"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

viernes, 3 de enero de 2014

Hace cien años, 1914

Hay dos artículos en el Telegraph que no hacen lucir especialmente bien los próximos años. El primero, de Bruce Anderson, es un recuento histórico de la Civilización Occidental desde que empezó su gran apogeo. Eso, fue, según el autor, en 1815, cuando La Paz -después de la derrota de Napoleón- se estableció en Europa. 1815 a 1914 fue casi un siglo que pareció confirmar el optimismo de los progresistas, los nuevos pelagianos-roussionanos (a los que hoy llamamos buenistas): el hombre es bueno por naturaleza, está hecho para progresar eternamente.

La suerte empezó a cambiar en 1888, cuando Guillermo subió al trono de Alemania. Si alguien pudo haber evitado, y no lo hizo, la Primera Guerra Mundial, fue él. La primera Gran Guerra fue la puerta abierta al infierno que duró en Europa de 1914 a 1945, en la que se suman cientos de millones de muertos y vidas truncadas de generaciones. Hay tantas causas encadenadas... Pero una distinguible, que hoy apenas se reconoce o se menciona, es la pésima gestión de las potencias que habían ganado la GG. Entre esos errores está, incontestablemente, la vuelta al Patrón Oro en los años 20, que provocó la deflación que hundió a las endeudadas economías americana y europeas en los años 30, escenario que es imposible no tener en cuenta para retalar la historia de Hitler, Musolini, y Stalin, cabezas macabras que coronan la profunda fragmentación de todos los países europeos sobre las cenizas todavía calientes del desastre de La Paz de Versailles. Al fin y al cabo, nuestra Guerra Civil no fue más que una pieza en el engranaje de aquel infierno que empezó a gestarse a finales del XIX: aceptemos, como fecha plausible, la propuesta por Anderson: 1888, con la llegada al trono del Káiser Guillermo.

Quiero hacer hincapié en la hipótesis del Patrón Oro, pues aunque ha sido estudiada y contrastada por solventes historiadores y economistas (Eichengreen, Ferguson, etc), por ser un intrincado episodio económico (tan desconocido como nuestra crisis), no se conoce bien, pese a ser uno de los factores clave de la historia del siglo XX. La vuelta al patrón oro a paridades erróneas (pese a la advertencias de Cassel, Hawtrey y Keynes), provocó una deflación en países que ya estaban muy endeudados y apenas saliendo de la reconstrucción. Deudas (no sólo públicas) y deflación (con caídas de precios del 30%, cosa que, afortunadamente, no hemos visto en esta crisis) causaron la ruptura social e institucional de todos los países europeos; los viejos países, vencedores de la guerra, y los nuevos y mal acomodados en sus fronteras, que habían sido inventados por el presidente USA, Woodrow Willson y su Derecho de Autodeterminación, un pueril esquema para llevar la felicidad a los pueblos a base de rediseñar fronteras. (Excuso decirles a qué recuerda ese vago fatídico invento en la España de hoy).

El artículo no se acaba aquí, pero prefiero ir al segundo artículo, de Ambrose Evans-Prichard, que establece los páralelismos político económicos entre esa época y el presente, una época en la que todavía no hemos salido de la crisis financiera (por mucho que digan Guindos y Montoro), y suenan ya tambores de guerra en el pacífico, entre Japón y EEUU. No es el único sitio donde hay tambores, pero es la más reciente amenaza.

Sí, por mucho que digan que la crisis se ha terminado y que vamos empezar ha a crear empleo y blablabla, lo cierto es que nuestra deudas apenas se han movido en términos de nuestra renta. Así que la situación de fondo es precaria ante cualquier cambio brusco en un escenario ha de por sí inestable. Europa, como en aquellos tiempos de hace cien años, esta ewciqlmente mal equipada para hacer frente a otros revés, al menos en comparación con EEUU, como vemos el la gracia de AE-P:

La causa principal es innegable: mientras EEUU ha coordinando de manera bastante eficiente sus políticas para salir del endeudamiento, Europa se ha engolfado en un nuevo Patrón Oro deflacionista: el euro. No hay deflaciones como las de hace 100 años, pero el peso de la deuda no hace más que aumentar a medida que el PIB se contrae.

Dejando aparte el riesgo de un conflicto bélico, si nos centramos en la situación económica, el FMI acaba de sacar un documento de Reinhart y Rogoff en el que desmienten que los países ricos estén mejor pertrechados que los emergentes para liquidar la deuda sin recurrir a técnicas usadas por los países pobres cuando pasaron por ese problema. Es decir, las técnicas de las que Alemania no quiere ni por hablar:

Inflación, quitas de parte de la deuda, represión financiera, o una combinación de las tres. Ahora estamos en un modo contrario: deflación, incremento de deuda (o lento desapalancamiento), y parcial represión financiera por parte del BCE, contestada aireadamente por Alemania, y sobre la que pende la amenaza de una sentencia del Tribunal Constituciónal alemán.

Europa no ha sido nunca un paraíso, pese a ser la cuna de la Civilización Occidental. En la historia no hay conspiraciones para el mal, sino errores encadenados que se reconocen, y no del todo, muy a posteriori. La historia está condenada a repetirse, porque nosotros estamos condenados a repetir los errores... O a no recordarlos: nuestra memoria es flaca, lo que nos permite vivir más felices.

Por cierto, en el Mundo de hoy, un buen artículo de Enric González sobre lo mismo.

 

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