El odio no explica, pero está relacionado, creo, con nuestra tendencia a la fragmentación infinita, al "particularismo" como decía Ortega. Quizás explica eso la sociología tan esquinada que tenemos. En todo caso, es muy fácil sembrar el odio colectivo, y por eso es tan rentable políticamente. Aquí nos definimos más "contra" que "a favor": los proyectos políticos no nos interesan si no pasan por el denuesto y vilipendio del programa del adversario, que no se conoce, por supuesto, pero se imagina y se inventa.
Entre odio y odio, estamos muy felices (o hacemos que lo somos) tomando cañas; hacemos un ruido ensordecedor para demostrar nuestra felicidad, no menos ruido que para mostrar nuestro odio. Pasamos de un ruido a otro con naturalidad. Quieren que todos se enteren que somos grandes amigos, excelentes parejas, y buenísimos padres, aunque a la vuelta de la esquina nos asalta las ganas de odiar a alguien.
A mi me ha pasado, cuando voy al sur, ver que todo el mundo se te mete en tu casa, que la intimidad es un concepto desconocido o molesto "discutido y discutible": sólo son felices en la bulla que se monta en un pis pás. Pero luego entre ellos, que viven al lado, se odian a muerte, sí pudieran se asesinarían, y me veo obligado a hablar por separado con cada vecino.
No hace falta buscar muy lejos. La política es un buen vertedero de pasiones, y los mítines políticos son unos grandes incendios de odios, en los que acuden reciben una buena ración que les duras hasta la siguiente cita electoral, odio que se difunde a través de las "redes sociales", potentes difusores del odio. El fútbol es también un bien recipientario y canalizador de ese odio multiforme, prometeico, avivado por el periodismo que ha visto en el una cantera inagotable de renta. Revisten de ropaje vituperable a los protagonistas, y consiguen que se les odie más que el amor que despiertan.
Podríamos decir que no sólo la política, también el fútbol, es la "continuación de la guerra por otros medios".
(A mi me sorprende el escaso odio que despierta un equipo que, cuando juega fuera de su casa, se reviste con una bandera separatista y se declara adalid de ese separatismo. Inconcebible, creo, más al norte. Pero es no es más que una muestra de lo arbitrario que es nuestro odio. No creo que en Francia o en Alemania se les ocurriera ni siquiera intentarlo).
La inquisición española fue, como decía Unamuno, el triunfo de las clases bajas, dirigidas por el bajo clero, en su odio a los judíos, a los que al fin hubo que expulsar para contentar a la plebe, pese a que los reyes eran reacios a ello.
Recojo algunos párrafos de Raúl del Pozo:
Odio: Mourinho y Cernuda
No creo que venga a contrapelo está cita de Manuel Alcántara, escrito poco estimado porque no imprimió un libro. Pero dejo escritas páginas hermosas:... El odio, la flor del espino, renace en los mítines, en las redes, en los escraches. Parece increíble que, con la democracia y Europa, aún brille el cuchillo de ala dulce con el que nos degollábamos. Sobreviven brotes de odio puro en Cataluña cuando los grafiteros apuntan con pistolas a Albert Rivera, después de que le acusen de neofascista. Verán si las encuestas insisten en que se puede convertir en una amenaza para el bipartidismo. Entonces lo estigmatizarán los partidos achicharrados de la Meseta. «Pobre gente –dice Antonio Escohotado– no son conscientes de que pertenecen a una clase incompetente y corrupta que tiene los días contados».
Los hipos y pareados de odio nos recuerdan a Luis Cernuda, español sin ganas, del que se cumple el aniversario de su muerte en México. Casi nadie recuerda que se fue voluntario al Frente de Madrid, con un fusil y un libro de Hölderlin en el macuto, aunque despreciara por igual los dos odios.
Pepe Lucas, el gran pintor, síntesis de El Bosco y Picasso, que trajo el agua clara y la luz de las acequias de Murcia contra el bostezo de la sombra, al que conocí de grumete en la tertulia de los poetas del Gijón, me recuerda que Cernuda fue aplastado por el deslumbramiento deLorca. «No está siquiera en la foto canónica del 27. Me dijo Pepín Bello que nunca pudo superar su homosexualidad».
Se atormentaba con las burlas de Buñuel cuando se refería a los «maricones y cernudos de Sevilla» . Los poetas que se quedaron aquí decían que era gran poeta y una mala persona. No sé cómo sería, pero nadie denunció como Cernuda el odio «estúpido y cruel como las fiesta de los toros». Nadie retrató tan bien al español hosco con una piedra en la mano, dando voces con el odio de quienes desconocen la duda.
Es que no quisiera que mi vida fuera capicúa. Tengo recuerdos de los ocho años que se clavan como todos los de la primera infancia: llamas, bombardeos, hambre. Eso te queda para siempre; después hay que remontarlo. Y ahora, aunque yo no tiendo al catastrofismo, hay un encrespamiento desagradable, que se ve con temor por los que vimos aquel estallido de rencores. El español no es fácil. Pero, en fin, decimos eso de ¡qué país! y quizá habría que decir ¡qué mundo! El ser humano es una fiera encubierta.
5 comentarios:
España no tiena nada de especila. No hay especifidades españoles y cuando las veamos o creamos verlas es una ilusion.
Mmm... Yo cro que si hay caracteres nacionales diferenciales, aunque otras cosa es que sean difíciles de definir.
Observo que en otros países el odio se canaliza más hacia lo exterior, mientras que aquí es al revés. Incluso nos aliamos con lo exterior para reforzar nuestro odio a lo interior.
Ya sé que esto es una generalización muy vaga y tentativa.
Pero no me imagino que en Francia alguien se atreviera, ni siquiera a pensar, en jugar con una bandera separatista. Algún tipo de organización privada buscaría un medio legal para evitarlo. Al menos. Habría protestas. Al menos.
Aquí nos quedamos tan panchos.
¿Por quė las organizaciones no se lo prohíben? Por que saben que a la gente le importa un pito. A mi me importaría un pito si supiera que no se iba a repetir porque habría una reacción institucional. Lo qie me descompone es que no la hay.
Supongo u unos pocos se sentirán ofendidos en su amor a España. Que se jodan. Es la respuesta usual.
El odio es un producto (entre otras cosas) de la fragmetacion en condiciones desiguales.Todos contra todos y de paso todos contra la unidad o la integracion a la que se le achaca la desigualdad Vease el empecinamiento en querer ser difrentes unos de otros que es producto y causa de ese odio
En mi opinión la diferencia es que la gente es más borrega en España. Una vez en el rebaño, del que no se sale, es donde surgen los mayores odios, porque se puede comparar todo sin cambiarlo.
Jajaja, bien expresado
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