"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

viernes, 10 de enero de 2014

Banalización de valores

Un artículo altamente interesante que me ha remitido Pablo Bastida. Es de David Goldman. No diré que le compro toda la mercancía, pero sí una parte. Lo más interesante para mi es la hipótesis que apunta al fracaso del Cristianismo -catolicismo más bien, puesto que no estaba en el programa del protestantismo- en unir pueblos y etnias diferentes bajo una religión común. Yo diría que es una consecuencia de la evolución, que "nunca se está quieta". La evolución de Occidente se aleja de sus orígenes cristianos y surge el relativismo moral. El relativismo moral es esencialmente el derribo de una única fuente de moral y el reconocimiento de que cada individuo es rey de su persona, y que él decide quién es su dios. Yo estoy de acuerdo con esta evolución, que fue la que dio impulso a las sociedades libres: su punto de partida es la rebelión de Lutero contra Roma.

Lo malo es cuando eso se traslada a lo colectivo, y se intenta igualar cualquier cultura, o cualquier hecho, por el simple hecho de declarar que tiene los mismos derechos que las demás. Así, cualquier vida tribal donde la mujer es sometida a ablación, por ejemplo, es visto como algo admirable. Y en eso es donde se ha columpiado Occidente, y ha fechado el comienzo de su decadencia. Hasta el XIX, Occidente estaba orgulloso de sí mismo. El relativismo colectivo abre la puerta a que a la más indigna u opresora cultura se le concedan los mismos reconocimientos frente a la que realmente ha hecho evolucionar la sociedad hacia la libertad. La libertad de conciencia, que es el principio fundamental que nace en el cristianismo: El Evangelio, si no me equivoco, es una incitación voluntaria y libre a seguir al Cristo. No hay en los evangélico nada, pero es que nada, que sea una incitación al poder a obligar a la gente creer una verdadera fe. Las cartas de San Pablo, muy anteriores a los evangelios que conocemos, son una invitación y un consuelo a aquellos que deciden ser cristianos. Incluso no invita a rebelarse contra la opresión romana: la ciudad de Dios, como escribiría Agustín cuatro siglos más tarde, no es de este mundo. Es más, Agustín, como San Pablo, incitaba a obedecer al César, como el mismo Cristo lo hizo al decir "dad al César lo que es del César".

Este espíritu se torció a partir de Constantino, que empezó a integrar a la Iglesia en el poder. Después, la historia de la iglesia y el monarca es una larga historia de puja por sobreponerse el uno al otro, y al final pactar, hasta la rebelión de Lutero. Esto fue lo que sembró el individualismo, base - o si se quiere, renovado impulso- de nuestra civilización. Contraponer a esto siglos de avance, por culpa de un relativismo superficial, cualquier cultura de tradición muy diferente, es banalizarlo todo, hasta que lleva a conflictos de soluciones imposibles; como equiparar los derechos de los palestinos con los de Israel, o los de cualquier comunidad (véase Cataluña) a tener un estado propio. Porque banalizar es empezar por el final, y decidir que todos los colectivos y sus culturas son iguales, cuando no lo son.pr cierto, que cuando veo a papado hacer reuniones con los islamistas me pongo de muy mal humor.

Supongo que es claro lo corrosivo que ha sido el relativismo en este sentido. No hay una clara orientación de cómo debemos valorar las reclamaciones de unos y otros, sean justas o no, porque a lo que nos han enseñado falsamente es a ser ecuánimes, es decir, igualitarios, cuando las cosas no lo son. La ecuanimidad es la suspensión de la capacidad de juicio y valoración, de ahí que reconozcamos derechos a asesinos de ETA y violadores y cualquier aberración que se ponga delante.

Hace una infinidad de años publiqué, con mi ex seudónimo, un artículo en Libertad Digital "Justicia no es Ecuanimidad", del que no diré me siento orgulloso, pero sí que tengo un buen recuerdo de él. Creo que sigo pensando lo mismo.

 

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