Dicho todo esto: ¿cómo es posible que en un sistema democrático haya un número equivalente de desaparecidos y cadáveres sin nombre al registrado en una dictadura feroz enfrentada a unas organizaciones clandestinas tan feroces como ella? En la dictadura argentina, entre 900 y 1.000 al año (8.000 en 9 años). En la democracia española, más de 1.000 al año (18.500 en 16 años). Cuatrocientos niños arrancados de sus padres en nueve años, frente a miles en décadas. ¿En qué sociedad estamos viviendo? Cabe pensar que no se trata únicamente de una falsa democracia, en la que todos los poderes están sometidos al ejecutivo (socialista, porque en la etapa Aznar el judicial mantuvo su independencia, es decir, siguió relacionado con el PSOE), sino que, además, los niveles de tolerancia con el delito son asombrosos, y las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado (que la izquierda queríadisolver en 1976-1982) no están desarrollando plenamente su labor, por la razón que sea, desde unos sueldos miserables hasta carencias de orden tecnológico: no todo es CSI, lo sabemos, pero 14.000 desaparecidos son muchos, y 4.500 cadáveres sin nombre, infinitamente más.
Que es lo que yo digo.
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