Recurrentemente me siento impulsado a hacer inventario respecto a mis ideas básicas; de paso, hago como un "ajuste de cuentas" que me ayuda a aclararme a mi mismo un poco. Escribir obliga a pensar y repensar ideas, y a reponderarlas (aunque no soy partidario de giros radicales), sobre todo cuando se escribe "en abierto".
Cuando empecé a escribir este blog, me consideraba Friedmaniano. No he abandonado del todo a Friedman, pero en algunas cosas me parece fallido -aunque todavía es uno de los grandes desde la perspectiva histórica. Más grande, desde lugo, que el Lucas de las Expectativas Racionales, que fue el principal causante de la retirada de Friedman de su cátedra e Chicago, pese a haber representado los papeles de Maestro y Discípulo a la perfección.
Yo era Friedmaniano, al tiempo que creía que se podía ser eso y liberal. De hecho, Friedman también lo creía. Al fin y al cabo, Friedman es liberalismo más mercado de dinero. Es decir, mercados libres más la vigilancia del mercado de dinero, que no tiende al equilibrio por sí mismo.
La verdad es que ese simple esquema era el que explicaba la suavidad con la que los años noventa dieron años de prosperidad: la liberación de mercados había permitido encajar el cambio tecnológico acelerado de la informática con un ciclo muy suave, sin una sola recesión importante, gracias a la nueva política monetaria más o menos "Friedmaniana", de baja inflación. La flexibilidad laboral organizó muy bien el camino de millones de empleo redundantes hacia nuevas líneas de producción, con el suave apoyo del los bancos centrales, que bajaban el tipo de interés cuando la demanda se debilitaba, y lo subían cuando era excesiva, suavizando las oscilaciones cíclicas.
Ese cuento rosáceo se lo tragó casi todo el mundo, de tal forma que nadie vio lo que se estaba cociendo en la cocina financiera. Lo que me extraña es que Friedman mismo no lo viera: en 2003, poco antes de morir, dedicaba una calurosa alabanza a Greenspan, el Presidente de la FED que había conseguido estabilidad de precios con una mínima tasa de paro.
La crisis fue un aldabonazo sobres es brillante "modelo" en el que podían encajar sin chirridos los Lucasianos y los neokeynesianos. Los únicos que se auto-excluyeron fueron los austéricos, en un extremo, y los keynesianos viejos, del otro. Aunque éstos estaban literalmente en las alcantarillas: nadie les requería una opinión.
Pero en la crisis quedó al aire, como una roca cuando se retira la marea, una cosa que hasta entonces había estando creciendo año tras año y nadie, o casi, le había hecho ni puñetazo caso: las deudas que habían financiado inversiones buenas, pero también inversiones inviables. Las deudas habían sobresalido especialmente en el sector familias de todo el mundo desarrollado. Resultaba que no era tan fácil, sólo con política monetaria, devolver la economía a su antigua senda y a los parados al trabajo. Resulto una crisis con alarmantes parecidos con la de 1929.
Si vamos al famoso libro de Friedman & S. "Historia monetaria de los EEUU", la brillante explicación de la crisis del 1929 tenía un fallo clamoroso: no menciona nada de las deudas acumuladas antes de la crisis. Y eso que las hubo, y en unos ratios casi miméticos de los que se alcanzaron en 2007. Es decir, sin los inventos financieros a los que se culpó de nuestra crisis, la de 1929 alcanzo niveles de apalancamiento y especulación muy parecidos. Irving Fisher, muy admirado por Friedman, sí que dejó un modelo que incorporaba la deuda como variable fundamental, modelo que sólo he visto reincorporado vía Krugman.
Friedman no se había equivocado en que la contracción monetaria tenía la culpa de la caída del PIB y de los precios. Pero al asimilar la crisis a todas las anteriores, diciendo que había sido más fuerte que las otras simplemente por la política contractiva de la FED, se había olvidado de la potenciación de ese error en una sociedad endeudada hasta las cejas, que era una de las causas de que la gente prefiriera atesorar dinero a cualquier otra cosa. En suma, la crisis del 29 no fue más grave por sólo por culpa de la FED, sino por el nivel de apalancamiento previo, fuero de los desórdenes monetarios pos bélicos.
Firedman, en ese aspecto de la falibilidad de los mercados financieros, fue suicida. En sus oeincipios se mostro parridario de una banca con un activo igual al 100% de sus depósitos, aunque no insistió en ello. Su momento de mayor frivolidad fue cuando se mostró partidario de acabar con los bancos centrales y con el FMI, es decir, era de la opinión que la libre competencia funcionaba igual de bien en los mercados de bienes que en los del dinero. Si algo ha demostrado esta crisis, es que la desregulación comenzada en los año a 80, siguiendo esos consejos del liberalismo, fueron la causa de un endeudamiento creciente que pasaba de recesión en recesión, aunque iba mostrando poco a poco su poder de desestabilización, tapado gracias a que los volúmenes de pérdidas eran absorbibles por el sector público sin muchas protestas.
Desequilibro permanente, sin que los mercados restablezcan por sí mismos el equilibrio, es lo que es keynesianismo puro, como lo recuperó Minsky, aunque fue rápidamente enterrado. El capitalismo no tiende por sí mismo hacia el equilibrio con pleno empleo cuando se dan determinadas circunstancias.
En ese aspecto, el keynesianismo es también la importancia central de la inversión, como redescubrió Minsky, la variable que más depende de la financiación a largo plazo, y la que más sufre cuando los mercados de activos y del dinero se secan. Ña inversion es mas sensible que el consimo a otras variables, a la vez que ss la clva del empleo y de la productividad. La tendencia de los pos keynesianos a hablar de un producto homogéneo, el PIB, como si sus componentes no fueran muy heterogéneos, como si fueran igual de racionales una decisión de consumo y una de invertir para muchos años, se parece una de las grandes pérdidas de Keynes.
Inestabilidad financiera, volatilidad de las expectativas, ineficiencia de la desregulación bancaria, acumulación irracional de deudas... Todo eso, creo, obliga a replantear el rosado optimismo de que basta controlar la inflación y las caídas inesperadas de la demanda, y que lo demás lo hacen los mercados por sí solos. Los bancos centrales han hecho eso durante la "Gran Moderación", durante la que se acumularon los riesgos sistémicos invisibles que luego estallaron a la vez en 2008. La FED y otros bancos centrales han asumido que la estabilidad financiera es más importante que el simple control de la inflación. Muchos, pero no el BCE, que sigue impartiendo todos los meses doctrina son pobre como la inflación amenaza con despuntar, lo que impide ocuparse e otros riesgos mucho más amenazantes.
No es que Keynes por sí sólo cubra todos esos problemas, por supuesto. No es un religión.. Pero contiene embriones de ideas que cayeron en el olvido gracias al domino absoluto de las Expectativas Racionales de Lucas y sus seguidores. Esas ideas merecen ser resucitadas, pulidas, y reinsertadas, porque tiene mucho que decir en situaciones como la presente.
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