
Ellos creen que ambas preocupaciones son compatibles, no saben que por cada decisión protectora del medio ambiente se reducen las posibilidades de los niños hambrientos, pero es lo que pasa con los mitos: no se discuten, se tragan.
El caso es que ya no mola en la prensa occidental. ¿Cupo de de sustos y miedos rebosante? El caso es que como se ve en el gráfico que le robo a Uriarte, no mola. Y, cosa curiosa, nunca moló en la prensa asiática/oriental (ni en áfrica, claro). Es que el masoquismo burgués es una cosa nuestra, de los occidentales, los que estamos bien comidos y servidos, bien trajeados y abrigados, sin Dios pero con amo, pero con una conciencia insatisfecha que rendimos ante cualquier chantaje sentimental de la prensa.
La prensa, sépanlo, mayormente no informa: crea estados de opinión. Hay que leerla para saber por dónde van esos movimientos artificiales, no para tragar sin más lo que dicen. No son oscuras conspiraciones: es, simplemente, negocio. Naturaleza humana y negocio, desde hace siglos.
Por supuesto, creo en la libertad de prensa, como creo en la democracia, como Churchill: es el peor de los regímenes exceptuando todos los demás.
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