta ser irreconocibles. Al final todas las religiones perecen, algunas arrastrando consigo la civilización que han orquestado. 
Y por acabar con estas cuestiones, debo decir que la mejor manera de acercase a lo divino es a través de la novela. Eso sí, no sé por qué, ahora ni me viene ninguna a la cabeza. 🧑‍🦲 
De la entrevista de Boyd, entresacó una frase que me ha encantado:

‘Mientras la vida creativa siga siendo un refugio, hay algo que permanece en equilibrio.”

Y hay tan pocas cosas en equilibrio, que aunque sea un equilibrio efímero, de mentira, tiene mucho valor. 

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