"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

sábado, 31 de agosto de 2013

Trilema

Los países emergentes grandes, como Brasil, Rusia, India, Indonesia, China, etc, (llamados BRICs) que se han alimentado desde la crisis de capitales que buscaban rentabilidad esfumada en los países desarrollados, se encuentran ahora en la situación inversa: bruscamente, desde que la FED anunció su próximo giro a la moderación, esos capitales han empezado su huida en busca de más seguridad y rentabilidad.

El trilema es a lo que se enfrentan los países emergentes (BRICs) ante la huida de capitales que están sufriendo. Es decir, las tres decisiones que afrontan: dejar que el tipo de cambio se devalue o no, hacer una política de estímulo interno o la contraria, mantener, o no, la libertad de flujos de capitales, que pueden contrarrestar se una a otra.

Si se prioriza sostener estable el tipo de cambio, para dar confianza a los inversores extranjeros, se renuncia a la autonomía interna de política monetaria y financiera. Es el mismo caso que el de España en el euro: se renuncia a una cuota de soberanía, aunque en el caso de los países emergentes con moneda propia, esa cesión es reversible. Por las agudas devaluaciones habidas hasta ahora, no parece ser el caso.

También es incompatible la estabilidad cambiaria con la libertad de capitales. Con la estabilidad cambiaria se elige defender la cotización de la moneda mediante la venta de las Reservas Internacionales. Éstas, por muy elevadas que sean, se perderán en poco tiempo si la salida de capitales es voluminosa. Las Reservas tendrán un periodo tasado de efectividad, y antes de que se agoten el gobierno tendrá que cortar la sangría con controles de capital. Por añadidura, anunciar que no se va a permitir devaluar la moneda es una invitación irresistible a los especuladores a testar la decisión.

Si se decide dejar que la moneda se deprecie, su devaluación condiciona también la política interna, pues se encarecen las importaciones, y si se decide ejercer una política expansiva, eso podría generar inflación. El gobierno tendría que decidir qué nivel de inflación está dispuesto a tolerar, por lo que tendría que ajustar su política monetaria a una senda que no fuera demasiado expansiva ni devaluatoria.

Por otros lado, la devaluación puede ser un incentivo a no liquidar inversiones exteriores si estas se van a beneficiar de más rentabilidad en las exportaciones.

Pero la política interna dependerá de de la situación en que se encuentra la demanda interna, la Balanza de Pagos y la deuda exterior. Una inflacion alta y una BP demasiado deficitaria (que es como generalmente se encuentran ahora estos paises, despues del boom crediticio debido a la entrada e capitales) aconsejaría una política interna contractiva, para contener la demanda, lo cual ayudaría, si es fiable para los mercados, a reducir las presiones vendedoras sobre la moneda (no habría tantas salidas de capitales, confiando en que el gobierno controla los puntos de fuga). Esa política, por otra parte dañaría al saldo exterior, que necesitaría recuperar competitividad mediante la devaluación.

Sin embargo, la depreciación de la moneda aumenta el peso de la deuda, si está denominada en moneda extranjera. Afortunadamente, parece que actualmente la mayor parte de la deuda de esos países es en monedas local.

La salida de capitales es una huida de los excesos que esos mismos capitales han provocado. Es una situación simétrica y opuesta, que en su origen debería haber planteado una política de suavización de los efectos expansivos habidos hasta ahora.

Esto es lo dice el modelo MUNDELL-Fleming, aunque este modelo se refiere a un contexto financiero eficiente. Pero es que las finanzas internacionales son inestables desde hace décadas. Este descontrol ha limitado la capacidad de los países para gestionar su economía interna. La volatilidad financiera es dañina y contagiosa, y la crisis ha mostrado hasta donde pueden llegar sus daños. Hay que revisar eso que los cursis llaman la "arquitectura financiera internacional". El liberalismo financiero no funciona. Distorsiona los incentivos y amplifica silenciosamente las políticas monetarias: generan burbujas que no se ven en la inflación de bienes, y cuando las expectativas cambian los movimientos inversos son devastadores. No busca la inversión de riesgo, sino la ganancia fácil y rápida. La gran liberalización financiera comenzada en los años 80 debe ser revisada cuanto antes. Deben controlarse los movimientos financieros cuando no van a inversión fija productiva a largo plazo. Sencillqmente, el vapital provado se ha demostrado incapaz de medir correctamente los riesgos. Los ,recados no son eficientes. En suma, en la nueva regulación bancaria que se avecina, debe haber un capítulo aparte para las actividades exteriores al países regulador.

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