"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

viernes, 5 de septiembre de 2008

Mentimos por naturaleza.

Todos mentimos. es un reto más de la vida saber que los demás -y nosotros a ellos-, nos mienten constantemente, casi sin querer. Es el más abundante pecado de la humanidad, pues está en la esencia del hombre. Mentimos para protegernos, por instinto, por si acaso, porque la información relevante es un valiosísima, y para lograrla -o no desperdigarla- estamos dispuestos a todo: para empezar, a mentir. Los hay que lo hacen por pura pasión por el chisme, y divulgan gratis rumores no contrastados, porque hay montones de gente aficionados a ellos. Pero mentimos también para proteger nuestro entorno más íntimo. Pues ni al amigo de siempre le confesamos todo lo que nos apena, alegra, acucia o angustia, aunque nos sentamos tentados de sotar lastre.
Lo mejor es que lo sepamos cuanto antes, que cuando nos juran por lo más sagrado que etc., algo se queda en reserva. Ese algo lo podemos adivinar o colegir buscando la coherencia del "discurso".
Si sucede en lo más trivial -empleado al jefe, marido a mujer, hijo al padre, etc-, imagínense en los complejos procesos económicos, donde la información es de por sí difícil y cara ¿Quién la va a regalar?
La capacidad de mentir viene, naturalmente, de nuestra capacidad de autoengaño. Esta es la raíz, la madre del cordero: pues gracias -o por culpa- de eso mentimos con la conciencia limpia. Quien no haya mentido nuca, que tire la primera piedra. Es una invitación arriesgada, pues casi todos tirarían la piedra enfurecidos.
A veces es casi una obligación mentir, para evitar daños mayores. Estamos en una crisis en la que todos han mentido -bancos, compañías, gobiernos- por miedo a que al día siguiente se desencadenara una crisis en cadena que arrasaría todo.
Todos mentimos con la mejor voluntad, incluso para hacer feliz a los demás. Si les dijéramos la verdad, podrían hundirse.
Mintamos con la conciencia tranquila, pues la sociedad no existiría sin la mentira. Y cuando alguien nos espete ¡yo no miento nunca!, borrémoslo de nuestras amistades. Seamos benevolentes con la mentira de buena voluntad, que nos hace felices aunque sea por la intención.
Ah! y también mentimos para que nos dejen en paz, el más noble de los motivos del ser humano. Creo, si no me engaño...

2 comentarios:

aboibo dijo...

Sí, no puede negarse que tengas razón en tu comentario. Pero hay que aclarar que en determinados, --e innumerables--casos, la mentira es intolerable. En todos aquellos en que tácita o expresamente está prohibida por los términos de un contrato.
Intolerable que mienta, por ejemplo un servidor contratado para decir la verdad. Intolerable que los políticos mientan al pueblo que los ha elegido para que le sirvan. Porque la mentira conlleva siempre una posición de superioridad, de manipulación del otro. Lo cual en ocasiones puede ser aceptado como parte de las "reglas del juego", pero incluso entonces con limitaciones.
Fíjate también esa mentira "piadosa" que se practica tanto con enfermos terminales: supuestamente se les ahorran sufrimientos a cambio de situarles en una posición inferior y de inmensa soledad por el mero hecho de que el azar les ha convertido en enfermos. Sólo pensarlo es muy duro... Cuidado con lo de seguirle el juego a nuestra naturaleza.

Anónimo dijo...

Luis, si es que la verdad nunca se sabe a donde nos llevara. Suelo decir la verdad, pero solo como un reto. Para mentir suelo preguntarme,pero este tipo vale tanto como para que yo mienta?. La respuesta que yo mismo me doy suele ser casi siempre la misma, "no, no lo vale". Hasta que en una ocasion se me ocurrio hacerme la pregunta pero ante una mujer, y dije la verdad. Bueno, su bolso acabo varias veces sobre mi cabeza. Desde entonces ante una mujer, primero miro el tamaño del bolso,y despues trato de asegurarme de que dentro no lleve una plancha...Y es que la verdad puede ser muy peligrosa.