Hay dos tipos de análisis económico: la economía de trueque y la economía monetaria. Ambos son incompatibles. Sin embargo, la economía ortodoxa de hoy se basa en la primera, a la que luego se le añade el dinero como un bien que permite llegar al equilibrio, pero que no es la causa de él. Sin embargo, el dinero no es neutral. Cuando introduces el dinero, las relaciones económicas no son las de trueque. Este dualismo (nominal-real) es una confusión que se mantiene porque así se llegan a conclusiones interesadas.
La economía ortodoxa, sin embargo, ha mantenido esta dicotomía artificial y falaz hasta hoy, sea en la secta austriaca, sea en la neoclásica. Los que cuestionan este dualismo tan forzado, como lao keynesianos, son ahora mismo marginados del redondo académico.
En "Teoría e Historia" Mises, al enfrentarse al marxismo, hace una aceptación explícita de ese dualismo, basándose en Descartes, de lo que obtiene una concepción de su individuo económico, por una parte materia, con sus necesidades materiales, y por otra razón. Es la base de su planteamiento metodologico, la "Praxeología" o ciencia del hombre en acción, que pretende abarcar tanto la economía como lo no económico.
¿Quė es el dualismo en economía?
En los clásicos (y en Marx), hay un valor de uso y valor de cambio de los bienes. El valor de uso es el que nos aporta su posesión, independiente de su valor de mercado, o valor de cambio.
Los marginalistas perfeccionaron esta tosca dicotomía con la determinación del precio de las cosas, en el que entra tanto la utilidad subjetiva (demanda) como el coste de producción (oferta). Pero para sostener este modelo era necesario eliminar el problema del dinero, engorroso por su utilidad a la vez que por sus problemas, por lo que el dualismo paso a ser de otra especie.
Dualismo, hoy, es una prolongación de la de lao marginalista. Hay un equilibrio que se obtiene en el mundo de las relaciones individuales (micro), sin el cual no hay equilibrio global (macro): hay un mundo real, en el que las decisiones se basan en los precios reales de las cosas, y un mundo agregado que se expresa en unidad de cuenta dineraria; pero se puede "depurar" de su "suciedad" del vil metal, y obtener el valor real de la producción (hay una valoración moral implícita, aunque dentro de una supuesta objetividad). Este se distribuye entre los agentes que han contribuido a su obtención. Esa distribución está relacionada con la aportación de cada uno a la producción. El salario va a los trabajadores empleados, el beneficio al empresario y sus socios, la rentas de interés a los prestamistas, las rentas del suelo a los propietarios. A nivel microeconómico (decisiones individuales), la gente sabe perfectamente cuál es el salario que le corresponde por su trabajo y el empresario el precio que ha de percibir.
Hay, por lo tanto, un componente no analítico, sino normativo, de cómo las cosas deberían ser para ser perfectas, que infecta todo el análisis económico hasta nuestros días.
Lo mismo -y esto es más sorprendente aún- en lo que respecta a los precios de los activos (préstamos y acciones) entre sí y, ¡oh!, de estos mismos respecto a los bienes reales. Esto implica una clarividencia intertemporal, o bien, cosa más mágica aún si cabe, una confianza en que el modelo es llevado a su solución óptima intertemporal a través del mercado.
Aquí se puede hablar de un argumento circular implícito, que permite, cuando surge una dificultad, elevar la capacidad del mercado y de la racionalidad del agente para superarla. La elasticidad de estos dos conceptos, razón y mercado, es infinita en el análisis (¿?) económico actual.
Este dualismo tan forzado es la base de la Economía ortodoxa. Sin él, una gran parte de ella se vendría abajo como un castillo de naipes. El dinero como un velo que no impide ver el valor real de las cosas se parece bastante al tosco esquema clásico-marxista del valor de uso y valor de cambio. En el fondo una dicotomía de raíz moralista, que sentencia que, cuando el precio de mercado se distancia del valor de uso -o de la productividad marginal-, la economía no está en equilibrio.
Sin el dualismo no se puede determinar cual es la asignación óptima de los recursos, objetivo último de la economía neoclásica. La asignación óptima se determina por los precios reales, no nominales. Si la asignación es óptima, lo es la tasa de crecimiento, y lo es también la distribución de la renta. Sin la dicotomía nominal-real, todo esto se viene abajo. No es más que un entramado metafísico que sólo tiene un ventaja: que no hay modelo sustitutivo.
Sobre todo porque la verdad es que la economía en su conjunto (macro) influye en la determinación de los precios y salarios relativos (micro), como demuestra Minsky. Ver también aquí.
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Disertación:
(El dualismo de la filosofía occidental, que proviene de Platón, es la creencia en que hay dos mundos: el material y el espiritual. Descartes, el zenit de esa concepción, dijo que la materia es inerte y que sólo el espíritu le da vida. Este dualismo impregna nuestra cultura toda. Constantemente, la vertiente espiritual dorresppnde a la razón humana. El hombre es el animal pensante. Los sentimientos u pasiones son desordenados, y conviene que sean abominados por la razón. La metáfora de Platón del auriga que es llevado por dos caballos, cada cual tirando desordenadamente por su lado, sólo controlados por el auriga -la razón-, es la base de casi toda la filosofía occidental.
Este es el gran salto del cristianismo sobre el judaísmo, que es netamente materialista/monista. El primer cristianismo también lo es, como se puede ver en los primeros evangelios y en San Pablo: la resurrección es del cuerpo, como Unamuno supo ver -y quería creer. Sólo con el evangelio de san Juan, posterior a los otros y muy influenciado por la cultura griega, aparece la dualidad cuerpo-espíritu.
Encontramos ese dualismo (alma-cuerpo) en toda la filosofía occidental: Descartes, Kant... hasta que llega Shopenhauer (que sigue a Hume) que tritura el dualismo y el espíritu. Pero éste es apartado del centro de la filosofía como un marginal: el dualismo volvió al centro... Aunque Karl Marx, con su materialismo dialéctico, también intentó borrarlo de la escena.)
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