En el FT, Peter Spiegel ha comenzado un magnífico relato de la crisis del euro entre finales de 2011 y 2012, un año en que la moneda única estuvo a punto de naufragar varias veces. Pese a la torpeza encadenada de los políticos, el euro aguantó. Lo que le sostuvo fueron las famosas palabras de Draghi: el BCE haría lo que fuera necesario para que el euro no caiga, "what ever it takes". Si no es por eso, el euro probablemente hubiera caído.
Pero antes de eso, Merkel demostró su terca incapacidad para comprender que el euro siempre será un problema latente mientras Alemania tenga una visión tan estrecha y nacionalista.
La historia comienza en noviembre de 2011, cuando Grecia comenzaba a fallar. Su prima de riego empezaba a subir en flecha, e Italia daba muestras de de contagio del mal de Grecia. Se celebraba una cumbre del G-20 en Cannes, por lo que estaba presente Obama, quién, de acuerdo con Sarkozy, intentó convencer a los europeos de seguir un camino similar a EEUU para salvarse a sí mismos. Es decir, que el BCE diera una prueba, como hizo la FED, de que disponía de potencia de fuego suficiente para achicharrar a cualquier eventual especulador al que se le ocurriera poner en duda al euro. (Los europeos "maliciosamente", acusaron a Obama de estar interesado en salvar a Europa porque temía que la depresión se contagiaría a EEUU...)
El único obstáculo importante y al final insuperable fue el Bundesbank. En este relato de Peter Spiegel queda meridianamente claro que Merkel está a las órdenes del Bundesbank.
La resistencia de los alemanes a instituir un firewall creíble para el euro, llevó a Obama y a Sarkozy plantear que el BCE se dotara de los suficientes DEG (unidad de cuenta del FMI) para desalentar cualquier ataque especulativo contra las deudas de los países miembros. Jenn Wiedsmann, presidente del Bundesbank, que ya se había enterado del plan por sus funcionarios en Washington (sede del FMI), le comunico a Merkel que "por encima de su cadáver". Fue cuando Merkel lloró, como una niña lloró, porque se le pedía algo que su Bundesbank no concedería, y cuando Obama dijo que sin el compromiso de Alemania el plan no sería creíble, y no se alcanzó ningún acuerdo.
Pero antes de eso, Merkel demostró su terca incapacidad para comprender que el euro siempre será un problema latente mientras Alemania tenga una visión tan estrecha y nacionalista.
La historia comienza en noviembre de 2011, cuando Grecia comenzaba a fallar. Su prima de riego empezaba a subir en flecha, e Italia daba muestras de de contagio del mal de Grecia. Se celebraba una cumbre del G-20 en Cannes, por lo que estaba presente Obama, quién, de acuerdo con Sarkozy, intentó convencer a los europeos de seguir un camino similar a EEUU para salvarse a sí mismos. Es decir, que el BCE diera una prueba, como hizo la FED, de que disponía de potencia de fuego suficiente para achicharrar a cualquier eventual especulador al que se le ocurriera poner en duda al euro. (Los europeos "maliciosamente", acusaron a Obama de estar interesado en salvar a Europa porque temía que la depresión se contagiaría a EEUU...)
El único obstáculo importante y al final insuperable fue el Bundesbank. En este relato de Peter Spiegel queda meridianamente claro que Merkel está a las órdenes del Bundesbank.
La resistencia de los alemanes a instituir un firewall creíble para el euro, llevó a Obama y a Sarkozy plantear que el BCE se dotara de los suficientes DEG (unidad de cuenta del FMI) para desalentar cualquier ataque especulativo contra las deudas de los países miembros. Jenn Wiedsmann, presidente del Bundesbank, que ya se había enterado del plan por sus funcionarios en Washington (sede del FMI), le comunico a Merkel que "por encima de su cadáver". Fue cuando Merkel lloró, como una niña lloró, porque se le pedía algo que su Bundesbank no concedería, y cuando Obama dijo que sin el compromiso de Alemania el plan no sería creíble, y no se alcanzó ningún acuerdo.
Al día siguiente, los bonos de Grecia e Italia saltaron por los aires. En la foto, Obama consolando a Merkel. Continuará...Das ist nicht fair.” That is not fair, the German chancellor said angrily, tears welling in her eyes. “Ich bringe mich nicht selbst um.” I am not going to commit suicide.
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